Luego de una decepción amorosa Lila viaja a Londres buscando la contención de su padre pero en el camino encuentra algo más que solo amor y contención familia. Una nueva historia da comienzo en medio de toda su crisis sentimental.
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capítulo 16
Esa misma mañana
Erick bajó del auto negro que lo había recogido en el aeropuerto y se detuvo frente al majestuoso hotel de fachada clásica en el corazón de Londres. Inspiró hondo. El aire de la ciudad tenía esa mezcla de historia, elegancia y humedad que siempre lo había fascinado. Pero esta vez no estaba ahí por negocios, al menos no del todo.
El portero abrió la puerta con una sonrisa cortés, y él ingresó con paso decidido, cargando solo una maleta de mano y un propósito.
Se dirigió a la recepción.
—Buenos días. Quisiera hospedarme por unos días. ¿Tiene disponibilidad?
—Sí, señor. ¿Desea una habitación individual o doble?
—Individual. Y, si me permite… —se inclinó un poco hacia el mostrador—. ¿Está alojada aquí una huésped llamada Lila Facchini?
La recepcionista mantuvo la sonrisa profesional, pero su tono se volvió neutro.
—Lo lamento, señor. No estamos autorizados a dar información sobre nuestros huéspedes por razones de privacidad.
Erick apretó los labios. No esperaba otra cosa.
—Entiendo. No era mi intención incomodar —dijo, sacando su tarjeta—. Erick Altron. Me quedaré tres noches, posiblemente más.
—Perfecto, señor Altron. Su habitación está lista. El botones lo acompañará.
Mientras lo guiaban al ascensor, pensaba en la imagen que lo había traído hasta allí. Una simple fotografía. Lila, vestida con un vestido de lentejuelas plateado, posando al lado de un hombre alto, atractivo, con aire protector. Su nueva secretaria había confirmado que la imagen había sido tomada en el desfile de una de las noches anteriores … en ese hotel.
Tenía que estar ahí. Sentía en los huesos que lo estaba.
Una vez en su habitación, se duchó, se perfumó, y antes de bajar a desayunar, tomó el móvil.
Marcó el número de Lila por segunda vez.
Piiii... piiii...
No respondió.
Por favor, contesta... pensó mientras caminaba de un lado al otro de la habitación.
La llamada fue al buzón.
Suspiró y habló a la nada.
—Estoy aquí, Lila. En Londres. Vine a verte... a arreglar las cosas. No quiero perderte. Sé que cometí errores, pero fue por tu frialdad, por tu distancia. No podía seguir esperando. Soy un hombre, tengo necesidades… y tú... —pausó, cerrando los ojos—. Tú eres una diosa, Lila. Y mientras yo me desgastaba esperándote, tú te lucías en cada pasarela, provocando miradas, usando esos diminutos trajes… Es injusto pedirme que actuara como un santo. No podía más.
Terminó el mensaje con voz quebrada.
—No quiero que esto termine así.
Luego bajó al restaurante.
Pidió un café doble, huevos con tocino y croissants. Si debía esperar, lo haría. Día y noche, si era necesario.
***
En la habitación 1107
Lila caminaba de un lado a otro, mordiéndose una uña, con los ojos todavía brillosos.
Se había cambiado de ropa. Ahora usaba una bata blanca y el cabello recogido en una trenza. Apenas Carla abrió la puerta, notó su tensión.
—Lila, cariño… don’t worry —dijo con una media sonrisa.
—¿Que no me preocupe? —bufó ella, girando bruscamente—. ¡Carla, ese hombre arruinó mi vida! Destruyó mi confianza, mi inocencia… Y tú me pides que no dramatice.
Carla se sentó en el borde de la cama con tranquilidad.
—Ay, nena… sí, te engañó. Es una basura. Pero no dejes que eso te defina. ¡Eres fuerte, independiente, preciosa! Con ese rostro y esas piernas, yo tendría el mundo comiendo de mi mano.
—No se trata solo de eso, Carla.
—¿Entonces?
—Yo me estaba guardando para él —murmuró Lila, bajando la mirada—. Creí que lo nuestro era verdadero.
