Viviana es la menor de tres hermanas, su vida da un giro inesperado cuando se ve obligada a tomar el lugar de su segunda hermana para casarse con un Despiadado multimillonario y así poder salvar la vida de toda su familia, tras el matrimonio forzado Ares Grey la hace vivir un infierno por venganza... Acompáña a Viviana en esta historia desafortunada.
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Un Trato
Me detuve frente a ella y la miré fijamente. Viviana no apartó la mirada, y pude ver el desafío en sus ojos. Me gusta eso de ella, me gusta que no se rindiera fácilmente.—¿Entonces, ¿por qué te sonrojas?—
Viviana me miró con una mezcla de desafío y curiosidad. —¿Y si fuera así?—me preguntó. —¿Qué pasaría?—.
Me encogí de hombros,—No pasaría nada—, le dije. —Simplemente sería un hecho—.
—No te creas tan importante, mi novio es más joven y está mejor que tu—dijo.
Me reí suavemente al escuchar sus palabras, y la miré con una mezcla de diversión —Ah, ¿sí?— le dije. —¿Y quién es ese joven afortunado que tiene una novia como tú?—.
Viviana se sonrojó de nuevo y pude ver la irritación en sus ojos. —No es asunto tuyo—, dijo. —Pero te diré que él es mucho más atractivo que tú—.
Me encogí de hombros sonriendo. —Bueno, la belleza es subjetiva—, dije. —Pero creo que tengo mis propias cualidades que me hacen atractivo—.
Viviana me miró con escepticismo. —¿Cuáles son esas cualidades?—, me preguntó.
Me incliné hacia ella, sonriendo. —La confianza en mí mismo, por ejemplo—, le dije. —Y la capacidad de hacer que las mujeres como tú se sonrojen—.
Viviana se sonrojó de nuevo, y pude ver la frustración en sus ojos. —Eres un engreído— me dijo. —No tienes idea de lo que es importante en una relación—.
Me reí suavemente. —Tal vez no— dije. —Pero sé que la química entre nosotros es real. Y creo que eso es importante—.
—No hay química entre nosotros—, me dijo. —Solo hay tensión y frustración—.
Me incliné más hacia ella sonriendo. —¿Estás segura de eso?— le pregunté. —Porque yo siento que hay algo más entre nosotros. Algo que podría ser interesante—. Viviana se mordió el labio y pude ver la duda en sus ojos. Me gustó eso de ella, me gustó que no fuera tan segura como parecía.
Le di un beso delicado pero ella me empujó y se levantó de la cama. —No vuelvas a hacer eso—su voz sonaba molesta.
Sonreí ligeramente sintiendo una sensación de satisfacción por haberla besado, —Ya vístete— me dijo saliendo de la habitación.
Me vestí y bajé a desayunar al llegar a la habitación del comedor vi que Viviana ya estaba allí, pero no estaba sola. Mi madre y mi hermana estaban con ella, charlando y riendo juntas. Me detuve en la puerta y dije con un tono serio, —Buenos días—.
Mi madre y mi hermana se volvieron hacia mí y me saludaron con sonrisas. Viviana, por otro lado, me miró brevemente y luego apartó la mirada.
Me senté en la mesa con ellas y comencé a desayunar, escuchando las tonterías que dicen.
—Cuñada, tenemos que salir un día de estos con mis amigas para celebrar— dijo mi hermana.
Su comentario me irritó y la miré con seriedad. —Lucia—, le dije, —¿no crees que te estás olvidando de que Viviana está casada y no puede salir con tus amigas como si estuviera soltera?—Mi tono fue directo y firme, dejando claro mi desaprobación.
Mi hermana se quedó callada por un momento, sorprendida por mi reacción. Luego, sonrió nerviosamente y dijo, —Ay, hermano, no te pongas así. Solo era una sugerencia—. Pero yo seguí mirándola con seriedad, sin relajar mi expresión.
Viviana, por su parte, parecía incómoda, y mi madre intervino para cambiar de tema y evitar cualquier tensión adicional en la mesa. —¿Alguien quiere más café?— preguntó, tratando de desviar la atención.
Mi hermana, después de un momento de incomodidad, se rindió y cambió de tema. —Mamá, ¿has visto mi teléfono? Creo que lo dejé en la sala—. Mi madre respondió —Sí, lo vi allí. Ve a buscarlo—. Mi hermana se levantó de la mesa y salió de la habitación todavía con una sonrisa nerviosa en su rostro yo seguí comiendo en silencio.
Mi madre se levantó de la mesa —Voy a ayudar a tu hermana a encontrar su teléfono— dijo, sonriendo, y salió con Lucia. Me quedé solo con Viviana en la mesa, el silencio entre nosotros era tenso y palpable. La miré brevemente, pero ella no levantó la vista de su plato, siguió comiendo en silencio.
—¿Ares?— dijo —Mm mm respondí viendo mi plato. —Puedo pedirte algo—. Su voz fue baja y neutral, sin levantar la vista de su plato.
