Viviana es la menor de tres hermanas, su vida da un giro inesperado cuando se ve obligada a tomar el lugar de su segunda hermana para casarse con un Despiadado multimillonario y así poder salvar la vida de toda su familia, tras el matrimonio forzado Ares Grey la hace vivir un infierno por venganza... Acompáña a Viviana en esta historia desafortunada.
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Una Por Otra
Mi madre se sentó a mi lado y me tomó la mano. —Viviana, no sé que va a pasar— me dijo en voz baja. —Pero creo que tiene que ver con que tú hermana no aparezca. Tu padre está muy nervioso y asustado—.
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La escena en la sala era tensa y opresiva. El hombre sentado en el sofá parecía relajado, con una expresión de calma en su rostro mientras tomaba un trago de coñac.
Su pantalón de tela se ajustaba a su cuerpo de manera perfecta, y su camisa negra con las mangas dobladas hasta los codos dejaba ver sus brazos tatuados.
—¿Dónde está tu hija?— preguntó con voz calmada, sin levantar la mirada de su bebida.
Mi padre lo miró con preocupación, sin saber qué decirle. El hombre levantó la mirada y lo observó con una expresión intensa.
—No me gusta repetir las cosas dos veces—, dijo con voz irritada, separando las sílabas de cada palabra. —Pero seré amable esta vez. ¿Dónde-está-tu-hija?—
Mi padre se quedó paralizado, sin saber qué hacer. De repente, dos hombres se acercaron a él y lo sujetaron con fuerza. Mi padre intentó forcejear, pero no pudo escapar.
—Está bien, está bien—, dijo con voz asustada. —Huyó... no la he podido encontrar—.
El hombre del sofá lo miró con una expresión de desinterés, como si la respuesta de mi padre no fuera importante.
Tomó otro trago de coñac y se reclinó en el sofá, sin dejar de mirar a mi padre con una intensidad que parecía penetrar su alma.
La escena era aterradora el hombre sonrió y se burló en voz alta, su risa era petrificante y daba escalofríos. La habitación se quedó en silencio, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Luego, dijo con una voz que parecía cortar el aire:
—Te di mucho dinero por tu hija y vine por ella. No estoy dispuesto a irme de aquí con las manos vacías—.
Mi padre se quedó lívido, con voz temblorosa dijo: —Lo siento, dame más tiempo y la encontraré—.
El hombre lo miró relajado, tomó todo el líquido del vaso de un sorbo y luego dijo con una sonrisa cínica: —La paciencia y yo no nos llevamos muy bien—.
Mi padre se quedó sin saber qué hacer, el hombre se levantó y se acercó a él.
Su presencia era imponente, y su mirada parecía penetrar el alma de mi padre.
—Vine aquí por una de tus hijas—, dijo con una voz fría —Y con una me iré. Ya que fuiste un padre inservible que no pudo controlar a su hija dejándola huir...—
Hizo una pausa, y su mirada se dirigió hacia mí, como si pudiera verme a través de las paredes. Desde mi habitación mi corazón se detuvo, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
—Me llevaré a la otra—, dijo con una sonrisa cruel.
Mi padre se quedó sin aliento.— Pero señor es muy joven aún—dijo mi padre
—Eso no me importa—, respondió el hombre con una voz fría y despiadada.
—La edad no es un problema para mí. Lo que quiero es una de tus hijas, y como no puedo tener a la que quiero, me llevaré a la que tengo a la mano—.
Mi padre se quedó sin palabras, suplicando con la mirada, pero el hombre no parecía conmovido. Se acercó a él y lo miró con una expresión de desprecio.
—No te preocupes por ella— dijo. —La trataré bien... mientras me sea útil—.
El hombre se volvió hacia sus hombres y les hizo un gesto con la cabeza. —Vayan por ella—, dijo.
Mi padre gritó de inmediato, su voz sonaba desesperada resonando en la habitación. —¡Permítame ir a mi para decirle y traerla aquí!—suplicó, con su rostro desencajado por la ansiedad.
El hombre lo observó con una sonrisa maliciosa, disfrutando del miedo y la desesperación de mi padre. Se tomó su tiempo para responder, saboreando el momento.
—Tienes 5 minutos—, dijo finalmente, tomando asiento en el sofá mientras pedía a uno de sus hombres que le sirviera otro trago. —Si no la traes aquí en ese tiempo, te aseguro que las cosas no serán agradables para ti ni para tu hija—.
Mi padre asintió frenéticamente, su rostro sudoroso y pálido.