Carla parpadeó.
—¿Guardándote? Espera… ¿espera? ¿Eres virgen?
Lila asintió con lentitud.
Carla se llevó ambas manos a la boca, conteniendo un grito.
—¡No me digas! ¡Pero cómo? O sea… el cómo lo sé, pero... ¿por qué? ¡Lila, tú no eres religiosa!
—¿Quién dijo que no lo soy?
—Cariño, eres modelo. Vives más de noche que de día. Tu cuerpo lo conoce medio internet. Si eres religiosa, eres una muy poco ortodoxa.
—No soy una santa, Carla. Pero sí tengo fe. Soñaba con casarme con el hombre que amaba. Vestida de blanco. Llegar a la noche de bodas pura. Quería que él lo supiera, que sintiera que yo era solamente suya.
Carla la miró con una mezcla de ternura y resignación.
—Y luego dices que tu hermano es el anticuado. A ver, Lila... la pureza no está en la virginidad. Está en lo que tú decides dar y cómo lo das. ¿De verdad crees que entregarte físicamente a alguien anula lo que sientes? No lo comparto, pero lo entiendo.
—Por eso nunca hablé esto contigo. Sabía que no ibas a entenderme.
—¡No, no! Te equivocas. Te entiendo, pero no lo comparto. Y quiero que pienses algo: ¿qué hubiera pasado si te casabas con él, sin saber lo de Morgan? ¿Y luego te enterabas después de la boda? Todos tus sueños se habrían roto igual.
Lila se quedó en silencio.
—Conociéndote —siguió Carla—, no lo habrías perdonado. ¿Y luego qué? ¿Te habrías recluido en un convento? Vamos, Lila… hubiera pasado un tiempo, sí, y te volverías a enamorar. Y ese hombre, el nuevo, no te preguntaría por tu virginidad. Solo querría saber si lo amas.
Lila tragó saliva.
—Lo que más me duele… es que él lo sabía. Sabía lo importante que era para mí. Y aun así fue con esa mujer.
—Erick es un idiota. No voy a justificarlo. Pero tú tampoco puedes seguir anclada a eso. Tienes derecho a sentir, llorar, y seguir. Pero no a culparte por soñar.
—No sé si puedo confiar otra vez.
—Entonces no lo hagas. No confíes. Pero tampoco te cierres. Vive. Disfruta. Ama cuando estés lista. ¡Y por favor! —exclamó con una sonrisa—. Cuando llegue el momento, asegúrate de que el tipo valga la pena. Porque… entre tú y yo, la primera vez puede ser horrible.
Lila soltó una carcajada inesperada.
—¡Carla!
—¡Es en serio! ¡Una cosa es soñar con rosas y velas, y otra es descubrir que necesitas lubricante y mucha paciencia!
Ambas estallaron en carcajadas, por primera vez en todo el día.
—¿Y tú crees que eso ayuda? —dijo Lila limpiándose una lágrima.
—¡Claro que sí! Porque si vas a sufrir por amor, al menos que sea con risas y un buen bronceado.
Lila volvió a reír. Y en ese momento, aunque solo por unos minutos, el peso de su corazón pareció aligerarse.
Abajo, en el restaurante, Erick tomaba un sorbo de café mientras escaneaba con la mirada a cada mujer que pasaba.
Tenía tiempo.
Y estaba decidido a no marcharse sin verla.
dañó a su familia por un desliz que ni siquiera fue seguro.
Su madre se merecía eso por dañar todo.
Pero Lila no
Básicamente ellos dañaron la relación de sus hijos.
TODO.
Ella traicionó a su familia, y luego hizo escoger a sus hijos, más que nada el hecho de que el otro se enteró de la peor forma, no fue capaz de nada.
le segunda el padre al no ser fuerte y dejarla a tiempo, que dañó a sus hijos.
y para colmo ella se descarga con su hermano que no tiene culpa, no es obligación querer hablar con su madre
Que fastidio cuando dices algo y no cumplen, yo me largaba de ahí 🙄🙄
dos hermanos y ahora con quién. dioooooos que dilema