Que pasa cuando la rivalidad y los problemas empieza por una herencia? Fabián pensaba casarse con Tania pero está huye un día antes de la boda no quedandole otra alternativa que tomar a la hermana de Tiana. Diana una chiquilla que tenía muchos planes pero en ningúna de ellas estaba casarse con un CEO cruel y calculador, poco a poco se va dando cuenta que su hermana no era lo que ella creía, hay solución? claro que sí, un hijo esa en la condición para que ella pueda ser libre antes del año, pero todo toma un giro inesperado.Esta novela no es para todo público, sobre todo leerla como lo que es UNA NOVELA.
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Malentendidos.
—No lo sé —respondo con voz baja.
—Si lo haces, prometo que te ayudaré —me dice—, ya sea con dinero o, una vez que le des el hijo a mi hijo, veré la forma de que puedas estar cerca de tu hijo sin necesidad de que estés con mi hijo.
—Está bien —acepto, resignada—. No tengo otra opción y es un trato justo.
Al bajar del auto, suelto un suspiro profundo.
Cuando entro, la madre de Fabián está sentada en la sala. Se levanta apenas me ve.
—Hija, mira cómo te dejaron —me dice con preocupación—. No te preocupes, se encontrarán a los responsables. Solo necesitamos que nos digas dónde fue, si los viste, cuántos eran... ¿uno o varios?
—Mujer, déjala descansar —interviene su esposo—. Está agotada.
Le agradezco la intervención y subo a la habitación de siempre. Abro el clóset y está vacío, qué alivio.
Tocan la puerta y entra el doctor. Permanece esperando algo hasta que la puerta se abre nuevamente y entran Fabián y su padre.
El doctor me pide que sople en un aparato, lo hago con cuidado. Luego me toca la cara, preguntándome si duele, si escucho bien, por si acaso.
—No está alcoholizada —informa—, aunque ingirió alcohol en las últimas horas. El golpe es extraño, no parece directo, más bien un roce, como si no fuera para ella o si la persona que lo dio se arrepintió. ¿Qué edad tienes, 15? —me pregunta—. Pareces de la edad de mi hija. La hinchazón desaparecerá en unos días, su piel es sensible. Si el golpe hubiera sido con saña, estaría hospitalizada. Te recetaré esta crema, aplícala tres veces al día, ayudará a desinflamar.
—Acompáñeme —le dice el padre de Fabián al doctor—.
Salen los tres, dejándome sentada en la cama. Fabián no deja de mirarme y empiezo a sentirme incómoda por su silencio.
—¿Dejarás de mentir? —me dice al fin—. ¿O tengo que averiguarlo? Porque como esposo golpeador no quedaré.
Ante mi silencio, se da la vuelta y está por salir cuando hablo.
—Salí con unas amigas y hubo una pelea... sin querer me pegaron.
Se acerca, me empuja contra la cama.
—Esta es la Diana que dicen que eres —me dice con voz cortante—. Esa que se larga a bares a emborracharse sin importarle las consecuencias. Mírate ahora.
Me toca la parte de la cara que duele.
Sale azotando la puerta.
Tomo la receta que dejó el doctor y me doy cuenta que necesito comprar el medicamento. Le mando un mensaje a Damián y entra rápido cuando me ve.
—¿Qué te pasó? —me pregunta preocupado—. ¿Quién fue?
—Me golpearon por accidente —le digo—. ¿Puedes comprarme esta crema? Saco efectivo de mi bolso.
—Yo lo pagaré —me ofrece.
—Acéptalo, por favor —le insisto.
—No aceptan efectivo, pagaré con mi tarjeta —responde.
—Quédate con el efectivo, paga con tu tarjeta. Si falta algo, me dices.
Sale con la receta en mano y voy al baño a lavarme la cara. Abren la puerta y aparece la madre de Damián.
—¿Cómo te sientes?
—Bien —le respondo.
—No quiero que tengas mala idea de mí. Tú eres mi nuera, y tu hermana me cae bien. Ella solo viene a platicarme, tú eres más reservada y casi no hablas, solo eso. Al principio quería que mi hijo arreglara las cosas porque sé que, aunque no lo quiera admitir, aún siente algo por Tania, y no me gusta verlo sufrir. Solo por eso. Pero ya tomó su decisión.
—No tiene de qué preocuparse —le digo—. Mi hermana será su nuera cuando termine el contrato.
—Sí, lo sé —me responde—. Por eso no quiero que estemos mal. Tú me darás a mi nieto, no quiero que pelees con tu hermana.
En ese momento entra Damián con mi medicina.
—Diana, tu medicina —dice entregándomela.
—¿Faltó dinero? —pregunto sacando mi cartera.
—Pídeselo a Fabián si faltó. Él debe pagar —le dice su madre—. ¿Por qué no pagaste con tu tarjeta?
—Hoy retiré lo último que tenía.
—¿Llegaste al límite de la tarjeta de mi hijo? —pregunta sorprendida.
—Es mi tarjeta —le aclaro.
—Lo sé, por eso se te dio. Ya sé que es tuya. Hablaré con Fabián para que te dé otra.
Sale y sé que está equivocada, pero no tengo ganas de aclarar nada. Agarro el medicamento.
—Dime si faltó, no quiero que Fabián pague mis gastos.
—Sobró cambio —me dice.
—Déjame ver el ticket —pido—. Se me olvidó que podrías facturar.
—¿Qué es eso? —me pregunta.
—Es una forma de que me regresen parte del IVA que pago.
—Me perdí desde que me pediste el ticket —dice y me río, aunque el dolor me lo impide, y eso lo hace reír también.
Saco el medicamento y voy al baño para verme en el espejo y aplicármelo.
—Te ayudo —dice quitando el bote de crema de mi mano y poniéndolo él—. Es como una sesión de belleza y yo te estoy poniendo la mascarilla —bromea.
—Tu turno —le digo, quitándole el bote de crema.
Él corre y logra ponerme crema, lo mancho de crema cada vez que lo alcanzo y él corre, subiéndose en la cama.
Lo alcanzo, sujetándolo de la camisa, cae sobre la cama y aprovecho para ponerme crema en la cara. Nos reímos hasta que se abre la puerta.