Gritos De Esperanza

Me senté en una esquina de la habitación vacía, rodeada de paredes frías y sin nada que me recordara a mí misma. La ausencia de mis pertenencias y la sensación de pérdida de control me abrumaba. Me puse a llorar, dejando que las lágrimas fluyeran libremente por mi rostro.

Lloré por la pérdida de mi libertad, por la sensación de estar atrapada en una situación que no podía controlar. Lloré por el miedo a lo que el podría hacer conmigo, por la forma en que me miraba y me tocaba. Lloré por la sensación de soledad y desamparo que me invadía.

Las lágrimas caían sobre mis manos, que estaban apoyadas en mis rodillas. Me sentía pequeña y vulnerable, como si no hubiera nada que pudiera hacer para cambiar mi destino. La oscuridad de la habitación parecía cerrarse sobre mí, y me sentí como si estuviera al borde de un abismo sin fondo.

Me sequé las lágrimas con la manga de mi ropa y me levanté, tenía que escapar de allí, antes de que fuera demasiado tarde.

Me acerqué a la ventana y miré hacia afuera, intentando encontrar una forma de salir de la habitación sin ser vista. La oscuridad de la noche me pareció una aliada, y decidí que mi mejor opción era escapar por la ventana.

Me quité los zapatos y me deslicé hacia la ventana, abriéndola con cuidado para evitar hacer ruido. La brisa nocturna me acarició el rostro, sentí un escalofrío de emoción y miedo. Me subí al alféizar y me lancé hacia el suelo, intentando caer con suavidad.

Aterricé con un golpe seco, pero no me detuve. Me levanté y comencé a correr hacia la oscuridad del jardín, intentando encontrar un lugar seguro donde esconderme. Corrí durante lo que me pareció una eternidad, mi corazón estaba latiendo con fuerza en mi pecho.

Finalmente, llegué a un pequeño bosque que rodeaba la mansión, y me sentí un poco más segura. Me detuve a recuperar el aliento y a escuchar si alguien me estaba siguiendo. El silencio era total, y me pareció que había logrado escapar.

Pero mi alegría fue efímera. Uno de los empleados de la mansión, un hombre que había visto merodeando por los jardines, me había visto escapar y había corrido a informar.

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Dentro de la mansión.—Señor, la señorita ha escapado— le dijo, jadeando. —La vi salir por la ventana y correr hacia el bosque—.

Él se puso furioso al escuchar la noticia. Su rostro se ensombreció y sus ojos se convirtieron en dos rendijas de ira.

—¡Buscadla!—, gritó, su voz resono en la mansión. —¡Quiero que la encontréis y la traigáis de vuelta aquí inmediatamente!—.

Los empleados de la mansión se apresuraron a cumplir con la orden de Ares, y pronto el jardín y el bosque estaban llenos de hombres con linternas y perros, buscando a la fugitiva.

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Sentí un escalofrío de miedo al escuchar los gritos de los hombres y los ladridos de los perros, pero no me rendí. Sabía que tenía que seguir luchando si quería mantener mi libertad. Me lancé a correr, intentando esquivar a los hombres y los perros que me perseguían.

Pero ellos eran demasiados, y pronto me vi rodeada. Me defendí con uñas y dientes, golpeando y arañando a mis captores. Uno de ellos me agarró del brazo y me lo torció, intentando inmovilizarme. Me liberé con un grito de dolor y le di un puñetazo en la cara.

Otro hombre me agarró por detrás, rodeándome con sus brazos. Me revolví y le di un codazo en el estómago, intentando liberarme. Pero eran demasiados, y pronto me vi inmovilizada por cuatro hombres fuertes.

Me arrastraron de vuelta a la mansión, mientras yo me debatía y gritaba.

El me esperaba en la entrada, con una sonrisa de satisfacción en su rostro. —Bienvenida de vuelta—, me dijo, con una voz llena de ironía. —No deberías haber intentado escapar. Ahora vas a pagar el precio—.

Me empujaron hacia él, y me agarró del brazo con fuerza. —Vas a ir a la habitación y vas a quedarte allí hasta que yo decida qué hacer contigo—, me dijo.

Me reí con una risa histérica y descontrolada, mientras lo miraba junto a sus hombres con burla y desprecio.

