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Pesadilla De Amor

Pesadilla De Amor

Status: Terminada
Genre:Elección equivocada / Traiciones y engaños / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: sil Deco

aveces el amor no es lo uno espera

NovelToon tiene autorización de sil Deco para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 7 – Un brote entre escombros

Hay algo en la rutina que te salva.

Te envuelve, te da estructura, te vuelve a enseñar que podés tener control sobre algo, aunque sea mínimo.

Yo ya sabía que a las 7:30 sonaba la radio y la estufa se encendía sola. Que a las 8 bajaba la persiana del almacén y que Mirta llegaba con olor a café y pan caliente.

Sabía que el nene del kiosco pasaba en su bici a las 9:15, y que el señor que vendía frutas saludaba con un “¡Buen día, doña Luna!” como si me conociera de toda la vida.

Empezaba a formar parte de algo.

Chiquito. Simple. Pero mío.

Y eso bastaba.

Mirta me ofreció más horas. Me enseñó a usar la caja, a armar pedidos, incluso me dejó elegir los colores del nuevo cartel que iba a poner en la puerta.

—Tenés buen ojo —me dijo.

—Solo jugué con colores… —respondí.

—Eso es tener buen ojo, Luna. No te achiques más.

No me achiques más.

Esas palabras se me quedaron pegadas en el pecho.

Una tarde de abril, mientras acomodábamos un pedido, escuché la voz de Mirta decir:

—Ahí viene mi hijo. El que vive en la ciudad. ¡No sabés lo que cuesta que venga!

Le sonreí con educación, mientras seguía cortando las tiras de cinta.

Pero cuando lo vi entrar… sentí que el tiempo se encogía.

Era alto, con el mismo color de ojos que su madre, aunque más oscuros. Tenía el pelo despeinado como si nunca usara peine, y una sonrisa fácil que se le dibujaba sin esfuerzo.

Llevaba una mochila colgada al hombro, una remera sencilla, y algo en su forma de caminar que parecía ligero.

Libre.

Yo me quedé petrificada.

Mi cuerpo lo notó antes que mi cabeza.

—¿Vos sos Luna? —me preguntó, estirando la mano.

No pude responder. Solo asentí.

Su mano era cálida. Firme.

Yo la solté enseguida.

Mirta notó mi incomodidad. Cambió de tema rápido, como buena madre que conoce las heridas de todas.

—Luna me está salvando el negocio —dijo, orgullosa.

—Entonces ya sos parte de la familia —dijo él, sin dejar de mirarme.

Sentí un nudo en el estómago.

No era miedo.

Era otra cosa.

Una mezcla rara entre susto, nostalgia… y ganas. Ganas de correr. Ganas de quedarme.

Todo al mismo tiempo.

Su nombre era Tomás.

Venía por unos días. Iba a arreglar unas cosas en la casa, ayudar con el nuevo cartel, y quedarse hasta el domingo.

Desde entonces, empecé a buscar excusas para no coincidir con él.

Llegaba más temprano. Me iba antes. Almorzaba sola en el depósito.

No era por él.

Era por mí.

Yo no estaba lista para que nadie me mire así.

Mucho menos para que alguien me sonría sin esperar algo a cambio.

Una tarde, mientras barría la vereda, Tomás se acercó con una botella de agua.

—Hace calor —me dijo, ofreciéndomela.

—Gracias —contesté, sin mirarlo.

—No quiero incomodarte.

—No lo hacés.

Mentira.

Me incomodaba su gentileza.

Su forma de hablarme como si yo no tuviera grietas.

Como si fuera solo una chica normal, barriendo la vereda de un almacén.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Depende qué.

—¿Por qué te escondés cuando llego?

No supe qué responder. Me quedé mirando el suelo.

—¿Hice algo mal?

—No. Es que… no estoy lista para confiar. Ni en mí, ni en nadie.

Él asintió despacio. No insistió.

Solo dijo:

—Entonces no te preocupes. Yo me quedo a la distancia que necesites. Pero si un día querés hablar, tomar un mate o… pintar un cartel nuevo, acá estoy.

Y se fue.

Esa noche, escribí en mi cuaderno:

“No todos los hombres gritan.”

“No todos lastiman.”

“Pero igual duele tener ganas de creer en alguien.”

Dormí mal. Soñé con Patrick. Con sus ojos inyectados. Con sus palabras como cuchillos.

Pero al despertar… la casa seguía en silencio.

Nadie me había tocado.

Y eso, por ahora, era suficiente.

A la mañana siguiente, encontré una nota pegada en la heladera del almacén. Era un dibujo. Dos tachos de pintura, uno azul y uno amarillo, y una brocha bailando en el medio.

Abajo, en letra torpe:

“Cuando quieras pintar. Tomás.”

Lo guardé en mi bolsillo.

No contesté.

Pero tampoco lo tiré.

Porque por primera vez… el miedo y la esperanza estaban empezando a empatar.

1
Teresa Nava
Malo
Teresa Nava
Muy malo
Mercedes Tibisay Marin
asi es no tener miedo eso es lo que esos locos quieres sentir que tiene el poder sobre ti
Mercedes Tibisay Marin
es horrible vivir una vida asi
Eliana Gantus
genial,con un realismo q duele.
Eliana Gantus
HdP !!!!!
Eliana Gantus
bien !!!
Eliana Gantus
q dañada q está !
Eliana Gantus
lamentablemente existen hombres así.suerte q pudiste escapar,q pudiste pedir ayuda y la aceptaste
Susana Santillan
Repetido
Emperatriz Reales
Loco, enfermo, psicopata, cial amor, maltratps, violencias, en nombre del amor se cometen las peores cosas
Emperatriz Reales
Mi pregunta es q le dio ese malvado psicopata, a si, golpes, maltratos, abusos eso es lo q le dio
valeska garay campos
hermosa historia
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