La Rebelde Mila Y El Mafioso.

—¿Que pasa ahora tienes guardaespaldas?

—Siempre los he tenido—me mira de reojo, conduce muy rápido y mi teléfono no deja de sonar.

—Es mi hermano, ¿qué le digo?

—No respondas todavía, espera un poco.

—¿Para dónde vamos?

—A otro lugar, es importante que sigas como si nada, no puedes decirle que te casaste, no todavía.

—¿Entonces debo fingir esta noche?

—Si debes hacerlo, yo vendré por ti en el momento oportuno, no te preocupes que no te vas a volver a casar con él, tú decides tu vida—Me presiona la mano.

Se siente tan extraño, no sé por qué continua con las manos frías, ¿será que le sucede algo?

Se estaciona en un parque y saca una bolsa que contiene otra ropa—ponte esto, no puedes llegar así a tu casa, de lo contrario van a sospechar.

Saco lo que hay dentro y es un conjunto deportivo.

—No puedo hacer ejercicios en tacones, no será creíble—Ruedo los ojos.

¡Maldición!, no pensé en eso.

El parque es bastante concurrido y hay muchas tiendas, me pregunta que número calzo y se baja.

—Cámbiate mientras vuelvo—se va.

¿Por qué es tan precavido para todo?, siempre va un paso adelante.

Me coloco la ropa y llega con unos zapatos hermosos, por los menos buenos gustos tiene, ya sé con quién salir de compras. Qué estupideces estoy pensando, solo es cuestión de tiempo para volver a América con mis amigos.

Solo eso me alivia, saber que seré una mujer libre, claro mi padre no se quedará tranquilo tan fácilmente, él hará su lucha, no le servirá de nada, pero tendrá que acostumbrarse.

—lista—me mira con tanta intensidad, cada vez que lo hace siento que algo recorre mi cuerpo.

—¿Cuándo vendrás?

—Pronto no te desesperes, si me llamas o escribes y no respondo no te alarmes, solo estoy muy ocupado, me tomé un respiro, pronto sabrás todo lo que tienes que saber, ahora contesta tu celular, diles que estás aquí haciendo ejercicios.

Está bien—asiento varias veces.

Toma mi rostro entre sus frías manos y me da un beso en los labios, por inercia cierro los ojos.

—Ahora sí, marido y mujer—me guiña un ojo, sube a la camioneta y se va.

El teléfono vuelve a sonar—¿Qué pasa?, ¡que fastidio!—Respondo.

—¿Que demonios crees Mila?— es mi padre hecho una fiera.

—Papá calma, te puede dar algo, respira profundo—Es que lo puedo imaginar, cómo un toro bravo, echando humo por la boca.

—¿Dónde demonios estás?

—En el parque de la quinta, no sé cuál es. . . pu, pu, pu— Me colgó.

Respiro profundo, no puedo echarme para atrás ahora, pase lo que pase ya está hecho, lo que yo quería, está hecho.

Una camioneta, dos, tres, cuatro, qué exagerados son.

Mi papá y mi hermano se bajan con la camioneta todavía en movimiento.

Mi papá me agarra de un brazo tan fuerte que creo que me lo va a romper.

—¿Ahora me vas a pegar?— lo enfrentó—Es lo único que te falta.

—Me haces perder la paciencia, no te puedes imaginar lo preocupados que estamos, y Más todavía cuando nos llaman para decirnos que muy pronto tendré que aceptar el trato que me hicieron—se mira entre molesto y preocupado.

—Lo siento papá, no pensé que de verdad estuvieran preocupados—Siento remordimiento.

—Inconsciente—Dice mi hermano y me abraza—Casi nos matas de un susto.

Siento pena, de verdad no pensé que la cosa fuera tan seria.

Mi padre es el mayor exportador de Oro en el país, cuenta con dos grandes refinerías, es por esto que mi padre es tan precavido, ya que hay muchas personas que quieren tener ese poder, a mí como nunca me ha interesado ese mundo lleno de avaricia, y maldad, no es malo tener tanto dinero y poder, lo malo es tener que vivir preso de todo, para muestra un botón, no puedo ni respirar con tranquilidad sin tener a 300 hombres de tras de mí, (estoy exagerando), las amenazas constantes, y los mafiosos queriendo meterle mano al oro de mi padre, somos vecinos de Italia, un país donde abunda la mafia. De regreso a la mansión, mi mamá me abraza llorando cuando entro, hay mucha gente, entre los preparativos de la fiesta y la locura que hice esto está hecho un caos.

—A las ocho llega tu prometido, espero estés lista, sin dramas, sin berrinches, sin sorpresas.

—No te preocupes, papá todo estará bien.

Subo a la habitación y unos jodidos, ojos azules, no me dejan la mente quieta, me da mucha curiosidad saber por qué tiene las manos tan frías.

Me acuesto un poco, igual no tengo nada que hacer y es muy temprano para comenzar a arreglarme.

Despierto alterada, no puedo creer todavía que me haya casado, no hay anillo, no es el matrimonio que hubiera querido, solo espero que al volver a América pueda conseguir a un buen hombre que me ame, y me valore.

Me doy un baño, me voy a poner hermosa, no quiero que digan que no hice mi mayor esfuerzo, el vestido que compre es sencillamente hermoso.

Dejando ver todos mis atributos a la perfección, es un vestido negro corto acampanado con escote corazón, me encanta, me hace lucir como una verdadera zorra, ese conde debe arrepentirse de querer casarse conmigo.

Maquillo mi rostro con maquillaje exagerado, los labios color rojo pasión, el cabello con ondas en las puntas, me miró al espejo y me veo sencillamente fantástica.

Una de las chicas de servicio llega a avisarme que me esperan en el salón.

¿Será que mi prometido ya llegó?, qué nervios.

Bajo las escaleras, mi mamá me mira y rueda los ojos, mi padre frunce el ceño y mi hermano solo niega.

—No te parece que estás muy— me mira— muy escotada, no vas a una discoteca, vas a conocer a tu futuro esposo—Reprocha mi madre.

—Que sepa de una vez con quien se va a casar.

Disculpe señor, el conde Birchmeier ha llegado.

Me paro firme a la espera del hombre que pretende hacerme su esposa.

Lo primero que llega es un rico olor a perfume, creo que se lo coloco todo, no huele mal por lo menos.

Siento que los ojos me mienten cuando lo veo entrar, esto tiene que ser una maldita broma.

Mila Kunis

Kenán Keller ó Horacio Pocaterra