En un reino de poder y pasión, donde la lealtad se compra y se vende, y el amor es un lujo peligroso...
Zared, un joven alfa valiente y astuto, emerge como el salvador de Astrum después de una batalla épica contra el enemigo.
Su victoria lo convierte en el general de la Brigada de Caballeros Negros y lo pone en el centro de una compleja red de intrigas y alianzas en la corte real.
Con un corazón lleno de dolor por la pérdida de su amigo y hermano de armas, Lyrien, Zared se ve obligado a navegar las aguas turbulentas de la política y sus propios deseos.
En la fiesta de mayoría de edad de los príncipes del reino, Zared se encuentra face a face con sus futuros rivales y posibles amantes: los príncipes Cassian y Ryker, lobos con piel de oveja que esconden secretos y pasiones detrás de sus sonrisas encantadoras.
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Capitulo 2
Al entrar a la oficina, el rey se acomodó su traje y se sentó en la silla. Dentro de un cajón, sacó la carta que Zared le había mandado unos días antes de la victoria. Zared solo permaneció parado.
— Recibí tu carta, Zared. ¿De qué querías hablar? — dijo el rey.
— Como sabe, majestad, me gustaría tomarme un tiempo del ejército y ocuparme de algunas labores de mi casa, como sabrá, mi abuela se encuentra débil de salud y me gustaría cumplir con uno de sus sueños — dijo Zared.
— ¿Cuál? — preguntó el rey.
—Casarme — dijo el alfa con una sonrisa.
— Me parece bien, es mejor tener hijos cuando uno es joven y fuerte —dijo el rey con una sonrisa.
— Cierto — asintió Zared.
— Entonces, ¿ya tienes algunos en mente? — preguntó el rey.
—Los hay, señor, pero no creo que usted lo apruebe — dijo Zared.
— ¿Por qué? — preguntó el rey.
—Sus hijos, majestad —dijo Zared.
— ¿Mis hijos? — dijo el hombre con una expresión de sorpresa.
— Quisiera pedirle la mano de sus hijos —dijo Zared.
— ¿De ambos? —dijo el rey con duda.
— Sí, mi rey, sé que se tendría que casar por separado, pero no me gustaría que ambos estén separados, se nota que son muy unidos, así que si me lo permite, me gustaría casarme con ellos — dijo Zared.
—Tendría que hablarlo con mi esposa — dijo el rey.
Zared aguantó las ganas de golpear al hombre, pero se retuvo y se las ingenió para sacar provecho de las dudas en el rey.
— Según lo que escuché, la reina también está buscando prometidos con sus amigas. Yo soy hijo de su mejor amigo, y según lo que me contó mi padre, ustedes habían hecho la promesa de que cuando tuvieran hijos, se casarían y unirían las familias —dijo Zared.
—Tienes razón —dijo el rey con una sonrisa.
— Si mi esposa no pide mi opinión para los prometidos de mis propios hijos, yo también puedo decidir con quién casarlos —dijo el rey, mirando a Zared con determinación.
— Me parece bien, señor, después de todo, usted es el rey —dijo Zared con una inclinación de cabeza.
—Ya que me has dicho eso, he decidido que tú serás el prometido de mis hijos. No hay nadie más fuerte y capaz como tú. Eres el único que puede proporcionarles seguridad y estabilidad. Además, serás como un hijo más para mí, por mi parte yo cumpliré con la promesa que le hice a tu padre —dijo el rey con una sonrisa.
—Gracias, señor —respondió Zared, escondiendo su triunfo interior.
— Entonces, fijaremos una fecha y se casarán lo más pronto posible. Me muero por ver a mis futuros nieto —- dijo el rey con alegría.
Zared solo sonrió, pensando en la reacción de la reina cuando se enterara de la noticia.
—Espero que su majestad la reina también se muera de ganas como usted —dijo Zared con ironía.
En ese momento, la puerta de la oficina del rey se abrió, y Zared sonrió al ver de quién se trataba
Ophelia entró con una sonrisa y los omegas entraron detrás de ella con una expresión fría, pero al ser observados por el alfa, ambos apartaron su mirada con vergüenza.
—Amor, ¿a qué no sabes la noticia que te tengo? —dijo Ophelia con una sonrisa.
