Cristóbal Devereaux, un billonario arrogante. Qué está a punto de casarse.
Imagínatelo. De porte impecable, a sus 35 años, está acostumbrado a tener el control de cualquier situación. Rodeado de lujos en cada aspecto de su vida.
Pero los acontecimientos que está a punto de vivir, lo harán dar un giro de 180 grados en su vida. Volviéndose un hombre más arrogante, solitario de corazón frío. Olvidándose de su vida social, durante varios años.
Pero la vida le tiene preparado varios acontecimientos, donde tendrá que aprender a distinguir el verdadero amor. Y darse la oportunidad de amar libremente.
Acompañame en está nueva obra esperando sea de su agrado.
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Es una sugerencia
En la mansión Devereaux, estaba sumida en un silencio casi sepulcral, solo el leve "TIC TAC" del gran reloj de péndulo en la sala principal. En uno de los salones privados, Leonora observaba por la ventana, su mirada fija en la noche oscura de la ciudad.
A su lado, con una postura impecable y una expresión calculadora, estaba Henry , el asistente personal de su hijo.
Henry es el hombre de confianza de Cristóbal, pero su lealtad no es ciega. Cuando no veía a su jefe se dirigía hacia un camino de soledad y amargura del que quizás nunca podría regresar. Y aunque rara vez desafiaba las decisiones de Cristóbal esta vez no puede quedarse de brazos cruzados.
-- ¿Estás segura de que esto funcionara? --
Preguntó Henry con voz baja, sin apartar la vista de la mujer que tenía frente a él. Leonora, con una elegancia que solo el tiempo había perfeccionado, giró lentamente, para mirarlo.
-- Sabes bien que, Cristóbal nunca lo hará por si solo. -- respondió con calma. -- Si queremos que actúe, debemos hacerlo que tome la decisión. --
Henry entrecerró los ojos. -- Obligarlo a casarse con la chica a la que atropello no será sencillo. --
Leonora medio sonrió. -- No lo obligaremos. Solo te encargarás de guiarlo en la dirección correcta. --
Henry exhalo con incredulidad.
-- Y cuál es esa dirección. --
Leonora se acercó a la mesa, donde una copa de vino descansaba intacta. Tomó la copa con gracia y la giró lentamente entre sus dedos.
-- Esa chica no apareció en su vida por coincidencia. --
Leonora toma un sorbo de vino, coloca nuevamente la copa sobre la mesa. -- Él debe tenerla cerca, hasta descubrir quien es ella. --
Henry meditó las palabras de Leonora. -- ¿Quieres que él se case con ella, por estrategia? --
Leonora alzo la mirada con una expresión astuta. -- Si le mostramos a Cristóbal que casarse con ella es la mejor manera de controlar la situación, no lo dudará. --
Henry se cruzó de brazos. -- Y si no cae en la trampa, ¿qué haremos? --
-- Nos seguraremos que no tenga otra opción. --
La habitación del hospital olía a desinfectante y medicamentos. Los monitores emitían pitidos constantes, y la luz tenue de la lámpara juntos la cama proyectaba sombras alargadas en las paredes. Ella seguía inconsciente.
Cristóbal Devereaux estaba sentado en un rincón, con la mandíbula apretada y los pensamientos desordenados. Desde el accidente, no había podido sacarse de la cabeza la sensación de que todo parecía demasiado convincente.
-- ¿Por qué ella? --
-- ¿Por qué justo en ese momento? --
Y ahora su madre había reaparecido, soltando advertencias y consejos que él no ha pedido. Su mirada se posó en la joven de la cama. Su piel pálida contrastaba con la oscuridad de su cabello, y su expresión serena hacía que pareciera dormida atrapada en un limbo entre la vida, y la muerte.
-- Señor Devereaux. --
La voz de Henry lo saco de sus pensamientos. Cristóbal desvió la mirada hacia su asistente, que había entrado en la habitación con su característico aire de eficiencia.
-- Qué sucede. --
-- Quería informarle que hemos investigado más sobre la señorita. --
Cristóbal frunció el ceño. --
-- ¿Y? --
Henry sacó un documento de su portafolio y se lo tendió.
-- No tiene más familiares cercanos solo su madre, con la que vive. Ha pasado los últimos dos años sobreviviendo como puede, trabajando en distintos empleos sin estabilidad, después de ver ha sido despedida de la empresa donde trabajaba como secretaria.
--¡Cállate! --
Cristóbal, solo vió a Henry de reojo, y hojeó el archivo con rapidez. -- No, es nadie. No tiene influencias. --
-- Exactamente. -- Respondió Henry.
-- Por eso no debe de preocuparse, por lo único que tiene que preocuparse es que ella no vaya a morir. --
Cristóbal alzó la vista. -- explícate. --
Henry respiró hondo. -- Sí ella llegará a morir, esto provocaría todo un escándalo nuevamente en tu vida, si te casarás con ella. --
Cristóbal volteo a ver a Henry, con el rostro fruncido, dejando los documentos sobre una mesita a la cama. -- ¡¿Qué diablo, estás diciendo?! ¡¿Te has vuelto loco?!. --
Henry solo asintió con la cabeza viendo a Cristóbal. **
-- No hay otra posibilidad. --
-- No creo que la haya. Usted se casa con ella, y si ella logra salir de esta situación, pues simplemente se divorcia, o se queda con ella. Es bonita. --
Cristóbal sintió un escalofrío que le recorrió por toda la espalda, al escuchar a su asistente decir que si no se divorciaba podía quedarse con la chica. Cómo si fuera una mercancía.
-- Lo pensaré, no quiero cometer un error del que después me pueda arrepentir. --
Henry se queda en silencio por algunos segundos pensado si debe decirle que su madre lo cito en su mansión.
-- Su madre me cito, y fui a verla. --
Los ojos, de Cristóbal se endurecieron. -- Para qué. --
-- Para hablar sobre ella. --
Cristóbal volteó a ver a la chica y después a Henry.
-- ¿Qué dijo? --
Henry trago en seco, sabía que tenía hablar con firmeza, para que Cristóbal no fuera a sospechar que su madre y él estaban de acuerdo en que él se casará con la chica.
-- Quería saber más detalladamente, sobre la salud señorita López, también me preguntó que cuánto eran las posibilidades de que ella se recuperará por completo. Le dije que eran muy pocas. --
-- Dime una cosa Henry, tú no estarás de acuerdo con ella, para convencerme de que me casé con esa mujer. --
Henry respiró profundo respondiendo. -- No señor, cómo creé. Eso se me ocurrió cuando llegué, y lo vi que estaba aquí. Pero debería pensarlo, señor. Casarse con ella le daría el control absoluto sobre la situación. Nadie hablaría mal de usted. Todos dirían que usted es un hombre responsable, que no abandonaste a la chica en ningún momento. Y quién dice tal vez ella sea la mujer indicada para usted señor.--
Cristóbal dejó escapar una sonrisa incrédula. -- No tengo tiempo, para jugar al esposo con una moribunda. --
Henry mantuvo la calma ante lo dicho por Cristóbal.
-- Bueno, es solo un decir. Usted tiene la última palabra, pero debería pensarlo y tomar una decisión, que es lo que va a hacer. No deje pasar el tiempo. --