Me Enamoré, Del Despiadado CEO

Capítulo nueve

Emilia estaba muy feliz de saber que Fátima iba a ir a verla, por lo que le preguntó a Federico si había alguna parte de la casa que ellas no pudieran recorrer. Ya que no quería molestar a su esposo en caso de que este se enterara. El mayordomo le comentó que había una parte de la casa, la cual debía ser vaciada por orden de su suegro, y que los empleados estarían trabajando ahí todo el día. Por lo que, por el resto, exceptuando la habitación de Marco, podrían ir a cualquier parte.

—Entiendo, tampoco somos niñas de quince años. Nunca entraría a su dormitorio sin que él me autorizara —Emilia estaba tan feliz de recibir a su amiga que nada le importaba, incluso que Federico le recordara algo que era obvio.

—Si me permite, debo seguir trabajando —dijo Federico, sin poder evitar sentirse avergonzado. Su señora se veía muy bella cuando sonreía, y llena de vida. Si su jefe la viera así, estaba seguro de que pronto se enamoraría de ella, ya que la muchacha tenía un brillo especial.

Emilia le dio las gracias por ser tan amable y después de que fue a ponerse algo de ropa cómoda. Al ver su armario se sintió feliz como cada vez que lo abría. Aunque la ropa era vieja, pertenecía a su madre y colocársela la hacía sentirse más cerca de ella. Algo que parecía tonto para algunos, por lo que no solía revelar que había modificado ella misma cada prenda para poder usarla hasta que se rompiera por completo. Lo malo era que estaba tan gastada que ya no sé lucia como antes. Aunque ella tenía el mismo tamaño desde los trece años, algunas prendas debía tirarlas y eso le dolía.

Por otro lado, estaba pensando que debería preguntarle a su amiga dónde compraba ella su ropa, ya que cuando su esposo volviera, debían ir juntos a una fiesta a la que habían sido invitados. No podía asistir luciendo la ropa que solía utilizar en casa. En este momento no le servía de nada la ayuda de la tijera, el hilo y la aguja, porque no tenía tela con la cual trabajar. Ella había aprendido a coser, porque su padre no le compraba ropa. Eso la había ayudado en muchas ocasiones, aunque en esta ocasión sería difícil. Tal vez ahora podría ir a alguna tienda y comprar tela para hacerse un vestido. Aunque nunca había empezado uno desde cero y le daba algo de miedo.

Cuando llegó Fátima ambas gritaron felices de verse. ¿Qué eran estas dos chicas que se mimetizaban con tanta facilidad? La muchacha estaba admirada por lo bella que era la casa en la que Emilia vivía. Mientras la recorrían le preguntó un montón de cosas que Emilia debió anotarse para preguntarle luego a Federico, porque no sabía la respuesta.

¿Se podía nadar en la piscina pese a que no era verano? ¿O si el cocinero estaba a las veinticuatro horas del día en la casa?

—Hace menos de una semana que vivo aquí, y siempre con el ojo vigía de Marco —sonrió Emilia haciendo un chiste.

—¿Cuál es el problema de tu esposo? Si tú eres una chica preciosa, simpática, buena —Fátima decía esas cosas de corazón, lo que hacía que Emilia se pusiera feliz.

—Me parece que te gustaría casarte conmigo —dijo Emilia riendo.

—Si nos quedamos con esta casa, olvídalo, mañana firmo el contrato. La pasaríamos genial —dijo Fátima riendo.

Las dos conversaban muy a gusto mientras paseaban por la parte trasera de la casa cuando de repente vieron que los empleados estaban sacando algunas cosas del sótano. Ese lugar para Emilia significaba soledad, por lo que trató de pasar de largo. Sin embargo, Fátima le pidió que esperara, ya que había visto algo que le pareció extraño.

—Mira toda esa ropa, y hay una máquina de coser —Fátima parecía muy entusiasmada—. Dijiste que te gustaba coser y que incluso la ropa que llevas era de tu madre. ¿Por qué no te quedas con la máquina y toda esa ropa? Podemos ajustarla a tu medida y no necesitarás comprar tela.

—Deja que pregunte por qué tal vez sea importante —indicó Emilia, ya tenía demasiados problemas con Marco.

—Disculpen, ¿Qué harán con esas cosas? —preguntó Emilia a uno de los empleados.

—El señor Federico nos pidió que lo tiráramos, ya que el señor Echeverría quiere reparar el sótano —dijo este y ambas amigas se miraron felices.

Emilia pensó que, por el hecho de que iban a regalar las cosas, podía quedarse con algunas y usarlas ella, así que junto a Fátima tomaron todas las prendas de mujer que había y algunas que no lo eran también.

—Esto es increíble, es mucha ropa de muy buena calidad, ya quiero ver cómo eres capaz de modificarla —dijo Fátima entusiasmada.

Emilia dudó por un momento. Se puso a reflexionar, ¿esto le pertenecía alguna de las novias de su esposo? Sin embargo, su amiga no tardó mucho en buscar uno de los vestidos para pasárselo para que ella lo arreglara.

—Este es increíble, serás quien más luzca el sábado en la fiesta —Fátima estaba muy animada. Nunca había tenido una amiga como Emilia, tan capaz de hacer cosas como esas—. Algún día asistiré a esas fiestas contigo y tendrás que hacerme un vestido elegante para mí.

—Está bien, te tomo la palabra —sonrió Emilia mientras tomaba medidas y cosía. Fátima estaba recostada en su enorme cama.

—Espera, tengo unos zapatos que te quedarían genial, pero tengo un talle más grande que tú —dijo y buscó su móvil—. Te mostraré una foto y si te gustan te los traeré y veremos cómo podemos hacer para que te queden bien.

—Te lo agradezco mucho, no se quería sin ti —dijo Emilia con lágrimas en sus ojos—. Toda esta situación es nueva para mí. Por lo que por momentos me pongo tensa y no puedo disfrutar de saber que al fin estoy con el hombre que amo.

—Eso debes contarme. ¿Por qué amas tanto a Marco? Se supone que sus padres los obligaron a casarse. ¿Ya lo conocías?

Autora: Osaku