Diana Quintana, una mujer con el Corazón De Hielo. su historia inicia cuando descubre que su prometido le es infiel, tenían un hijo, pero el pequeño muere en un accidente, en el cual estuvo involucrado el padre del niño, y Dante Linares. hecho que la marcó y le cambió la vida.
Dante, es influenciado para que acabe con Diana. Para lograrlo, es obligado a casarse con ella, ahí comienza una lucha de poderes, con sombras del pasado que los atormenta. ¿Será qué algún día esas sombras desaparezcan?
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Un almuerzo.
Una hora después, Diana consiguió todo lo que buscaba. Las tonalidades que le hacían falta.
Al terminar, Dante sacó su tarjeta y se la entregó a una chica.
—Tiene una tarjeta dorada... Ni mi padre tenía una —Diana se sorprendió, aunque no lo demostró—. Con razón tuvo el poder de aplastarme. ¿Quién es esta familia? ¿Por qué tienen tanto poder? Anteriormente, ella no había escuchado nada de ellos, de hecho, le sorprendió cuando le llegó la invitación al evento donde presentarían a Dante. Decidió ir, solamente por su padre.
Diana se dejó llevar por sus pensamientos.
—Diana… querida… —Dante la llamó varias veces, pero ella parecía distante—. Mi amor…
La llamó así porque la cajera se encontraba frente a ellos.
—Lo siento… ¿Qué me decías? —volvió en sí en cuanto la llamó “amor”.
—¿Estás segura de que llevas todo lo que necesitas? Dante no quería tener que volver, solamente porque un artículo, o por un capricho más de la joven.
La joven asintió y dijo:
—Cariño, nos podemos ir para que no te atrases más.
Dante sintió que el tiempo había pasado volando. Al comprobar que eran las diez de la mañana, accedió a volver. No obstante, al llegar al parqueo, su auto estaba rodeado por reporteros. ¿ahora qué sucedió? Les sorprendió ver a la prensa en el lugar.
Solo uno los vio primero y corrió hacia ellos.
—Señor Linares, ¡ahora mismo es la sensación del país! ¿Qué se siente al ser el héroe?
Dante se sorprendió. No tenía idea de los rumores sobre él. Rápidamente recordó lo sucedido el día anterior y supuso que se debía a eso.
—¡Era mi deber! Se trataba de mi trabajador, de la vida de una persona.
—Señora Diana, ¿qué se siente, ser la esposa de tan afamado hombre?
La pregunta la tomó por sorpresa. Sin embargo, sonrió al responder:
—Qué les diré… es mi esposo, no podría estar más feliz.
Diana volteó a mirarlo y le sonrió. Era el acuerdo que tenían, frente a gente, deben aparentar un matrimonio feliz.
En ese momento, Dante la envolvió con su brazo y también sonrió al reportero. Diana lo hizo estupendo, y él no se quedó atrás.
—Gracias por tanto halago, pero estoy dedicando tiempo a mi esposa. Otro día, con gusto, les daré una exclusiva. El CEO fue tajante y respetuoso. cómo todo un caballero.
Aquel reportero también había estado en una de las entrevistas que dio Diana. Por lo tanto, antes de que se fueran, lanzó una última pregunta:
—Entonces, ¿eso quiere decir que alguien domó a la reina del Corazón de Hielo?
A Diana nadie la había domado, y la pregunta la ofendió. Volteó, visiblemente molesta, lista para responder con todo lo que sentía. No obstante, Dante se adelantó y le susurró:
—No te dejes provocar. No contestes. No tienes que hacerlo.
Él logró ver cómo su expresión cambiaba.
—Cierto… —susurró ella, y siguió su camino.
No subieron al auto debido a los otros reporteros. En su lugar, volvieron a Gabel Lina, y se escondieron en un restaurante, el mejor del sitio.
Dante adelantó su hora de almuerzo; no estaba en sus planes, pero se dio así.
Luego de ordenar, el joven se irguió con elegancia.
—Aquí te iba a traer ese día…
—¿Qué día? —preguntó Diana, al parecer lo había olvidado.
—El día que te envié las rosas.
—Ah, cuando te comportaste como un cavernícola. Ya lo recordé. Es muy hermoso el lugar. Respondió escudriñando con la mirada, cada rincón.
—Con la compañía correcta, sí lo es —añadió Dante, refiriéndose a ella.
Últimamente compartía con Diana las cenas y los desayunos. Y no le desagradaba tener que hacerlo. A pesar de que era su enemiga, su compañía era mucho mejor que la de su abuela o de los profesores de etiqueta y protocolo, consultores de modales, o expertos en buenos modales. Con todos ellos estuvo ahí. Fueron ratos aburridos.
—Es muy cierto. No es lo mismo sentarse a pelear en un lugar sagrado como lo es la mesa —comentó Diana, sin ánimo de discutir. En ese lugar jamás discutiria con él. Esto porque el lugar es visitado por personas selectivas.
Ese día, cuando llegó la comida, a Diana le sirvieron una langosta. Siempre ordenaba lo mismo como aperitivo.
Al mirar el plato, Dante sonrió. Más bien se burló.
—¿Qué te parece tan gracioso? —preguntó la chica, frunciendo el ceño.
—Es que recordé algo… una anécdota —dijo él, entre risas.
—¿Puedes compartirla conmigo? También me gustaría reír como tú.
—Puedo hacerlo —accedió Dante—. Hace dos años, me encontraba a bordo del barco de la guardia costera. Era mi tiempo libre, así que decidí bucear junto con un compañero de trabajo. Nos sumergimos para explorar el arrecife. Todo iba bien, hasta que me paré en una roca. Iba descalzo, así que debía tener cuidado. Sin embargo, una langosta me prensó uno de los dedos del pie con su tenaza.
—¡Ay no! —exclamó Diana.
—Me dolió, y no sabes cuánto. Por reflejo grité… y fue lo peor que hice —contaba entre carcajadas—. Perdí la mascarilla. Estaba muy profundo, pero mi compañero me ayudó a salir. Y claro, cuando logré respirar, lo vi burlándose de mí. Al principio me enojé, pero luego me quité la langosta sin que él lo notara. No dije nada… solo que esa noche comeríamos langosta.
—No lo puedo creer… ¿Dante, le diste la misma tenaza a tu compañero?
—Por supuesto. ¿Quién lo manda a mofarse?
Diana se sujetaba el estómago de tanto reír.
El tiempo pasó rápidamente con la historia del joven. Un almuerzo diferente para ambos, donde rieron juntos y se distrajeron de todo.
Antes de finalizar, Dante recibió un mensaje de Reinaldo. Le avisaba que ya se había deshecho de la prensa. Ya podían salir sin ningún problema.