Curvas del Destino
Una historia de amor, coraje y renacer.
Lina Song perdió a su madre a los 16 años y terminó en un orfanato, donde su sobrepeso la convirtió en blanco de burlas y humillaciones. Al cumplir 18, con esfuerzo y el apoyo de trabajadores sociales, consigue empleo como auxiliar de limpieza y luego en una cafetería para poder pagar su renta.
Allí conoce a Daniela Ling, hija de un millonario, quien se convierte en su mejor amiga y la ayuda a ingresar a la universidad. Todo parece mejorar… hasta que aparece Luzbel Shao, un joven poderoso y arrogante que no tarda en hacerle la vida imposible. Pero lo que inicia como acoso se convierte lentamente en una pasión imposible de ignorar.
Cuando el primer amor de Luzbel regresa y Lina descubre que está embarazada, su mundo vuelve a romperse. Decide huir y empezar de nuevo… lejos del dolor y los secretos.
¿Podrá el amor sobrevivir a la distancia, el poder y las heridas del pasado?
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Mentiras, apuestas y algo parecido al deseo.
El sonido de la regadera fue lo primero que escuche yo al despertar.
Abrí los ojos lentamente, parpadeando contra la luz tenue que se filtraba por la cortina translúcida de la habitación.
Durante un instante no supe dónde estaba.
No reconocía la textura de las sábanas, ni el aroma a madera limpia, ni el eco sutil del agua en el fondo.
Pero entonces el recuerdo cayó sobre mí como una ola.
Luzbel.
La noche anterior.
Sus labios.
Sus palabras.
El calor de su piel contra la mía.
La forma en que me miró antes de quedarse dormido a mi lado.
Todo eso… no había sido un sueño.
Me senté, y el cuerpo me dolía con una mezcla extraña de nervios, placer y vergüenza.
Mire a mi lado.
Vacío.
El lugar en el colchón donde Luzbel había dormido ya estaba frío.
Entonces escuche pasos.
El apareció en el marco de la puerta, ya estaba vestido con una camisa negra ajustada, un pantalón gris oscuro y el cabello perfectamente peinado hacia atrás.
En una mano llevaba una taza de café y en la otra un pequeño conjunto de ropa: una blusa blanca de botones y un pantalón beige.
- Buenos días – me dijo con una sonrisa torcida – Te traje esto. Es de mi hermana… o algo así. Te quedará.
Yo tomé la ropa sin saber qué decir.
La blusa tenía un aroma sutil a perfume costoso.
Baje la mirada.
- Gracias…
- Tenemos clase, ¿no?
Yo solo asentí con lentitud.
- ¿Quieres que te deje cerca?
- Una cuadra antes de la universidad, por favor – respondí yo sin pensarlo.
Luzbel me observó con ojos entornados.
- ¿Es por Iván?
- No es asunto tuyo.
- Tu eres mía – me dijo con frialdad, sin subir el tono de voz – Y si sigues provocando a ese imbécil, voy a tener un problema con él.
Yo lo mire sorprendida.
La intensidad con la que me lo dijo me recorrió la espalda como una corriente eléctrica.
- Déjame hablar con él primero – le pedí con suavidad, tragándome mi incomodidad – Por favor.
Luzbel no respondió.
Solo asintió, pero sus ojos decían que no lo aprobaba.
………………………
Al bajar a una cuadra de la universidad, yo camine con pasos rápidos, intentando ordenar mis pensamientos.
No sabía si debía sentirme usada, o protegida, o confundida.
Probablemente las tres cosas.
Luzbel no me ofrecía amor.
Solo deseo.
Y yo… tampoco estaba enamorada.
Pero por algún motivo, volver a verlo irse me dolía más de lo que quería aceptar.
A lo lejos, divise a Iván junto a la fuente de la entrada.
Su cabello castaño estaba algo desordenado por el viento y vestía una sudadera gris con jeans.
