El sol estaba en pleno apogeo, el bosque se encontraba iluminado al completo, no había lugar donde la oscuridad se pudiera esconder.
Los rayos del sol quemaban, pero, de alguna forma, eso era agradable, el viento soplaba un aire agradable, sin duda alguna, era un día sin igual.
Un niño que vivía en Akala estaba adentrándose al bosque que había a su alrededor, después de caminar por un largo tiempo llegó a lo que parecían ser unas ruinas, no es extraño verlas por todo el bosque.
El niño se acercó a estas, parecía un monumento antiguo hecho de algún material delicado, puede que eso fuera una casa en alguno momento porque se podía ver una puerta en una parte del monumento, parecía que la estructura aún se podía mantener en pie por un tiempo.
Esto le dio curiosidad al niño, lo que provocó que se acercará, dio un paso, al hacerlo varios niños más salieron del bosque corriendo y jugando, todos con una gran sonrisa en su boca —¡Ven a jugar! —menciono uno de ellos.
El niño no se resistió mucho y se acercó a ellos para jugar, hubo una gran variedad de juegos enormes que jugaron, pero, siempre hubo unos niños que destacaban en los juegos.
Correr, fuerza, estrategia, altura… hubo demasiados puntos en dónde destacaron que se rindió de intentar ser mejor que ellos, solo, siguió al que le parecía que podría ser la mejor opción.
Pasaron minutos, horas, días… en cierto momento el tiempo dejo de tener coherencia, solo se divertían, pero en medio de su diversión, el niño volvió a ver la puerta, dio otro paso hacia la puerta y nuevos niños aparecieron del bosque para jugar con los demás.
El niño estaba sorprendido ante lo que estaba pasando, dio otro paso, no pasó nada, dio de nuevo otro paso, tres niños se despidieron de los demás y se fueron.
El niño dudó ante dar un paso más, se alejó de la puerta y se acercó a los nuevos niños para jugar algo con ellos.
Jugaron tanto tiempo que de nuevo perdió la noción del tiempo, pero, había algo que noto, los niños que antes destacaban con gran facilidad eran más fáciles de igualar para él.
Con la seguridad en mente dio otro paso, su cuerpo empezó a sentir un cosquilleo, pero no pasó nada más, otro paso más, ese cosquilleo se empezó a volver cada vez más fuerte, eso era lo único que cambiaba.
El niño dio de forma arriesgada varios pasos, volteo a ver a los niños, ya no eran más niños, todos habían crecido, eran adolescentes.
Varios de ellos se acercaban al joven para hacer cosas con él, jugaron de una forma más compleja que cuando lo hacían de niños.
Había unas parejas entre los jóvenes, unas más raras que otras, por momentos los jóvenes se dividían en facciones, grupitos aquí, grupitos acá, más, sin embargo, incluso en esas situaciones no dejaron de llevarse bien.
El joven feliz por el cambio, dio otro paso acercándose aún más a la puerta, pero, el cosquilleo que sentía empezó a ser doloroso, era difícil hacer que una sonrisa apareciera.
Este se alejó de la puerta y se acercó a los demás, ellos lo estaban esperando impacientes, cuando se acercó a los demás estos se preocuparon por su cara que reflejaba dolor, la pregunta de alguien resonó entre la multitud —¿Estás bien?
El joven ante esa pregunta solo sonrió ante los demás, por más falsa que fuera era reconfortante saber que tenía la fuerza como para sonreír, jugaron, platicaron e hicieron varias cosas más.
En cierto momento, con tanto movimiento se olvidó por completo el dolor que sentía, pero, incluso con otras cosas que lo distrajeran, aún sentía curiosidad por la puerta, dio varios pasos para acercarse sin importarle que con cada paso que daba el dolor aumentaba, sin poder darse cuenta los adolescentes que antes estaban a su alrededor crecieron hasta ser unos adultos jóvenes.
De un momento para otro el cosquilleo que sentía se volvió en dolor puro, un dolor tan fuerte que hizo que le salieran un par de lágrimas, miro hacia donde estaban sus amigos y solo eran un puñado de los que eran antes, muchos de ellos temblaban, otros lloraban, pero, incluso con eso nadie se relacionaba ente ellos.
El joven se intentó acercar a sus amigos, pero la mayoría se alejaban de él, eran mínimas las personas que se alegraban de verlo, al no quedarle otra opción el joven solo siguió acercándose a la puerta.
En medio de su trayecto las lágrimas volvieron a surgir junto a un dolor aún más fuerte, en el suelo se encontró ciertos objetos interesantes, los cuales se quedó.
No se detenía ante nada, seguía avanzando sin importar que tanto cambiará, cuan cansado se sintiera ni cuanto dolor resonará en él, pero, hubo cierto momento en el que volvió a ver a sus amigos, por alguna razón cuando volteo a verlos una gran tristeza le inundó, más, sin embargo, las lágrimas dejaron de brotar y dejo de importarle el dolor que sentía.
No supo por qué sucedió todo eso, ya no le importaba lo que sucediera, solo sabía que tenía que terminar con lo que comenzó.
Tenía la puerta frente suya, giro el pomo, la puerta se habría por sí sola, detrás de esta solo había una luz tan intensa que te dejaba ciego, la luz se empezó a disipar, detrás de todo eso se podía apreciar una figura, era…
El niño despertó lleno de sudor frío y con lágrimas en sus ojos, por alguna razón sentía como si todo su cuerpo estuviera, molido, cada movimiento era doloroso, a pesar del dolor este se movió rápido para ir al baño y verse al espejo.
Aún era el mismo de siempre y no parecía haber crecido nada, todo seguía igual, parece ser que él aquello solo fue un simple sueño, aunque dependiendo de la perspectiva de la persona puede ser una pesadilla.
El niño solo se fue de vuelta a su cama y se acostó de nuevo intentando reconciliar el sueño.
El niño se mantuvo despierto todo lo que quedaba de noche hasta el amanecer, pensando quienes podían ser esos niños.
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