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Tuve Un Hijo Con Un Villano

Tuve Un Hijo Con Un Villano

Status: Terminada
Genre:Posesivo / Arrogante / Villana / Época / Romance / Embarazo no planeado / Completas
Popularitas:1.6M
Nilai: 4.9
nombre de autor: AMZ

Tras una noche en la que Elisabeth se dejó llevar por la pasión de un momento, rindiendose ante la calidez que ahogaba su soledad, nunca imaginó las consecuencia de ello. Tiempo después de que aquel despiadado hombre la hubiera abrazado con tanta pasión para luego irse, Elisabeth se enteró que estaba embarazada.
Pero Elisabeth no se puso mal por ello, al contrario sintió que al fin no estaría completamente sola, y aunque fuera difícil haría lo mejor para criar a su hijo de la mejor manera.
¡No intentes negar que no es mi hijo porque ese niño luce exactamente igual a mi! Ustedes vendrán conmigo, quieras o no Elisabeth.
Elisabeth estaba perpleja, no tenía idea que él hombre con el que se había involucrado era aquel que llamaban "el loco villano de Prusia y Babaria".

NovelToon tiene autorización de AMZ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 19

El tren avanzaba con el traqueteo constante de las ruedas sobre los rieles, dejando atrás el grisáceo perfil de Potsdam. Heinrich se mantenía inmóvil en su asiento, los codos apoyados en los apoyabrazos de madera y los dedos entrelazados, mientras su mirada se perdía en el paisaje desenfocado tras la ventanilla. A su alrededor, los demás pasajeros conversaban en voz baja o hojeaban periódicos, pero él apenas notaba su presencia.

No podía dejar de pensar en ella.

Al principio, se dijo que era preocupación profesional. Después de todo, Elisabeth estaba a término, y aunque su salud era buena y el bebé mostraba signos firmes de fortaleza, era una paciente sin apoyo familiar, sin esposo y con un pasado desconocido. Él solo cumplía su deber. Solo eso.

Pero era mentira.

Desde el momento en que la dejó en su puerta, con esa sonrisa tranquila y las palabras de aliento que le ofreció, Heinrich sintió una punzada en el pecho. Una especie de vacío que lo sorprendió por su intensidad.

No era la primera vez que Elisabeth le provocaba algo que no sabía nombrar.

Sus gestos simples, su forma silenciosa de agradecer, su mirada fuerte y serena cuando defendía lo suyo… y esa ternuraque la caracterizaba. Era sincera, como un lago cristalino, con sus sentimientos y deseos, sí le gustaba algo lo diría, sí no le gustaba también, había fortaleza en aquella figura tan delicada, había firmeza en sus desiciones, había bondad en sus formas y acciones, lo que no había era malicia o codicia, Heinrich se dio cuenta, casi con vergüenza, de que llevaba meses observando más de lo que debía. De que había esperado cada visita, cada excusa para pasar por su casa, con una impaciencia que antes atribuía al sentido del deber.

Ahora no podía mentirse.

—¿Desde cuándo?—, se preguntó en silencio. ¿Desde cuándo su voz le parecía necesaria en el día? ¿Desde cuándo buscaba motivos para alargar las consultas, para quedarse a conversar unos minutos más, aunque fuera de cualquier tontería?

¿Desde cuándo sentía esta incomodidad en el pecho con solo imaginar que alguien pudiera hacerle daño?

Se llevó una mano al rostro, cubriéndose los ojos, y dejó escapar una risa baja, apenas un soplo.

—Vaya estupidez… —murmuró, negando con la cabeza.

¿Cómo iba a mirarla entonces, sabiendo lo que sentía? ¿Cómo iba a enfrentar esos ojos cuando entendiera que ya no podía fingir neutralidad? Elisabeth era fuerte, sí. Y también le debía tanto. ¿Pero podría soportar él seguir fingiendo que solo la veía como una amiga?

—No es correcto—, pensó— No en este momento. No con un hijo en camino. No cuando su mundo está tan lleno de incertidumbre...

Pero por más que lo pensara, la inquietud no se apagaba. La ausencia de su voz, de su presencia… ya lo estaba desgastando, y apenas llevaba unas horas fuera.

Heinrich apoyó la cabeza en el respaldo del asiento, cerró los ojos y murmuró apenas:

—Será un viaje largo...

El día amaneció gris, cargado de una humedad que calaba los huesos. Elisabeth se despertó temprano, sobresaltada por una sensación que no supo describir. Algo dentro de ella se había desplazado, una presión distinta, un dolor leve pero persistente en la parte baja del abdomen. Era como si el mundo se hubiese vuelto más denso, como si el aire costara más de respirar.

Falko estaba inquieto. El lobo, siempre silencioso y sereno, iba y venía por la pequeña casa con pasos ansiosos, emitiendo leves gruñidos al mirar la puerta como si esperara algo… o temiera algo.

—Falko… —susurró Elisabeth, acariciando su lomo—. Estoy bien, tranquilo.

Pero incluso mientras decía esas palabras, supo que no era cierto.

La incomodidad se volvió punzada. Luego una contracción. No fue fuerte, pero fue clara.

Elisabeth cerró los ojos, una mano sujetando el borde de la mesa para no perder el equilibrio. Y entonces, como si el destino mismo hubiera escuchado su súplica muda, alguien llamó a la puerta.

Era Martha, la partera que Heinrich le había dejado de confianza.

—Tenía el presentimiento de que debía venir temprano —dijo, quitándose la capa empapada—. Y por cómo te veo… fue una buena decisión.

