Thiago siempre fue lo opuesto a la perfección que sus padres exigían: tímido, demasiado sensible, roto por dentro. Hijo rechazado de dos renombrados médicos de Australia, creció a la sombra de la indiferencia, salvado únicamente por el amor incondicional de su hermano mayor, Theo. Fue gracias a él que, a los dieciocho años, Thiago consiguió su primer trabajo como técnico de enfermería en el hospital perteneciente a su familia, un detalle que él se esfuerza por ocultar.
Pero nada podría prepararlo para el impacto de conocer al doctor Dominic Vasconcellos. Frío, calculador y brillante, el neurocirujano de treinta años parece despreciar a Thiago desde la primera mirada, creyendo que no es más que otro chico intentando llamar la atención en los pasillos del hospital. Lo que Dominic no sabe es que Thiago es el hermano menor de su mejor amigo y heredero del propio hospital en el que trabajan.
Mientras Dominic intenta mantener la distancia, Thiago, con su sonrisa dulce y corazón herido, se acerca cada vez más.
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Capítulo 12
El Niño Silencioso
El tiempo, ahora, era medido en bips.
Bips ritmados. Precisos. Fríos.
En la UCI, Thiago dormía — o huía.
El cuerpo quieto. La respiración controlada por máquinas. Los párpados inmóviles.
Theo estaba allí todos los días.
A veces el primero en llegar, siempre el último en salir. Se sentaba en el sillón al lado de la cama y pasaba horas observando al hermano. Como si la mirada pudiera mantenerlo vivo.
— Buenos días, pequeño — decía todas las mañanas, incluso sin respuesta. — Me desperté temprano solo para verte dormir. Qué privilegio, ¿verdad?
Sonreía. Pero era una sonrisa húmeda.
Dominic también aparecía. Llevaba café, mantas, noticias del hospital. Pero lo que más llevaba… era presencia.
— Necesitas comer — decía.
— Ya comí — Theo respondía.
— Mentiroso.
— Estoy hablando con él, Dominic.
Y Dominic respetaba. Se sentaba cerca, en silencio. A veces, leía en voz alta algún fragmento de libro que sabía que a Thiago le gustaba. Otras, solo dejaba la mano cerca de la suya, sin tocar.
Como quien espera permiso incluso para amar.
En el segundo día, Theo llevó un cuaderno. En él, comenzó a escribir cartas para Thiago.
"¿Recuerdas cuando construimos una cabaña en el patio y dormimos afuera, incluso muriendo de miedo? Dijiste que el cielo era muy grande y que te hacía sentir pequeño. Yo te dije que nunca serías pequeño, no para mí."
"Nunca debí haberte dejado solo, Thi. Perdóname. Vuelve a mí."
En el cuarto día, Dominic encontró a Theo con la cabeza apoyada en el borde de la cama, la mano entrelazada a la del hermano.
Dejó un café al lado, pero no dijo nada.
Se quedó allí, observando.
La apariencia de Thiago y de Theo, ellos son similares, Dominic estaba perdido en pensamientos, fue cuando Theo sacó una foto de Thiago aún pequeño,
Y entonces, como si el silencio fuera un portal, Dominic se perdió en recuerdos.
[FLASHBACK — INFANCIA DE THIAGO]
Thiago era pequeño.
Mucho menor que los otros niños de la calle.
Tímido. Reservado.
A los cinco años, ya sabía lo que era el peso del silencio. El peso de un "trágate el llanto" dicho por el padre. La incomodidad en los ojos de la madre cuando él pedía un abrazo.
Era Theo quien lo defendía.
Recordaba una vez, cuando Thiago tenía ocho y volvía de la escuela con un dibujo. Una hoja llena de corazones, nubes y un niño de manos dadas con otro.
— Dibujé a Lucas y a mí — dijo, sonriendo, con las mejillas sonrojadas.
La madre arrancó el papel de su mano como si fuera una ofensa.
— Eso es cosa de niña. ¿Qué quieres ser ahora? ¿Eh?
Y el padre solo observó. En silencio. ¿Aprobación u omisión? Nunca se supo.
Aquella noche, Thiago no cenó.
Se quedó encerrado en el cuarto, abrazado a la almohada. Theo intentó entrar.
— Habla conmigo, pequeño.
Pero no tuvo respuesta.
Fue en esa época que Thiago dejó de dibujar.
Y comenzó a callarse.
[DE VUELTA AL PRESENTE]
— Él ya sufría desde antes de saber que sufría — Dominic dijo, en un susurro, sentándose al lado de Theo.
— Lo sé — Theo respondió, la voz ronca. — Y yo debí haber hecho más. Antes. Mucho antes.
— Hiciste lo que pudiste. Fuiste el hogar que él no tuvo. El ancla. El abrazo.
Theo miró a Dominic. Los ojos rojos, pero llenos de una valentía que solo el amor ofrece.
— ¿Y tú? ¿Por qué todavía estás aquí, Dominic?
Dominic sonrió, casi triste.
— Porque no consigo irme. Y porque amar a alguien también es quedarse, incluso cuando todo se derrumba.
Aquella noche, Theo leyó en voz baja una última carta para el hermano.
— "Si escuchas esto desde donde estés… quiero que sepas que eres mi mejor pedazo. Lo que hay de más puro en mí. No necesitas volver perfecto. Solo vuelve. Con cicatrices, con miedo, con todo. Yo aguanto. Por nosotros dos."
Y entonces, por primera vez en días, algo diferente sucedió.
Un leve movimiento. Casi imperceptible.
La punta del dedo meñique de Thiago se movió.
Theo abrió los ojos, tomó la mano del hermano y murmuró:
— ¿Oíste?
Dominic se acercó, sin aliento.
— ¿Fue real?
Theo sonrió. Una sonrisa llena de esperanza.
— Él todavía está aquí. Él está luchando.
Y en aquel instante, por menor que fuese, la cura — tan quebrada, tan frágil — respiró.