LA TENTACIÓN DE LA BESTIA.

Aunque se tardaron un poco, Slavik llevó a Silvia hasta el lugar que ella quería. Cuando ella baja del lomo del licantropo, observa fascinada aquel campo lleno flores de estelares, estas brillaban gracias a la leve luz de la luna, y se mecen suavemente con el viento.

[Así que esto lo que buscabas.] Slavik camina hacía las flores.

—si, son hermosas, creo que me llevaré algunas semillas para plantar.— Silvia corta algunas y busca aquella que tienen ya semillas, pues podrían servirle para una nueva fragancia.

Tras llenar la bolsa de tela que llevaba, ahora necesitaba volver. Pero, no sabe que camino debería de tomar, mira al licantropo, no, no quiere recibir más ayuda de él.

—Cadell, guíame de regreso.— ordena.

Slavik la escucha hablar y enseguida ve al cuervo sobrevolando el lugar.

[Sígueme.] Responde.

El cuervo vuela despacio, para que Silvia pueda seguirlo. Ella camina con sumo cuidado, ya que el bosque era mas oscuro debido a que las ramas evitan que se filtre la luz de la luna.

[Si sabes que puedo llevarte de vuelta, ¿verdad?] Pregunta Slavik.

—lo sé, pero no hace falta, no quiere deberle más favores.— responde la pelirroja.

Ella sigue caminando, y usa un hechizo en el cual aparece una pequeña luz para iluminar su camino.

[Es raro ver una mujer usando magia.] Comenta Slavik.

—¿de verdad?, creí que era común, ya sabes, la magia.— se encoge de hombros.

[Lo es, pero, en la nobleza, las mujeres prefieren no practicarla, y entre los plebeyos, es igual, muy rara vez una lo usa para unirse a mercenarios o bandidos.] Explica el licantropo.

—que vida tan aburrida la que esas damas de sociedad.— lo de los mercenarios era cierto, no es hubiesen muchas, pero lo hacen por necesidad y con tal de no recurrir a la prostitución.

Tras un par de horas de caminar, finalmente llegan a la salida del bosque, pues a lo lejos pueden verse las luces del pueblo.

—bueno lobito, hasta aquí hemos llegado.— Silvia se apresura para correr.

Slavik solo la ve marcharse, por ahora, la dejará ir, seguramente estaba muy cansada por la caminata. Y él también debe de volver a la base.

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A la mañana siguiente, mientras no hay clientes en la perfumería, Silvia empieza a preparar la poción que probablemente le servirá para restablecer su magia completa.

[¿Y la sangre de licantropo?, debiste tomarla desde anoche.] Interviene Cadell.

—descuida.— sonríe ladina.— ya vendrá la conseguiré.

La campanilla de la puerta emitió un sonido. Silvia se asoma, notando la presencia de una mujer mayor, y por su aspecto, sin duda era una noble, aunque era la primera vez que la veía.

—buen día madam, ¿busca algún aroma en especial?— pregunta la pelirroja con una sonrisa.

La mujer la mira de arriba hacía abajo con una expresión de desagrado.

—tu debes de ser esa perfumista...no hay nada de...atractivo en ti...— responde arrugando la nariz.

Silvia cambia su expresión amable, a una de seriedad.— hable claro, madam, si tiene algo que decir, hágalo.

—seré clara contigo, aléjate del joven duque Ronchembert, es el prometido de mi hija, y pienso permitir que una amante, esta dañando la reputación de mi familia.— habla con altanería.

Silvia se queda en silencio, procesando la estupidez que acaba de decir esa mujer. Y entonces recordó el incidente con aquel par de jovencitas, y, supone que esa mujer es la abuela o madre de la eterna enamorada de ese tal Ronchembert, alias el pervertido.

—¿cuanto ofrece?, digo, gano más estando cerca de él, que alejándome.— sonríe con burla.— además, es obvió que su hija, no despierta ningún interés en mi...cachorro.

Hay que aprovechar la situación, y verá, que tan desesperada esta esa mujer por casar a su hijita con aquel pervertido. La mujer abrió la boca balbuceando algo, para después recuperar la compostura.

—descarada...¿te atreves a pedir dinero?, yo, tengo el poder suficiente para hacer que cierren tu mugrosa tienda.— grita molesta.

—y yo, tengo al joven duque para que me ponga diez tiendas más.— se encoge de hombros con despreocupación.

Si esa mujer la esta acusando de ser amante de ese pervertido, entonces lo usará a su favor, a ver cuanto más puede aguantar.

—¡Insolente!, no tienes vergüenza de ser una ramera.— grita la mujer.— tú.— señala a su doncella.— tira todo lo que puedas, que esta perra sepa con quien se mete.

La doncella asiente, pero, justo cuando estaba por tirar un estante, el cuervo vuela agarrando el cabello de la chica y tirando de este. La doncella grita luchando por quitarse al ave.

—pero que...

Silvia aprovecha el descuido de la mujer y se acerca, tomándola del cabello de la nuca, la hace inclinarse hacía atrás y presiona sus uñas contra la mejilla de la mujer.

—y ahora, usted sabrá con quien se ha metido. Ahora, va a salir sonriendo de mi tienda, y no volverá siquiera a cruzar su mirada con la mía, o de los contrario, estas uñas, dañaran el rostro de su hija...o debo decir, de su minita de oro, porque imagino que busca venderla al mejor postor.— presiona un poco más las uñas contra la piel de la mujer.

La mujer solo balbucea, sin saber que palabras decir para defenderse, ya que era la primera vez que una plebeya se atrevía a desafiarla de esa manera. Silvia la suelta y la empuja hacía atrás, mientras que su doncella apenas se esta poniendo de pie al ser liberada por el cuervo.

—e-esto no queda así...sabrás a quien has hecho enojar.— amenaza.

La mujer sale corriendo de la tienda acompañada de su doncella toda despeinada, al igual que ella. Pero, al mirar hacía un lado, por las escaleras, estaba Slavik apoyado contra la pared.

La mujer se detiene, y tras intentar acomodar su cabello saluda con una reverencia.

—su excelencia, que casualidad encontrarlo por este lugar.— saluda nerviosa.

—si, que casualidad...pero sabe, Marquesa, tengo muy buen oído.— sonríe ladino.— y, no me gusta cuando se entrometen en mi vida personal, espero recuerde eso.

Dicho esto, Slavik se aparta, alejándose del lugar, mientras que la mujer, se ha quedado en silencio y solo al escuchar a su doncella, reacciona y ambas se marchan a prisa del lugar.

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