—dime querida — respondió el rey.
—El duque Bertil ha aceptado la propuesta de matrimonio con nuestros hijos — dijo Ophelia.
— ¿Con ambos? — preguntó el rey.
—Como que con ambos, amor, es obvio que con Alaric; después conseguiremos un esposo para Cassian —dijo Ophelia.
Zared se moría por degollar el cuello de aquella mujer, el ver que trataba a sus hijos como una mercancía y se la vendía al mejor postor, solo le provocaba repugnancia.
El duque Bertil era conocido por sus malas prácticas, compraba omegas en el mercado negro y los tenía como trofeos..
— Me parece bien que nuestros hijos se casen, pero he considerado otra opción —dijo el rey, mirando a Ophelia con firmeza.
— ¿Cuál? — preguntó Ophelia, notando el cambio en la expresión de su esposo.
— El duque Kied, Zared, personalmente me pidió la mano de Cassian y Alaric — dijo el rey.
Ophelia miró al alfa que estaba sentado, el alfa le dedicó una sonrisa y por educación se levantó para hacer una reverencia
—Sería un placer casarme con ustedes, claro que si ustedes están de acuerdo — dijo Zared mirando a los omegas con una sonrisa encantadora.
Ophelia se interpuso entre el alfa y los omegas, su rostro reflejaba ira y sorpresa.
— No creo que sea posible, duque Kied. Mis hijos ya tomaron la decisión de casarse con el duque Bertil —dijo Ophelia intentando mantener su autoridad.
—Es cierto dijo el rey, pero luego se corrigió , sin embargo, ellos no tomaron la decisión, tú lo hiciste por ellos, querida —
Cassian intervino, mirando a su madre con determinación:
—No, padre, lo pensamos, pero ahora que nos dices que el duque Kied desea contraer matrimonio con ambos, decidimos que así será —dijo Cassian.
— Cassian, ustedes aceptaron al duque Bertil — insistió Ophelia.
— Quien aceptó el trato fue usted, madre. Nosotros elegimos al duque Kied, padre — dijo Cassian con firmeza.
Alaric asintió en acuerdo con su hermano, y el rey sonrió satisfecho...
—¿Tú también estás de acuerdo, Alaric?— preguntó el rey.
—Sí, padre —respondió Alaric con voz decidida.
—Entonces, así se hará. Mandaremos una carta a su residencia, duque, para fijar la fecha de la boda y los preparativos —dijo el rey con una sonrisa.
— Me parece bien—respondió Zared, escondiendo su triunfo interior.
—Pero a mí no—dijo Ophelia, su voz llena de ira y descontento.
—No puedes tomar esa decisión sin mi opinión —insistió Ophelia.
— Claro que puedo, tú también hiciste lo mismo, pero la diferencia aquí es que se hará lo que yo decida, y si mis hijos quieren casarse con el hijo de mi amigo, se casarán y nadie me hará cambiar de opinión — dijo el rey con firmeza.
Ophelia palideció, su rostro reflejaba rabia y humillación.
—El duque Kied no tiene lo necesario para nuestros hijos, además no sabemos qué puede llegar a hacerles, no te acuerdas de lo que su padre le hizo a su esposa — dijo Ophelia, intentando sembrar dudas.
— Ophelia !! —la interrumpió el rey con enfado.
— No se preocupe, mi rey —dijo Zared con una sonrisa —Mi madre fue quien tomó la decisión equivocada, mi padre hizo lo correcto al casarse con un hombre tan hermoso como sus hijos— agregó Zared, mirando a los omegas con admiración.
Ophelia borro su sonrisa, el que le nombraran a su hermano, solo le provocaba odio y más odio al recordar que Kied era el hijastro de su medio hermano Mason.
—Entonces, ya se decidió, hijos. Espero que se lleven bien con su futuro esposo—dijo el rey con alegría.
Ambos omegas entrelazaron su mano con la de Zared, y el alfa sonrió victorioso al ver la expresión de Ophelia.
—Si el rey me lo permite, me gustaría salir con mis prometidos a caminar, para conocernos un poco—dijo Zared con educación.
El rey asintió con una sonrisa.
— Por supuesto, duque Kied. Disfruten del paseo.