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LO Difícil De Amar

LO Difícil De Amar

Status: En proceso
Genre:Amor-odio / Diferencia de edad / Mujeriego enamorado
Popularitas:1.5k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

Ella tiene 17, él 25.
Ella quiere vivir, él quiere estabilidad.
Ella apenas empieza, él ya está listo para formar una familia.
No tienen nada en común... excepto lo que sienten cuando se miran.

Lía no está buscando enamorarse. Oliver no puede permitirse hacerlo. Pero el destino no siempre pregunta.
Un roce de manos, una conversación a medianoche y el miedo de amar cuando no se debe…
Una historia dulce, intensa y real sobre el amor que llega en el momento menos adecuado… o tal vez, en el más perfecto.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 21

Narrado por Oliver

El proyecto terminó.

No de la forma gloriosa que muchos esperaban, ni con una fiesta de cierre ni con brindis. Solo un apretón de manos, carpetas cerradas, y un silencio que yo agradecí más de lo que debería. Tomé mis cosas, dejé a Valeria con sus intenciones y sonrisas vacías, y conduje sin parar, como si el auto también supiera que debía llevarme de regreso a ella.

A mi Lia.

No le avisé.

No le escribí.

No podía perder ni un segundo en explicaciones. Lo único que quería era verla.

Eran cerca de las siete cuando llegué a su casa. Las luces estaban encendidas, pero no había ruido de música ni movimiento de gente. Por un momento pensé que quizás sí había ido al baile. Quizás al final alguien la convenció. Alexander, tal vez.

Pero al tocar la puerta, me abrió ella.

Con pijama.

El moño desordenado.

La cara limpia, sin maquillaje.

Y los ojos... Dios, sus ojos. Se abrieron como si hubieran estado esperando este momento. Como si me hubieran invocado sin decir palabra.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz bajita, sorprendida.

—No tenía dónde más estar —le respondí.

No me invitó a pasar. Solo agarró una chaqueta ligera, cerró la puerta detrás de ella y me siguió hasta el coche. No preguntó a dónde íbamos. Solo subió, con esa paz que uno tiene cuando sabe que está en el lugar correcto.

Manejé por un rato sin decir nada. Ella tampoco hablaba. Tenía las manos juntas sobre las piernas, su mirada fija en la carretera. Le robaba miradas a escondidas. Seguía siendo hermosa, incluso más que antes. Más tranquila. Más real.

Llegamos al claro que había descubierto meses atrás, donde las luces de la ciudad no alcanzaban y el cielo se abría en un mapa infinito de estrellas. Apagué el motor. Bajamos del coche y nos sentamos sobre la manta que había traído, como si lo hubiera planeado.

—¿Así que no fuiste al baile? —pregunté al fin, buscando su mirada.

—No tenía ganas —dijo, encogiéndose de hombros—. Nunca tuve ganas, en realidad.

—¿Y eso?

—Porque me gusta estar con alguien que me haga sentir especial sin tener que ponerme tacones ni fingir que me importa la música.

Sonreí.

Me acerqué un poco más. Ella bajó la mirada, tímida.

—¿Sabes? —le dije—. Todo este tiempo, intentando mantenerme lejos de ti, no hizo más que acercarme más. Pensaba que estaba haciendo lo correcto. Que darte espacio era lo responsable. Que esto... que nosotros, no tenía sentido.

—¿Y ahora qué piensas? —preguntó con voz suave, pero segura.

La miré.

Le aparté un mechón de cabello del rostro.

—Ahora pienso que estaría loco si dejo pasar algo tan bonito por miedo.

Lia no respondió.

Solo se inclinó hacia mí. Su frente tocó la mía. Cerró los ojos.

Y yo la besé.

Sin dudas.

Sin pausas.

Sin miedo.

Fue un beso lento. Lleno de todo lo que habíamos callado. De todas las veces que fingí estar bien lejos de ella, y de todas las veces que ella me esperó sin decirlo. Un beso que me hizo sentir que, por fin, había regresado a casa.

Nos quedamos mirando las estrellas. En silencio.

Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que el mundo estaba exactamente como debía estar.

Ella a mi lado.

Y yo, suyo.

[...]

No hay mucho en este apartamento.

Un sofá.

Una mesa improvisada con dos sillas.

Un colchón en el suelo.

Y ella.

No necesito nada más por ahora.

He vivido rodeado de comodidades toda mi vida. Casas grandes, muebles caros, viajes, autos, cenas de etiqueta... pero estar aquí, con una taza de café tibio y Lía sentada sobre mis piernas viendo catálogos de muebles desde su celular, se siente más mío que cualquier cosa que haya tenido antes.

—¿Y si te compro una lámpara con forma de dinosaurio? —dice de pronto, mostrándome la pantalla.

—¿Una lámpara? ¿De dinosaurio? —respondo con una ceja levantada.

—Sí, sería como tu guardián por las noches —ríe bajito y vuelve a mirar el celular.

Yo río con ella. No puedo evitarlo. Esa risa suya me acomoda el alma.

Me recuesto un poco más en el sofá, sintiendo el calor de sus piernas sobre las mías. Sus dedos se enredan suavemente en mi cabello, justo en la nuca, y esa simple caricia me deja sin aire por dentro.

Me tranquiliza.

Me desarma.

Me recuerda que a pesar de todas las razones que me he dado para mantenerme lejos, su presencia es mi lugar seguro.

—No puedo creer que estés empezando desde cero —murmura—. Podrías tener todo listo en un día si quisieras.

—Lo sé —respondo con sinceridad—. Pero no quiero lo fácil. No esta vez.

Ella me mira. Ladea la cabeza un poco, como hace siempre cuando algo le parece curioso.

—¿Por qué?

—Porque... necesito demostrarme que puedo. Que no soy solo el hijo de mis padres. Que la arquitectura que estudié cuatro años sirve para algo más que decirlo en voz alta.

—Pero tú ya sabes que puedes —dice como si fuera obvio.

—Tal vez... pero quiero sentirlo. Construir algo desde cero. Aunque sea este pequeño apartamento.

Me observa un segundo más. Luego se acurruca contra mí, su cabeza en mi hombro.

Todo lo que es Lía cabe perfecto en ese rincón de mi pecho.

—Me gusta este lugar —susurra—. Aunque esté vacío.

—¿Por qué?

—Porque estás tú —responde sin pensarlo—. Y porque puedo verte construirlo con tus propias manos. Es como si estuviera viendo a Oliver, el de verdad.

Sus palabras me atraviesan de una forma suave, pero profunda.

Yo que venía a esta ciudad huyendo un poco del mundo, queriendo estar solo…

Y ahora la tengo aquí, pequeña, cálida, ruidosa y dulce… llenando cada rincón con su risa y su ternura.

—No sé qué estás haciéndome, Lía —le susurro casi sin darme cuenta.

—Estoy viendo sofás —responde inocente, como si no supiera que su sola existencia está cambiando todo en mí.

—Claro, eso... —le sonrío.

Y por un momento me permito olvidar los "no se puede", los "es complicado", los "es muy joven", y todo lo que me he repetido para mantener una distancia que ya ni sé si tiene sentido.

En este sofá viejo, en este apartamento vacío, tengo todo lo que necesito.

A ella.

Sus caricias suaves en mi nuca.

Y un silencio cómodo que me dice que, tal vez, esté empezando a construir algo mucho más importante que un hogar.

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Lorena Espinoza
Lia y Oliver juntos son todo lo está bien🥰Los amo🫶🏻
Hermosa historia gracias F1or😉
Lorena Espinoza
Oliver😍😍😍
Eunice Velasquez
es muyyyy buena la novela
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