Dayana, una loba nómada, se ve involucrada con un Alfa peligroso. Sin embargo un pequeño bribón hace temblar a la manadas del mundo. Daya desconcertada quiere huir, pero termina en... situaciones interesantes...
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Cap. 20 ¿Qué hizo?
Octavia lo estudió por un largo momento. Finalmente, asintió una vez, secamente.
—Está bien. —Cedió, pero no del todo.
—Voy a ver la forma de que podamos saber lo que está pasando en realidad. —se dirigió hacia la puerta, pero se detuvo en el umbral, girándose para dar una última estocada, esta vez de abuela, no de Madre Luna.
—Y otra cosa, pasa más tiempo con tu hijo. El niño está empezando a tener conexión contigo, pero parece que tú no estás dándole el tiempo suficiente.
Salió, dejando a Lycas solo con el eco de sus palabras.
“Pasa más tiempo con tu hijo.”
La frase resonó en Lycas con más fuerza de lo que esperaba. Se quedó mirando la puerta cerrada, meditándolo. Tenía razón. Él no había pasado tiempo con Óscar. No era por falta de deseo… era por no saber cómo. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Jugar? ¿Hablar? ¿Sostenerlo? La pura idea lo ponía incómodo, fuera de su elemento. Era un Alfa, un líder, un guerrero. La crianza era un territorio tan extraño y hostil para él como lo sería para Dayana una reunión del consejo de la manada.
Pero la observación de su madre había dado en el blanco. El niño necesitaba esa conexión. Y él, como su padre y su Alfa, tenía que encontrar la forma. Era una misión tan crucial y desconcertante como cualquier batalla que hubiera librado. Con un gruñido de determinación frustrada, Lycas se prometió a sí mismo que encontraría la manera de conectar con ese pequeño lobezno pelirrojo que era su sangre.
*_*
La habitación era un refugio de calma tras el día agotador. Dayana entró arrastrando los pies, cada músculo protestando con un dolor sordo. