Alexander y Sofía. dos enemigos mortales que acaban con sus vidas al mismos tiempo. sin imaginarse que sus destinos se unirá en una época diferente, en un siglo moderno, como el XXI
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Capitulo 10: El comienzo.
— Buenos días, cuñada. Quise despertarte de la mejor forma posible. Mi hermano te está esperando abajo y tú durmiendo, qué vergüenza de esposa.— mencionó mientras la veía seriamente.
Ojos morados, y cabellos plateados, así es la mejor cuñada que Sofía podía tener.
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Las palabras de Clarisa cortaron la paz de la mañana como un cuchillo afilado. Sofía, aún adormilada, sintió la presión en su pecho, una sensación familiar que había experimentado demasiadas veces. Clarisa, la hermana de Iván, siempre había sido una espina en su costado. Las memorias de los encuentros pasados de Sofía con ella regresaron en un flash. Clarisa había hecho de su vida un infierno, utilizando cada oportunidad para humillarla, para recordarle que en esta familia siempre sería la "nueva". Pero hoy, Sofía es, la Sofía de la época antigua.
— Perfecto. Me has dado motivos para matarte.
La risa burlona de Clarisa resonó en la habitación. Pero en lugar de encogerse, Sofía sintió cómo una chispa de determinación se encendía en su interior.
— Uy, sí, qué miedo. Mi hermano me prefiere más que a ti, solo eres una muñequita de placer…
Las palabras de Clarisa fueron como un veneno que Sofía decidió no tragar más. Con un movimiento rápido, Sofía atrapó a Clarisa con la sábana, envolviéndola. La acción fue tan repentina que Clarisa no tuvo tiempo de reaccionar, cayendo al suelo con un golpe sordo. Sofía sintió una mezcla de satisfacción y adrenalina al ver a su cuñada atrapada, su cabeza fuera y su cuerpo enredado en la tela. La arrastró hasta la punta de la escalera, donde se podía presenciar todos los escalones hasta planta. Sofía tenía intenciones de lanzarla y Clarisa lo sabía.
— No piensas hacerlo, ¿Verdad? —dijo Clarisa, su voz temblorosa, una mezcla de miedo y desesperación.
— Sí, pienso hacerlo... Porque ahora que recuerdo, la semana pasada pusiste bichos venenosos en mi cama, en estos días rompiste mi ropa nueva. Y el mes pasado, casi matas a mi mascota...
Sofía se sentía poderosa al recordar cada fechoría de Clarisa. Eran recuerdos que la habían atormentado, pero que ahora le otorgaban una fuerza que nunca había sentido antes. La ira acumulada se transformó en acción.
— ¡Mi hermano y mis padres sabrán de esto!
— Me vale mierda tu amenaza, espero que tengas seguro médico…
Con un movimiento decidido, Sofía pateó a Clarisa, quien rodó por las escaleras, envuelta en la sábana. El sonido de su caída resonó en el aire, un estruendo que se mezcló con la adrenalina en la sangre de Sofía. No apartó la vista del espectáculo, sintiendo que era un momento de liberación, un primer paso hacia la declaración de guerra comenzado por su cuñada pero que terminará por Sofía.
Cuando Clarisa llegó a la planta baja, adolorida y confundida, su mirada se encontró con la de Iván, su hermano. En su mente, un pequeño destello de esperanza se encendió al ver que él estaba allí.
— Hermano... Por favor, haz que la estúpida de tu esposa pague por lo que me hizo.— pero esa esperanza se desvaneció rápidamente al ver cómo su hermano la ignoraba, como si fuera un obstáculo en su camino. Pasando encima de ella.
Iván, sin perder la compostura, se acercó a Clarisa, su voz cargada de desprecio.
— ¿Estúpida? Modela tu boca, estás hablando con la señora de la casa, arrimada...
Clarisa, frustrada, gritó con las pocas fuerzas que le quedaban, como una niña herida que no podía entender por qué su hermano no la defendía.
— ¡¿Qué demonio le pasa a ustedes dos?!
Iván, sin prestar más atención, se dirigió a donde estaba Sofía. Ella, en ese momento, era una visión de belleza y fuerza. Estaba desnuda, de espalda y cambiándose de ropa, la tela que eligió era un vestido negro que realzaba su figura. Iván no pudo evitar admirar la figura de la persona que debe llamar esposa. La seriedad de su rostro contrastaba con la vivacidad de su mente; Iván estaba hecho un caos internamente.
— Yo... Remediaré esto. Es culpa del Iván original.
Sofía estaba de espaldas e hizo un gesto de mirarlo encima por el hombro, Iván se quedó paralizado, pero no con miedo, al contrario, entendió el gesto que hizo ella. Necesitaba subir el cierre de la espalda y ella no podía hacerlo sola. Se acercó, sintiendo una conexión que nunca había estado entre ellos. Con cuidado, subió el cierre, y en ese momento, la tensión que había envuelto la habitación se disipó un poco.
— Vaya hermanita que tienes. Pero no fue tan malo, me gusta hacer este tipo de cosas. Oye —se giró Sofía con una sonrisa burlona— Fue divertido verla como estaba, ¿Verdad?
Iván se quedó momentáneamente paralizado por la mirada intensa de Sofía. Sin embargo, su risa le hizo volver a la realidad.
— Por supuesto. Me gusta cómo Clarisa obtuvo su merecido. Si te vuelve hacer algo, estaré ahí para detenerla.
Sofía sintió una extraña satisfacción al escuchar su apoyo. Era un cambio, un giro inesperado en la dinámica que había creído perdida. Con un aire de confianza, se dirigió hacia el asiento en la recámara, y en ese instante, sus perros entraron, moviendo sus colas con entusiasmo. El mayordomo, que había estado al tanto de la escena, comentó que los animales estaban ansiosos por ver a su dueña. Sofía sonrió, sintiendo que esos animales, a pesar de su apariencia ruda, eran puro amor.
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— los voy a adiestrar para que le muerdan el culo a Clarisa...— mira fijamente a Iván— Vámonos al trabajo, Iván.
— No has desayunado.
Sofía frunció el ceño, recordando cómo la presencia de Clarisa había arruinado su apetito.
— Comeré afuera. Se me quitó el apetito con esa mujer aquí.
Iván asintió, comprendiendo la situación. La acompañó hasta el auto. Él se ofreció a conducir, y aunque Sofía sintió un leve estremecimiento al pensar en la posibilidad de un accidente, las palabras de Iván no la tranquilizaron.
— Sé manejar por los recuerdos del antiguo Iván. Es fácil.
— Mejor llama al chofer...
— No.
— Vamos a morir.
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Muchas gracias por leer no olviden dejar su preciado me gusta en el capítulo. 💗