Maximiliano, un hombre lobo es transportado a otro mundo cuando huía de alguien que lo quería matar, en donde se topa con una humana muy peculiar, quien no solo le atrae, sino que trastoca su mundo y su ser. Juntos descubren que la humana no es de este mundo sino de donde viene Max, un mundo lleno de diferentes razas además de los humanos, y que hay un secreto detrás del encuentro entre los dos, que no solo los pone en peligro, también a sus mundos.
¿Descubrirán cuál es ese secreto? ¿Por qué los pone en peligro ese secreto?
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Capítulo 7
En el reino lejano de Yaguar, en el estudio decorado con lujos, iluminado con candelabros de oro y perlas del mar del este, había un hombre de piel morena mediterránea, con ojos ambarinos y sagaces, veía con interés, la invitación del imperio vecino sobre el cumpleaños de la princesa Zafiro.
Bassel Adekunle, el nuevo emperador del recién creado imperio Yaguar, jamás estuvo interesado en las fiestas y reuniones de los nobles, porque durante mucho tiempo estuvo librando guerras para expandir su territorio, demostrando a los nobles que era tan capaz como lo fue su primo Idir, que desapareció en un excursión hacía diez años.
La familia imperial prácticamente había desaparecido, pero él, un bastardo del anterior rey, fue el único con sangre real apto para continuar el legado, aunque los nobles querían usarlo. Bassel creció en la pobreza, delgado, rabioso, ingenioso y ladrón. La vida a las afueras del reino eran miserables y con la probabilidad de morir ya sea de hambre o asesinado; su madre no sobrevivió a una enfermedad ya que era humana, mientras que los capiangos**, eran inmunes a enfermedades, por lo que, a pesar del hambre, Bassel logró vivir hasta ser adulto a los veinte años.
Fue triste enterrar a su único pariente que lo quería y lo trataba con amor y cariño; estuvo deambulando sin una meta fija, hasta que fue reconocido como el bastardo de Idar, por sus inconfundibles ojos ambarinos, símbolos de la realeza.
Desnutrido, rabalero y sin modales, llegó a la familia para sustituir a su primo Idir que había desaparecido por unos meses, el príncipe heredero y querido. Al principio fue difícil, pero era un chico fuerte, ingenioso y muy inteligente. En poco tiempo se volvió un gran guerrero y también supo muchos secretos de la realeza que le hicieron enfurecer y tomar venganza.
En cuanto se nombró príncipe heredero, mató a toda su familia, incluyendo a su padre y hermanos mayores. Fue cruel, así como ellos lo fueron con su madre y sin otro heredero, él tomó el control del reino que se caía a pedazos. Reconstruyó el reino lleno de ratas y tuvo mano de hierro ante todos los que se le oponían, a los ojos de los extranjeros era un tirano, y lo era.
Expandió su territorio hasta ahora, que colindaba con uno de los principales imperios poderosos, Lychester, gobernado por la raza de hombres lobo. Estaba en la cima, era un gobernante astuto y ciertamente un poco malvado, pero hasta él conocía sus límites, por lo que había una cierta armonía, aunque no había un acuerdo.
Ahora, teniendo una invitación en sus manos del imperio vecino, le dio la excusa perfecta para sondear el poder político y militar de sus vecinos, además de considerar comerciar con ellos como una ofrenda de paz, porque también deseaba ver a sus ciudadanos felices y tranquilos, aunque él fuese un buen asesino, no era feliz matando gente todos los días, a excepción de las ratas en el imperio.
Se levantó de su silla, caminando a un ventanal, observando el jardín trasero lleno de una variedad de lirios, las flores favoritas de su madre. Hacía tiempo que no se relajaba y una fiesta sería un evento estresante, pero también divertido de otra manera.
Llamó a su secretario, un hombre moreno con gafas y un traje negro, éste entró con cautela e hizo una reverencia, evitando mirar al emperador porque su sola mirada le daba escalofríos.
-Envía la carta de asistencia al cumpleaños de la princesa Zafiro del imperio vecino.
El secretario recibió la carta, pero se quedó petrificado ante las palabras de su jefe. Parpadeó intentando procesar la información, solo para recibir una ligera amenaza.
-No pierda el tiempo señor secretario, mi paciencia es limitada.
-Ah, sí… sí majestad.
El hombre salió apresurado aun con la sorpresa de que su majestad aceptara ir a un evento social cuando nunca lo hacía, y tampoco había hecho ninguno, a pesar de la reciente victoria del anexo de nuevas tierras. Se preguntaba qué pudo haber hecho que el emperador sanguinario quisiera ir a una fiesta llena de pretensiones. El secretario Samuel sacudió su cabeza. No, él no necesitaba saber, solo hacer su trabajo.
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Por otro lado, la emperatriz Lila no quería hacer la fiesta, Maximiliano aún no había sido encontrado y algunos rumores empezaban a circular, pero tanto Zafiro como Malcolm estaban más que empeñados en realizar la fiesta.
-Más que nunca debemos mostrar a los nobles que esos rumores son falsos y no estamos al borde de la histeria – consoló Zafiro a su madre con un abrazo – Si nos ocultamos, más querrán husmear.
-Zafiro tiene razón, querida – Malcolm tomó la mano de su esposa – Además, también es una excusa para atraer al enemigo oculto detrás de esto. Viendo que no estamos en pánico podrían hacerse notar ante su fracaso.
La emperatriz lo entendía, pero su preocupación iba más allá, pensando en que volverían esos tiempos de guerra, y como si leyera su mente, su esposo la dio un beso en el dorso de su mano.
-No pasará como esa vez hace veinte años, te lo prometo.
Lila solo pudo suspirar y asentir, de todas maneras las invitaciones habían sido enviadas y habían recibido la confirmación de asistencia de casi todos. No tenía más opción que ser fuerte y mantenerse firme ante el inminente desastre.
Zafiro abrazó más fuerte a su madre, intentando infundirle calma, de todas formas, lo que les había dicho la bruja, les daba la esperanza que todo se solucionara y que su hermano estaba a salvo. Aunque, por alguna razón, su corazón saltaba ansioso ante la fiesta que se aproximaba. Estaba confundida de esa emoción porque a ella no le gustaban mucho las fiestas a gran escala y menos con la gentuza que intentaba congraciarse con ella por ser la única princesa que tendría su propio ducado una vez que se casara, a pesar de ser la raza de hombres lobos, la ambición estaba al orden del día. Deberían ser más unidos pero al ser una manada más grande, el control no podía caer en un solo alfa, y por ello había un emperador, sino, seguirían siendo nómadas, sin una tierra fija para vivir y con disputas territoriales a diestra y siniestra, sin embargo, no todos estaban muy conformes con el emperador, luego de ayudar a la raza de las brujas en acabar un reino humano.
Desafortunadamente nadie sabía por qué se habría librado esa guerra y quién era el causante de todo ello, solo la familia imperial y las brujas sabían el detonante de tan horrible evento, no se justificaban, pero tampoco permitirían la bajeza que hacían los humanos cerca de sus fronteras.
Zafiro miró hacia afuera, sintiendo que algo podría ocurrir en su cumpleaños, sin embargo, esperaba que solo fuera el nerviosismo del pronto regreso de su hermano.
