Ivin quiere lo mejor para su familia y por eso esconde un secreto: por las noches es dama de compañía. Durante una noche de trabajo, se reencuentra con su crush de toda la vida. ¿Qué podría pasar cuando tu primer amor te confiesa estar enamorado de ti, pero tú estás en alquiler para otros hombres? ¿Por qué el amor es difícil a veces? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué el amor no siempre nos salva?
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BESO VAINILLA
Tragué un poco de saliva y me animé a no decir la verdad. Estábamos aquí y no había forma de pasar desapercibida. ¡Creo que aún no era el momento adecuado para dar explicaciones! Además, nadie me estaba pidiendo explicaciones. ¿O sí?
—¿Saliste a hacer compras? —Le pregunté a Jonatán.
Asintió.
—Sí, necesitaba algo de ropa nueva. ¿Qué haces tú?
Manuel me lanzo una mirada inquisitiva, como si necesitara una explicación sobre lo que estaba pasando. Le sonreí a mi crush para intentar calmarlo y quise aparentar tranquilidad ante la catástrofe emocional que yo estaba experimentando dentro.
—Vine con un amigo de la escuela al auto cinema que está cerca de aquí. ¡Mira! Jonatán, te presento a Manuel, Manuel, él es Jonatán, un amigo que viene de Jalisco.
Manuel se animó a estrechar la mano de Jonatán.
—¡Un gusto! —Dijeron al mismo tiempo.
Jonatán sabía la verdad sobre mi faceta nocturna, Manuel no estaba ni enterado y yo, yo no estaba siendo sincera con nadie. ¡Justo ahora el mundo se me estaba volteando!
—No sabía que había un auto cinema cerca de aquí. ¿Lo recomiendas? —Pregunta Jonatán.
—Sí, bueno, hoy pusieron una película de blanco y negro. Había varios autos estacionados frente a la pantalla y creo que la experiencia es algo interesante. ¡Como más cómoda!
Manuel me miraba con cierta curiosidad, ¿se sentiría triste de que yo estuviera recomendando el auto cinema al que me llevo esta tarde? ¿Por qué razón había decidido llevarme a un auto cinema? ¿Por qué salir conmigo? ¡Solo él conocía la realidad de sus motivos!
—Entonces espero ir algún día, a ver si me acompañas —me respondió Jonatán.
Asentí. De pronto me percaté de que el helado se me había acabado. Manuel se puso de pie y me lanzo una mirada neutra, su acción me hizo sorprender demasiado.
—¡Es hora de irnos! —Se puso de pie y acomodo la silla. Le lanzó una mirada seria a Jonatán, quien ni siquiera fue capaz de darse cuenta del comportamiento de mi crush.
—Pero...
—Te espero afuera de los sanitarios, necesito ir al baño. Nos vemos luego Jonatán —el tono de voz de mi amado era totalmente frío y lleno de recelo.
Desapareció de la mesa. Jonatán tenía una sonrisa dedicada a mí.
—¿Estás trabajando? —Su pregunta me causo curiosidad.
—No. No trabajo los domingos. ¡Es mi día libre!
—Pensé que tal vez estabas con un cliente. El chico parece ser buena onda.
Asentí.
—Sí, bueno, él es una buena persona. Es un amigo de la escuela, ya te había dicho.
—Entonces, ¿lo conoces desde hace mucho tiempo?
Le lancé una mirada curiosa. ¿Por qué hacía esa clase de preguntas?
—Sí, de verdad lo conozco de tiempo. Fuimos compañeros en la primaria, la secundaria, entonces ya te imaginaras.
Enarco sus cejas.
—Ahora entiendo por qué estaba poniéndose celoso, como que no le agradó mucho que yo estuviera justo aquí.
¿Manuel, celoso? ¡Para nada! Eso no podía ser cierto. Me reí y no pude evitar demostrarlo. Manuel solo estaba enojado.
—¡Nada que ver! Manuel no estaba celoso.
—¿Y por qué se fue al sanitario con cara de gruñón? Sé que me estaba mirando de forma muy seria. A lo mejor y a tu amigo no le doy buena espina.