Dejé los cubiertos sobre la mesa y levanté los codos, apoyándolos en la mesa, para prestarle toda mi atención. Ella me miró y pude notar en su rostro una batalla campal por no saber cómo decirme.
Finalmente, me dijo, —Me puedes dar mi celular?—Su voz fue suave y tentativa, como si estuviera pidiendo algo que sabía que no iba a gustarme.
Me sorprendió lo que me pedía y me debato en ssíhacerlo o no.
—¿Tu celular?—, y para qué, dije, mi voz sonaba con un tono de curiosidad como si estuviera cuestionando la necesidad de que ella tuviera su teléfono. Mi mirada se sostuvo en la suya, expectante y ligeramente desafiante.
La miré fijamente, esperando a que respondiera y justificara por qué necesitaba su celular.
Viviana se movió incómoda en su silla, y pude notar que estaba eligiendo sus palabras con cuidado antes de responder.
—Lo necesito, quiero llamar a mis padres saber de mis hermanas y mis amigos—.dijo por fin.
—¿Llamar a tus padres?—, repetí con un tono de escepticismo. —¿Para qué? ¿Qué pasa con tus hermanas y tus amigos?— pregunté como si estuviera tratando de entender qué estaba pasando y por qué necesitaba su celular.
—Ares, por favor, no te comportes así—, me dijo con su voz suave y suplicante como si estuviera pidiéndome que cediera y le diera su celular sin hacer más preguntas.
—¿Qué me darás a cambio?—, pregunté. Mi mirada se sostuvo en la suya, expectante y ligeramente divertida, como si estuviera disfrutando del juego de negociación.
Viviana me miró fijamente, pensativa, y luego sonrió ligeramente. —Te daré... mi postre— dijo rodando su plato hacia mí.
Me encogí de hombros, pensativo y luego negué con la cabeza llevando mis manos a mis sienes entendiendo que me case con una niña literal.
Levanté mi cabeza y dije, —No es suficiente—, Viviana se mordió el labio pensativa y luego dijo, —Está bien... ¿qué quieres?—. Su voz fue un poco más segura esta vez, como si estuviera dispuesta a ofrecer más para conseguir lo que quería.
Le di una leve sonrisa que casi ni se nota y le dije —Sorpréndeme— Mi voz fue baja y sugerente, con un toque de desafío y curiosidad. Viviana me miró fijamente y sus ojos azules brillaban con una mezcla de determinación y creatividad.
—No sé que quieres Ares, si me lo dices me facilitaras más las cosas—dijo mirando sus manos.
—En la habitación?— le dije mirándola con deseo, —Sí, en la habitación—repitió, con su voz apenas audible.
Me acerqué a ella y pude sentir su calor —Me parece un trato justo—, dije finalmente, Viviana sonrió y se acercó más a mí, —Entonces, ¿me das mi celular?— susurro en mi oído.
—Más tarde te lo entregaré, tengo que llamar a mis hombres para que lo vayan a recoger a casa de tus padres—, dije
—¿Puedo ir también?—dijo. La miré fijamente mientras me pedía permiso para ir con mis hombres a recoger su celular a casa de sus padres. —No, no es necesario—le dije con firmeza.
—Mis hombres se encargarán de recoger el celular. Tú no tienes que ir—. Viviana insistió, —Pero quiero ir— dijo.
La miré con una expresión seria. —No, Viviana. Esto es solo un recado. Mis hombres lo recogerán y lo traerán de vuelta. No hay necesidad de que tú vayas—, repetí, Viviana me miró durante un momento, —tengo que recoger algunas cosas— insistió.
—¿Qué cosas?—, pregunte. Viviana sonrió ligeramente y se encogió de hombros. —Solo algunas cosas que necesito— dijo, su voz era suave y evasiva.
La miré durante un momento, estudiando su rostro. —No, Dijiste que solo era el celular. Mis hombres se encargarán de eso— respondí, Viviana me miró con una mezcla de determinación y súplica en sus ojos.
—Por favor, Ares. Necesito ir—dijo, su voz llena de emoción. La miré con firmeza, —Está bien, pero recuerda que solo irás a casa de tus padres y que no hablaras con nadie más que no sean ellos— dije finalmente, sonrió satisfecha y se acercó a mí. —Gracias, Ares—, dijo, —Me voy a arreglar—, mientras Viviana se levantaba de la mesa y se dirigía hacia la habitación.
Saqué mi teléfono y marqué el número de uno de mis hombres de confianza. —Necesito que vayan a casa de mis suegros a recoger un celular.
Asegúrense de que mi esposa no tenga contacto con nadie más que no sean sus padres. No quiero que hable con nadie, ni que se acerque a nadie. ¿Entendido?— dije, mi voz firme y autoritaria. La persona al otro lado del teléfono asintió, aunque no podía verla. —Entendido, jefe. Lo haremos como usted lo ordene—. Colgué el teléfono y me quedé pensativo por un momento, asegurándome de que todo estuviera bajo control...