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Mi padre subió a mi habitación con una expresión de angustia en su rostro. Sus ojos grises, normalmente brillantes y llenos de vida, estaban apagados y llenos de desesperación.
Mi madre y yo nos levantamos de la cama con sorpresa, notando el cambio en su semblante.
—¿Qué pasa, Enrique?—, preguntó mi madre, llena de preocupación.
Pero mi padre no respondió de inmediato. Se quedó de pie en la habitación, con la mirada fija en el suelo, como si estuviera procesando las palabras que iba a decir. Su respiración era agitada, y su rostro estaba pálido.
—Papá—, le dije, acercándome a él con preocupación. —¿Qué pasa? ¿Qué está sucediendo?—.
Mi padre levantó la mirada y me miró con ojos llenos de dolor y desesperación. Su voz tembló cuando habló, y supe que algo estaba muy mal.
—Viviana—, dijo, con su voz apenas audible. —Tienes que... tienes que ir con ellos—.
—¿Qué?—, gritó mi madre, su voz estaba llena de incredulidad y horror.
—¿Qué pasa, papá? ¿Por qué?—, pregunté con desesperación, sintiendo que mi mundo se derrumbaba.
Mi padre se acercó a mí y me tomó de los brazos, con su mirada suplicante.
—Lo siento, Viviana—, dijo, su voz temblando. —No tengo otra opción. Tienes que ir con ellos en lugar de Tania. No puedo hacer nada para evitarlo—.
Mi madre se interpuso entre nosotros, su rostro desencajado por la rabia y el dolor.
—¿Qué estás diciendo, Enrique?—, gritó. —¿Cómo puedes hacer esto? ¡Es nuestra hija! ¡No puedes entregarla a esos hombres!—.
Mi padre se derrumbó, su rostro cubierto de lágrimas. —No tengo opción— repitió, con voz rota. —Si no lo hago, nos matarán a todos. No puedo arriesgarme a perderlas a todas—.
Mi madre se quedó sin aliento, su rostro esta pálido de horror. —¿Qué has hecho, Enrique?— susurró. —¿Qué has hecho para que nos encontremos en esta situación?—.
Mi padre se encogió de hombros,su mirada era baja. —No importa lo que haya hecho—, dijo. —Lo importante es que ahora tenemos que hacer lo que ellos quieren. Viviana, tienes que ir con ellos—.
Me sentí como si estuviera en un sueño, como si todo esto fuera una pesadilla de la que pronto despertaría. Pero sabía que no era un sueño. Era la realidad, y estaba sucediendo de verdad.
—¿Qué me harán?—, pregunté, mi voz temblaba.
Mi padre se encogió de hombros de nuevo. —Solo quiere una esposa—, dijo. —Era el lugar de tu hermana, ella se fue y por eso tienes que ir con ellos. No hay otra opción—.
Mi madre se lanzó hacia adelante, abrazándome con fuerza. —No te dejaré ir—, dijo, su voz llena de lágrimas. —No te dejaré ir con ellos—.
—Papá, por favor, no lo permitas—, le supliqué, de rodillas con mi voz llena de desesperación.
—Yo no puedo casarme aún, tengo planes para mi vida. Tengo que entrar a la universidad, estudiar mi carrera, ser una profesional. No quiero esto—.
Mi padre me miró con ojos tristes, su rostro estaba lleno de dolor. —Lo siento, Viviana—, dijo, su voz suave.
—No puedo hacer nada para cambiar esto. Es demasiado tarde. Ya he dado mi palabra—.
Me sentí como si mi mundo se estuviera derrumbando. Todo lo que había planeado, todo lo que había soñado, se estaba esfumando ante mis ojos. La universidad, la carrera, la independencia... todo parecía estar fuera de mi alcance ahora.
—Pero papá—, insistí, mis ojos se llenaron de lágrimas. —No puedo hacer esto. No estoy lista para casarme. No estoy lista para dejar mi vida atrás—.
Mi padre se acercó a mí y me abrazó, su rostro estaba lleno de compasión. —Lo siento, Viviana—, repitió. —No tengo otra opción. Tienes que hacer esto por nuestra familia—.
Me derrumbé a llorar sobre el suelo, mi madre se agachó y me abrazó, no podía creer que las vidas de mis padres y mis hermanas dependieran de mí y de que me casará.
Esto no podía estar sucediendo en estos momentos, necesitaba despertar de este sueño tan amargo en el que estoy envuelta ahora mismo...