Una historia de amor paranormal entre dos licántropos, cuyo vínculo despierta al encontrase en el camino. el llamado de sus destinados es inevitable.
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La Llamada de la Sangre
La mansión dormía bajo la luna teñida de rojo, pero Aelis ardía por dentro. Su piel parecía vibrar, su corazón galopaba como si buscara escaparle del pecho. No sabía si era Lyra quien empujaba sus pasos… o si era ella misma.
Caminó sin pensar, guiada por un deseo feroz que nacía desde sus entrañas. Entró en la habitación de Eirik sin dudarlo, impulsada por una necesidad que ya no podía callar.
Él estaba allí, de pie junto a la ventana, el torso desnudo y los músculos tensos como si también luchara con algo que no podía controlar. Cuando la vio, su expresión cambió. No de sorpresa, sino de contención.
—Aelis… —dijo su nombre como una advertencia.
Ella no se detuvo.
—No podía dormir —murmuró—. Siento que voy a explotar. Todo en mí te busca. Lyra… yo…
—¿Estás segura? —le preguntó, la voz tan baja como peligrosa.
—Sí. —Se acercó a él hasta que sus cuerpos casi se rozaban—. Bésame, Eirik. Te lo estoy pidiendo.
Eirik cerró los ojos, maldijo en voz baja y la tomó de la cintura con una fuerza que le arrancó el aire. Y entonces la besó.
No fue suave.
Fue un beso salvaje, urgente, como si los dos hubieran estado conteniéndose durante demasiado tiempo. Las bocas se buscaron con desesperación, las manos se aferraron con fuerza. Ella lo rodeó con las piernas cuando él la alzó, y sintió su espalda caliente bajo sus manos mientras la llevaba a la cama.
Los besos se volvieron más intensos. Su cuerpo se arqueó bajo él, y sus manos viajaban con hambre por su piel, descubriéndola, adorándola. El deseo crecía como una tormenta que amenazaba con arrasarlo todo.
Entonces, de pronto, Eirik se detuvo.
Jadeaba, con la frente apoyada sobre la de ella, su aliento caliente y tembloroso.
—No puedo —susurró.
—¿Qué…? —Aelis trató de seguir, su cuerpo todavía encendido.
Él abrió los ojos, dorados, oscuros de tanto contenerse.
—Si seguimos… no voy a poder detenerme —dijo con dificultad—. Y si llegamos demasiado lejos… podría marcarte.
Ella parpadeó, sin entender del todo.
—¿Marcarme?
—Sí. Cuando dos lobos se unen así, y el lazo es verdadero, la marca puede surgir… el vínculo se sella. Quedarías ligada a mí para siempre. Pero tu loba aún no ha despertado del todo. Sin tu primera transformación, no estás lista. No puedo tomar eso de ti. Sería un error… uno que no me perdonaría.
Aelis lo miró con los labios entreabiertos, el pecho subiendo y bajando al ritmo del deseo que aún vibraba en su piel. Había urgencia, sí. Pero también había comprensión. Él la estaba cuidando, incluso cuando todo en su cuerpo pedía lo contrario.
—Está bien —susurró—. Pero no me sueltes. Quédate conmigo esta noche. Solo así.
Eirik la envolvió con sus brazos y la atrajo contra su pecho. Sus labios rozaron los de ella una vez más, esta vez con dulzura. Y así quedaron: envueltos en deseo contenido, piel con piel, latiendo al mismo ritmo, esperando…
Porque sabían que, cuando el momento llegara, no habría más límites que pudieran frenarlos.