*Sinopsis:*
_Alejandra despierta en un hospital con la memoria intacta de su vida pasada, marcada por el dolor y la desesperación por el amor no correspondido de Ronan. Decidida a cambiar su destino, Alejandra se enfoca en sí misma y en su bienestar, pero Ronan no cree en su transformación. Mientras tanto, Víctor, un poderoso enemigo de Ronan, pone sus ojos en Alejandra y comienza a acecharla. ¿Podrá Alejandra superar su amor por Ronan y encontrar la felicidad sin él, o su corazón seguirá atado a él para siempre? ¿O será víctima de los juegos de poder de Víctor? "Renacimiento en Silencio". Una historia de amor, redención y autodescubrimiento en un mundo de pasiones y conflictos.
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Un verdadero cambio.
***NARRADO POR RONAN***
Sus labios se sienten suaves, su respiración es entrecortada y no se que estoy haciendo así que la suelto en seguida cuando mi cabeza me juega en contra, Ella se aleja saliendo de la oficina con una seguridad que no le había visto en cinco años. Es tan diferente tan orgullosa que me hace querer provocarla para ver cuanto soporta, Victor está pasando la linea no se que pretende y crei que no me afectaria pero si lo hace.
Camina con paso firme, sin mirar atrás.Como si ya no le importara y eso solo despierta más mi curiosidad.
No tarda en entrar una de las empleadas de limpieza, quien se encarga de borrar cualquier rastro del café derramado momentos antes. Yo sigo mirando la puerta cerrarse lentamente: está cambiando y eso despierta algo que creí dormido hace mucho tiempo.
Mi celular vibra. Es Isabela.
—Hola, ya voy de regreso. Ya quedó el trato con el socio.
—Bien —respondo sin entusiasmo.
Ella suele encargarse de los tratos de última hora, y aunque nunca se lo digo, lo hace bien.
—Mi vuelo sale en una hora. Te amo —dice como siempre.
Y como siempre, no le respondo.Nunca lo he hecho.No por maldad. No por desinterés.
Simplemente... no me nace. Me parece infantil demostrar amor por teléfono. A pesar que tenía planes con ella nunca me nació hacerlo.
Durante cinco años sigue esperando algo que cada vez veo más lejos, no quiero que se siga haciendo ideas de algo que ya me resigne pero ella al parecer no.
Durante cinco años he respetado un matrimonio que solo existe en papel.
Y aún así, cada vez que veo mal a Isabel, algo en mí se tuerce. Tal vez culpa. Fui débil. Me dejé engañar por mi abuela. Y eso nos arruinó a los dos, Pero me siento un poco culpable ya que no siento lo que un hombre enamorado siente cuando se separa de quien creía era su primer amor. Me siento culpable por qué ya no estábamos bien, eran más discusiones que buenos momentos, pero el que yo haya sido su primera vez me hace sentir peor ya que ella se entrego a mi pensando que estaríamos juntos.
Ella se niega a irse. Se aferra a la idea de esperarme. Y yo... me limito a dejarla esperar, aún que ya no se que parte de mi empieza a dudar si quiero eso.
Suspiro cuando la puerta se abre de nuevo. Entran Dario y Alejandra... riéndose.
Ella. Riéndose.
Después de tanto tiempo, es como ver a otra persona ya que muy poco la veía sonreír.
Dario se pone serio de inmediato y me entrega la computadora.
—Señor Castillo, yo me haré cargo de las entrevistas —me dice Alejandra, en un tono firme.
Levanto la vista apenas un segundo.
—¿Qué ocurre? Sus carcajadas se escuchaban desde el pasillo.
—Se termino el chiste.
Dice pero no me mira. Se limita a revisar su celular, que empieza a sonar. Su voz cambia al contestar, se vuelve dulce, suave.
—Voy para allá —dice, y la observo con detenimiento.
Ese color oscuro le queda... demasiado bien. Me preguntó ¿quién le hablo? ¿con quién se verá?
Se ve más fuerte. Más segura con ese tono de ropa. Y cuando me doy cuenta estoy pensando en ella.
Recoge su bolso, le da un beso en la mejilla a Darío —¿ella? ¿haciendo eso?— y sale sin mirar atrás.
