Olvidada por su familia, utilizada por el imperio y traicionada por aquellos en quienes más confiaba… así terminó la vida de Liliane, la hija ignorada del duque.
Amada en silencio por un príncipe que nunca llegó a tiempo, y asesinada por el hombre a quien había ayudado a coronar emperador junto a su amante rival, Seraphine.
Pero el destino le ofrece una segunda oportunidad.
Liliane renace en el mismo mundo que la vio caer, conservando los recuerdos de su trágica primera vida. Esta vez, no será una pieza en el tablero… será quien mueva las fichas.
Mientras el segundo príncipe intenta acercarse de nuevo y Seraphine teje sus planes desde las sombras, un inesperado aliado aparece: el primer príncipe, quien oculta un amor y un pasado que podrían cambiarlo todo.
Entre secretos, conspiraciones y promesas rotas, Liliane luchará no solo por su vida, sino por decidir si el amor merece otra oportunidad… o si la venganza es el verdadero camino hacia su libertad.
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Capítulo 20: Ecos del juramento y sombras en movimiento Maraton#8
La lluvia caía en finas líneas sobre los caminos empedrados cuando Liliane atravesó las puertas del ducado. Su capa estaba rasgada, el cabello desordenado por el viento del norte y las botas cubiertas de barro y sangre seca. Pero sus ojos brillaban con una llama que no conocía el cansancio.
Había enfrentado a un grupo de bandidos en las colinas del oeste, un ataque sospechosamente coordinado contra aldeas leales a su causa. No era una simple emboscada: habían ido tras su nombre, tras su símbolo.
“Una advertencia”, había dicho el líder antes de caer por su espada. “Para que dejes de soñar con coronas que no te pertenecen.”
Liliane no respondió entonces. Pero ahora, con el cuerpo herido y el alma encendida, estaba lista para demostrar que ese sueño era más que legítimo: era su destino.
Al ingresar al gran vestíbulo del castillo, lo vio.
Adrian.
De pie, esperándola, con el uniforme negro del heredero al trono no reconocido. La luz de las antorchas delineaba sus facciones tensas, sus ojos oscurecidos por la preocupación. Y cuando la vio entrar, su pecho se alzó con un suspiro contenido.
—Liliane… —susurró, cruzando el salón hacia ella.
Ella dejó caer la capa al suelo, revelando los cortes recientes en sus brazos. Adrian la tomó con delicadeza por los hombros, como si temiera que se desvaneciera entre sus dedos.
—¿Estás bien?
Liliane asintió.
—Gané. Pero no fue una victoria limpia. Estos ataques no son casuales. Elenora mueve hilos más oscuros de lo que imaginamos… y Aiden ya no oculta su rostro entre las sombras.
Adrian apretó los labios. Luego, sin más palabras, la abrazó.
Fue un gesto silencioso, pero lleno de una desesperación contenida. Liliane cerró los ojos contra su pecho. Por primera vez en semanas, sintió que podía respirar.
Él se separó apenas para mirarla a los ojos. Entonces, sacó de su cinturón una pequeña caja envuelta en terciopelo púrpura. Su mirada era seria, pero detrás de esa máscara de nobleza se escondía una emoción cruda, palpable.
—No puedo esperar más —dijo con voz grave—. El imperio se desmorona, las máscaras caen, los enemigos nos rodean… pero cuando estás lejos, todo lo demás se vuelve ruido. Liliane… Lirae… quiero construir este nuevo mundo contigo.
Abrió la caja.
Un anillo de plata antigua, con una gema que parecía contener el cielo al atardecer.
—Cásate conmigo.
Liliane se quedó inmóvil.
No porque no lo hubiese imaginado.
Sino porque en ese instante, entre la tormenta que rugía fuera y el fuego que crepitaba en su pecho, supo que decir sí no sería solo una promesa de amor.
Sería una declaración de guerra.
Ella tomó el anillo, pero no lo deslizó en su dedo aún. En cambio, lo alzó entre ambos.
—No seré tu sombra —susurró—. Ni tu joya decorativa. Si acepto esto… es porque voy a reinar contigo. Porque voy a luchar a tu lado. Hasta el final.
Adrian sonrió, y en sus ojos no había duda.
—Eso es exactamente lo que quiero.
El beso que siguió fue lento, cargado de todo lo que habían guardado durante tanto tiempo. No era apresurado ni torpe. Era una alianza, un grito de vida entre dos almas rotas que se reconocían.
Subieron juntos a la torre oeste, donde el cuarto de Liliane estaba cálido por la chimenea encendida. Allí, se despojaron de sus ropas como quien se libera de una carga milenaria.
Los dedos de Adrian recorrieron su espalda con una ternura reverente. Liliane temblaba, no de miedo, sino de deseo contenido. Cuando él la tomó entre sus brazos y la llevó a la cama, sus labios encontraron los de ella una y otra vez, como si solo en esos besos pudiera asegurarse de que era real.
Se amaron despacio, con silencios que hablaban más que cualquier palabra. Cada caricia fue una promesa. Cada susurro, una confesión. En la penumbra, entre las sábanas de lino y los suspiros compartidos, Liliane encontró un refugio que no conocía desde su infancia.
Y Adrian… Adrian encontró en ella la fuerza que había perdido al renunciar a su derecho al trono.
Cuando la noche cayó del todo, y el viento golpeaba las ventanas como si intentara arrancar el palacio desde sus cimientos, ellos yacían entrelazados, con el anillo aún entre ellos.
—A partir de ahora —susurró Liliane—, somos uno. No por una corona. Por el pueblo. Por justicia.
—Y por amor —añadió Adrian, besándola suavemente.
Pero los muros del palacio no eran ciegos.
Una de las doncellas del servicio, infiltrada por orden directa de Aiden, envió la noticia esa misma madrugada: “El primer príncipe le ha propuesto matrimonio a Liliane. Ella aceptó. Pasaron la noche juntos.”
Aiden recibió el mensaje en la galería sur, mientras afilaba su espada. Lo leyó sin parpadear.
Luego, cerró los ojos por un largo instante.
—Así que eligió a mi hermano.
Dejó la espada sobre la mesa de mármol, su filo aún fresco por el aceite de afilado. No dijo más.
Cuando volvió a abrir los ojos, ya no había emoción en ellos. Solo una decisión irrevocable.
—Entonces… ya no hay vuelta atrás.
Envainó su espada con un gesto lento y deliberado.
Y en el silencio de esa madrugada, entre los restos de la tormenta, un nuevo capítulo comenzaba.
Uno de alianzas selladas por amor y guerra.
Uno donde Liliane y Adrian, bajo la misma estrella que los unió en secreto, se prometían no solo un imperio… sino un futuro forjado con sangre, fuego y esperanza.
Ah no ser q ella se hace la Marcela q no sabe nada o sea ?
Pero se están repitiendo los capítulos ya van 2.