¡Entonces Jonatán sí se había dado cuenta del comportamiento de mi querido! Intenté parecer lo más tranquila posible, aunque en mi interior no había espacio para la tranquilidad en un momento como este. ¿De verdad estaba pasando lo que por tanto tiempo me había imaginado en la cabeza?
—Pues no sé, seguro que él tenía muchas ganas de hacer pipí, estuvo bebiendo demasiado refresco mientras veíamos la película. ¡Yo creo que fue su vejiga! Normalmente es buen cuate.
¿Cuate? ¡Ja, ja, ja! Ni siquiera yo podía creer que mi boca fue capaz de pronunciar esa palabra para referirme a mi crush de toda la vida. ¡Boba que soy!
—Bueno, supongo que tu amigo siente algo por ti.
No pude evitar atragantarme con mi propia saliva.
—¡Nah! ¿Cómo crees? Bueno, o sea, pues somos amigos, es obvio que nos llevemos bien y que él se preocupe por mí.
Le lancé una mirada llena de ironía. ¡Yo era la que sentía cosas por Manuel! No podía ser al revés.
—No creo. Este bato se trae algo contigo.
—¿Cómo lo sabes?
—No nací ayer y tengo experiencia con el amor.
—¿Amor?
—Sé de estas cosas. Además, eres una chica muy linda.
—Nada que ver.
—Yo digo que sí. ¡Estás bien chula!
—Como tú digas.
—Pues sí.
—¿Has estado en muchas relaciones?
—Solo he tenido tres.
— ¿Y luego?
—De todas, pude aprender a identificar cuando una persona está celosa.
—Y según tú, ¿Manuel está celoso?
—Sí. Seguro piensa que soy su rival.
—O sea, ¿cómo?
—Solo deja que pase el tiempo. Nos volveremos a ver y entonces te lo diré de frente.
—Pues bueno, si tú lo dices.
Asintió. Sus labios se pintaron de una picardía intensa, esa sonrisa suya era muy chula y recordé que debía irme.
—¿Estuvo bueno el helado? —Preguntó.
—Sí, deberías comprarte uno.
—Quizá si te haga caso. ¿De qué sabor pediste?
—Vainilla. Me gusta como sabe con el barquillo de chocolate.
—¿Quieres otro helado?
—No, yo... ya me tengo que ir. Seguro que Manuel me está esperando.
Jonatán dejo escapar una risa fresca.
—Bueno, te dejaré ir, pero, primero, deberás acompañarme a comprar mi helado.
—¡¿Qué?! —Me sorprendió mucho su petición.
—Sí, anda. Pídelo por mí.
Me relamí los labios y como niña tierna, obedecí.
—Bueno, está bien.
Regrese a la fila de los helados, Jonatán estaba sentado, sus brazos recargados contra la cubierta de la mesa y una sonrisa amplia en el rostro. No tardaron mucho en entregarme mi pedido.
—¡Toma! Disfruta tu helado —le digo.
Se puso de pie. Tomó el barquillo.
—¡Gracias! Eres muy amable.
—Un poco solamente.
Su lengua comenzó a lamer el helado.
—Si pues. Tengo que irme.
—Te llamaré pronto, linda Ángel.
—Claro.
Yo aún no le revelaba mi verdadero nombre.
—Cuídate Jonatán.
—Por supuesto. Y oye…
—Dime.
¡Fue muy rápido! Sus labios se impregnaron en mi mejilla y mi corazón se detuvo por algunos segundos.
—No creíste que te irías sin mi beso de las buenas noches ¿o sí?
Me dejó sin palabras, sentí un poco de rubor en mis mejillas y se sintió tan frío. ¡Sus labios contra mi mejilla!
—Me ensuciaste el cachete.
—Es cierto, te lo limpio. Espera.
—Ya, es suficiente.
—Es que quería probar a ver si mi beso te cura de ese moretón que tienes. ¿Cómo te lo hiciste?
Su pulgar subió a mi mejilla. Sentí una caricia suave y tibia cerca del área de mi hematoma.
—Me di un golpe sin querer mientras limpiaba mi habitación.
—Deberías tener más cuidado.
—Por supuesto.
Nos miramos, sonreíamos y esto era algo genial.
—Ya me voy.
Asintió.
—¡Con cuidado! Ya verás que este beso te hará desaparecer ese moretón.