—Bien lo dejo a cargo señor Castillo—me lanza sin emoción.
Dario suspira al sentarse frente a mí.
—Está muy cambiada, ¿no crees?
—aja —digo, sin apartar la vista de la pantalla.
—Oye, ¿es cierto que regresó las fotos a tu abuela?
—Supongo que como parte de su "cambio"… demostrar que ya no le intereso.
—Yo la veo muy segura. Te apuesto que si pudiera volver a la casa de sus padres, lo haría. Pero no puede por el contrato. No hasta que se separen. Y no creo que uno de ustedes diga “Renuncio a todo. ¿Dónde firmo?”
Se ríe mientras revisa su celular.
—¿No quieres ir conmigo a un club esta noche?
Lo ignoro.
—¿A qué se refería Alejandra cuando dijo que te hizo caso en un consejo?
—No recuerdo —murmura, pero al ver que lo digo en serio, deja el celular a un lado.—Le dije que los tonos oscuros les quedan bien a pocas mujeres, y que lo intentara.
—¿Y tú por qué mierda le estás diciendo eso a ella? —le lanzo con rabia.
—¿Y tú por qué reaccionas así? ¿Te importa?
No respondo. No debería importarme. Y sin embargo… me importa.
—Solo deja de meterte en lo que no es de tu incumbencia, Darío. Por qué si sigues yo te los ocacionare diciéndole al padre de Zuri dónde te puede encontrar.
—Ya estuvo lo siento, solo fue un comentario casual. No pensé que te enfadarías. Hasta pareces celoso.
—Si no tienes nada más que decir, vete.
—¿Peleaste con Isabela?
—No.
Él se encoge de hombros.
—Recursos Humanos ya terminó de entrevistar al resto. Te mandarán la información. Aunque no sé por qué no lo haces todo en línea, como siempre.
—Alguien —seguro mi abuela— le dijo a Alejandra que la empresa estaba descuidada.
—Pero tú la has levantado todos estos años.¿Y por eso estás aquí?
Lo miro mal y el regresa la vista la celular. Termino el balance y lo dejo abierto, en la pantalla principal, en la carpeta de balances. Sé que ella lo verá. Quiero que lo vea. Quiero que sepa que esto nunca estuvo abandonado.
Salimos juntos de la oficina.
—Señor, intenté detener a la señora Alejandra pero llegó muy prepotente—me dice la recepcionista.
Me detengo y la miro serio.
—Señorita Melisa, la señora Alejandra es una de las dueñas. Le recuerdo que su padre fue uno de los fundadores de esta empresa.
Ella se pone nerviosa y asiente.
—Sí, señor Castillo y ¿que decisión tomaron respecto a mi?
—No se de que hablas.
Le digo saliendo de la empresa.
—¿Qué les ocurre a estas personas hoy en día? Se creen dueños… pero tú tienes la culpa —dice Darío cuando caminamos rumbo al estacionamiento.
—¿Según tú por qué la culpa es mía?
—No se me olvida la vez en Navidad, cuando Alejandra trajo galletas para todos los trabajadores y te ofreció un paquete… tú la dejaste con la mano extendida. Le quitaste autoridad.
—¿solo por no agarrarlas? No me gustan las galletas.
—¡No te costaba nada agarrarlas, cabrón! La verdad, yo si fuera Alejandra, te las hubiera aventado en la cara por ojete.
Cuando se da cuenta de lo que dijo, se aleja sonriendo.
—Imagíname recolectando todas las galletas para poder llevarlas a mi casa.
—Ya estás pasando los límites.
—Vamos al club. Así te distraes —me dice, y asiento.
Él se va a su carro y yo subo al mío.
Llego a casa de mi abuela y escucho las risas en la sala.
Mi abuela me saluda y Alejandra mira hacia otro lado.
Siento alivio al ver que la llamada fue de mi abuela, y que ella está aquí.
—Hola, hijo. ¿Te quedarás a cenar? —me pregunta mi madre con el mandil puesto, como cuando éra niño. Le encantaba cocinar para mi padre y para mi.
—Alejandra se quedará —dice mi abuela, —¿nos acompañas?.
Y por primera vez… Quiero estar en esta cena y creo saber el motivo.