Sonreía mientras hablaba con otro chico.
Yo me acerque con decisión, pero lo que escuche antes de saludarlo me paralizo.
- ¿Y qué onda con la apuesta, bro? ¿Ya vas ganando puntos con la cerdita de la becada o la gorda es más difícil de enamorar?
Vi que Iván palideció.
- Cállate, no hables así. No era para tanto…
Yo sentí que el estómago se me vaciaba.
- ¿Apuesta? – pregunte, alzando la voz. Ambos se giraron bruscamente hacia mí.
Iván dio un paso al frente.
- Lina no es lo que parece.
- ¿Ah, ¿no? Porque parece que todo lo que dijiste… todo lo que hiciste… fue por una apuesta estúpida.
- Yo… sí, comenzó como eso, pero no terminó así. Te lo juro. Empecé a sentir algo por ti. Realmente me importas, Lina.
Yo retrocedí un paso.
Me dolía, más de lo que pensé.
Había comenzado a confiar en Iván.
A ilusionarme con su dulzura, su cercanía.
- No puedo creer que haya sido tan ingenua – dije, con los ojos vidriosos – No importa lo que sientas ahora. Te acercaste a mi por burla. Por juego.
- No, Lina. Por favor…
Yo ya me estaba yendo.
No quería escucharlo más.
Camine sin rumbo fijo hasta que escuche una voz, era Daniela.
- ¡Lina! – Daniela me interceptó cerca de la cafetería. – Sabía que no estabas con Iván. Te vi anoche. Te subiste al auto de Luzbel.
Yo me quedé congelada.
Daniela me tomó del brazo con suavidad.
- ¿Estas bien?
Y entonces yo me quebré.
Se me humedecieron los ojos, y todo lo que había intentado controlar se desbordó de golpe.
Asentí en silencio negando a la vez.
- No puedo hablar aquí – susurre.
- Vamos a mi departamento – me dijo Daniela sin dudar – Que se jodan las clases.
Ya en el departamento de Daniela, yo me dejé caer en el sillón, con las manos en la cara.
Daniela me llevó un vaso de agua, y luego se sentó a mi lado.
- ¿Qué pasó?
- Todo – dije yo – Todo está mal Dani.
Y entonces comencé a contarle.
Desde la forma en que Luzbel me arrastro esa noche a su departamento, hasta como me había hecho sentir cosas que no entendía.
Y luego lo de Iván, le apuesta, la humillación, la rabia.
Daniela me escuchó en silencio.
No me juzgo.
Solo estuvo ahí.
- No estoy enamorada de Luzbel – confesé yo, bajando la voz. – Pero lo deseo. Y eso me da miedo. Porque el me lo dijo claro: no me va a ofrecer amor. Solo quiere… tenerme.
- ¿Y tú quieres que te tenga?
- No se. Siento que cuando estoy con él pierdo el control. Me asfixia, me domina… y, aun así, cuando me mira, me derrito. Es como si pudiera tocar una parte de mí que nadie más conoce.
- ¿Y eso está mal?
- No lo se. Pero lo que si se es que no quiero ser la chica que se deja romper por alguien solo porque la desea. No quiero necesitar a alguien que no me ofrece nada más que oscuridad.
Daniela me abrazo.
- Entonces no lo necesitas. Pero tampoco tienes que odiarte por sentir.
Yo me quedé en silencio.
Porque si… algo dentro de mi ya no podía negar lo que sentía.
No era amor.
No aún.
Pero el deseo era real.
Y mi confusión también.
Esa noche, mientras el cielo empezaba a cubrirse de nubes, yo recibí un mensaje de Luzbel.
MSJ de Luzbel: “¿Ya hablaste con el?”
Yo mire la pantalla durante minutos sin responder.
No sabia que algo dentro de mi estaba cambiando.
Y que Luzbel Shao era parte de ese cambio.
Uno que aún no sabía si quería… o si debía.