Elisabeth no discutió. Apenas asintió, tragando saliva mientras el sudor comenzaba a perlar su frente.

El trabajo de parto fue largo.

Las horas se deshicieron como niebla, entre espasmos de dolor, toallas empapadas y palabras de aliento. Martha era firme, sabía lo que hacía. Y Elisabeth, aunque jadeaba, aunque en algunos momentos sentía que el dolor la partiría en dos, no gritó. Ni una sola vez.

Sus ojos, aunque empañados, seguían fijos en el techo, en algún punto invisible, como si se aferrara a algo que estaba más allá del dolor, más allá del presente. Como si esperara que ese sufrimiento diera a luz no solo a un niño, sino también a una nueva vida para ambos.

Y entonces, cuando el sol ya había descendido tras las nubes espesas, se escuchó un llanto.

Un llanto fuerte. Vivo. Imponente.

Martha sonrió con cansancio mientras envolvía al bebé.

—Es un niño… y fuerte, como un potrillo recién nacido —dijo.

Elisabeth no respondió, su corazón latía con fuerza, descompasado. La frente perlada de sudor, los labios secos, los brazos temblorosos. Aún así, los extendió con urgencia, necesidad… con amor. Y cuando por fin lo tuvo en brazos, cuando ese pequeño ser fue colocado contra su pecho, el mundo se detuvo.

Él.

Su hijo.

Tan diminuto, tan perfecto, tan real.

Elisabeth sintió que el aire le fallaba al mirarlo con claridad. El cabello negro, espeso, ligeramente ondulado. Las facciones marcadas incluso en su tierna edad, el ceño fruncido, y esos ojos… esos ojos helados y penetrantes que ya había visto antes.

Un lago invernal. Inmóvil, hermoso, aterrador.

—Dios mío… —susurró sin aliento—. Eres igual a él…

No era una figura vaga en su memoria. No era una impresión. No era algo que pudiera ignorar. El bebé era la viva imagen de Dietrich, como si la sangre de ese hombre se hubiera manifestado en su forma más pura, más innegable, más inevitable.

Pero el temor que eso pudo haber despertado en otro momento fue barrido por otra emoción: un amor tan profundo y visceral que la atravesó por completo.

—Eres mío —murmuró, besando su frente húmeda—. Aunque te parezcas a él… tú eres mí bebé.

El niño cesó su llanto, respirando con dificultad mientras buscaba refugio en su piel. Elisabeth lo abrazó con una fuerza casi desesperada, y se quedó así, en silencio, respirando su olor, sintiendo su calor.

—¿Cómo debo llamarte…? —preguntó en voz baja, como si él pudiera responder.

Pensó en nombres, hasta entonces no lo había hecho. Pero su mente, sin quererlo, se deslizaba hacía sonidos que se parecían demasiado al nombre que ella quería evitar.

—No, no —negó en voz baja, sintiéndose tonta—. No quiero que lleves su nombre.

Pero cuando volvió a mirar esos ojos, no pudo evitar sonreír débilmente, rendida.

—Tal vez uno que suene fuerte, elegante… pero que aún así sea tuyo.

Su mente jugó con las sílabas, con las emociones, con la herida y la esperanza. Y al final, musitó un nombre que no era Dietrich… pero que llevaba algo de su sombra, algo de su eco, algo que también era nuevo.

—Te llamarás Derrick—susurro dándole un beso en la frente.

1
Silvana Daniela Allasia
muy buena...
Lali💜🖤
En estas historias las nanas son las más queridas, sobre todo por los villanos
Lali💜🖤
Elizabeth es una buena persona, bondadosa, agradecida y un poco ingenua al quedar huérfana tan joven. Aquí puedes darte cuenta de que si eres amable, bondadosa y una persona tranquila, no van a perder oportunidad de aprovecharse de ti, que triste para la prota.
Lali💜🖤
Seguramente esto igual uno se lo toma como chiste. Pero para mí es desagradable que después de estar sufriendo 9 meses se parezcan al padre. Puedes querer mucho a tu pareja, pero que el hijo que cargaste por 9 meses, con todo lo que conlleva eso y que se parezca al padre, para mí debe ser super desalentador. Una hace todo el trabajo y se parecen al que puso literalmente solo ADN y nada más.
Marta Luisa Nebreda Escalante
Excelente novela, me encantó, la FELICITO desde el fondo de mi corazón ❤️ autora .
💚Tulipán💚
Necesitas un poquito de mentol???? Ese golpe fue fuerte, hasta a mi me dolio 🤣🤣🤣🤣
Marta Luisa Nebreda Escalante
No quiero ni que lleguen al Castillo 🤦, autora..... mucho sufrimiento para una novela puffff
Ofelia Avila
excelente novela, felicidades,muy recomendada
Yoha
🤔 pensé que el kaiser era su padre
Yoha
🤭🤭🤭 y bien hecho Dietrich se lo merece jajajaja tú porte de papucho irresistible me encanta
Elida Gonzalez
muy buena
Y M A 🤔
Quien será el valiente
Elida Gonzalez
suena interesante el inicio
Yoha
🤔🤔 siiii yo también pensé que era un duque que pacho
Steffan Paula
excelente
Joa Castillo
ame esta. historia... la forma en q esta escrita invita a leerla una y otra vez
Yoha
🤣🤣🤣 eres una loca si él nunca a sido tuyo 🤔 está de remate
Lalejandrías
Ay no querida... juntas a los obsesivos como Pokemones.
Yoha
/Smug/ te pasaste de verdad como la vas a manipular así
Yoha
🤭 tan bello déjelo quedarse por favor 😔
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