—Ni tú ni tus hombres podrán conmigo—, le dije, con una voz llena de ironía y desafío. La risa parecía brotar de mi interior como un torrente imparable, sentí una sensación de libertad y poder.

El miró a sus hombres, quienes estaban todos golpeados y rasguñados, y su rostro se ensombreció de furia. —¿Cómo te atreves?—, me gritó, su voz resonando —¿Crees que eres superior a mí y a mis hombres?—. Su mirada se clavó en mí como un cuchillo, y pude sentir su ira y su frustración.

Me acerqué a él, sin dejar de reír, y le dije: —No es que crea que soy superior, es que soy más fuerte. Y no solo físicamente—.

Mi voz estaba llena de confianza y determinación, y pude ver el desconcierto en los ojos de el.

Él se enfureció aún más al escuchar mis palabras, y levantó la mano para golpearme. Pero se detuvo en el último momento, y en su lugar me agarró del brazo con fuerza.

—Vas a pagar por esto—, me dijo, con una voz llena de odio. —Vas a aprender a respetarme—. Sentí un escalofrío de miedo al escuchar sus palabras, pero no dejé de mirarlo con desafío. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no me importaba. Estaba dispuesta a luchar hasta el final.

Él ordenó a sus hombres que me llevaran a la habitación, pero me negué a ir con ellos. Empecé a pelear, golpeando y arañando a los hombres que intentaban agarrarme.

El se desesperó y me tomó cargándome en su hombro, intentando controlarme.

Pero yo no me dejé. Le di puñetazos y patadas, intentando liberarme de su agarre. escuché que gruñó de frustración y me sujetó con más fuerza, pero yo seguí luchando. Me retorcí y me sacudí, intentando escapar de su agarre.

Finalmente, después de una lucha intensa, logró llevarme a mi habitación. Me arrojó sobre la cama, y yo me levanté de inmediato, destrozando todo a mi paso. Rompí un jarrón, derribé una lámpara y arranqué las cortinas de la ventana.

Él me miró con una mezcla de furia y admiración de pie observándome, mientras yo seguía destrozando la habitación.

—Eres una verdadera fiera—, dijo, con una voz llena de ironía. —Pero no vas a salirte con la tuya— no me detuve. Seguí destrozando la habitación, intentando liberar mi rabia y mi frustración.

Cuando finalmente me detuve, exhausta y sin aliento, él se acercó a mí y me miró con una intensidad que me hizo temblar.

—¿Ya has terminado?—, me dijo. —Vas a aprender a respetarme—.

—¡Mátame entonces! ¡Acaba conmigo! ¡Eso sería mejor que ser tu esposa!—, le grité

Con una voz llena de rabia y desesperación.

Mi cuerpo temblaba de furia y mi corazón latía con fuerza en mi pecho. —¡No te quiero! ¡No te necesito! ¡Prefiero morir antes que casarme contigo!—, le dije, con una voz que temblaba de emoción.

Él me miró con intriga y furia, su rostro estaba ensombrecido por la ira. Sus ojos se clavaron en mí como dos cuchillos, y pude sentir su odio y su frustración.

—¿Qué te hace pensar que te daría la opción de morir?—, me preguntó, con una voz llena de sarcasmo y desprecio. Su voz era como un látigo que me azotaba el alma.

Me reí con una risa histérica y desesperada, sintiendo que estaba al borde de la locura. —Porque eres un monstruo— le dije, con una voz llena de odio. —Porque no te importa nada ni nadie, excepto tú mismo—. Mi voz era como un veneno que se derramaba sobre él.

Él se acercó a mí, su rostro estaba a centímetros del mío. Pude sentir su aliento cálido en mi piel, y su mirada me hizo sentir como si estuviera a punto de ser consumida por él.

—Te equivocas—, me dijo, con una voz llena de amenaza. —Me importa mucho una cosa.....que seas mía— Su voz era como un juramento que me hacía sentir atrapada.

Sentí un escalofrío de miedo al escuchar sus palabras, y supe que estaba en grave peligro. La oscuridad parecía cerrarse sobre mí, y me sentí como si estuviera al borde de un abismo sin fondo. Pero no me detuve. Seguí gritándole, intentando hacerle daño con mis palabras....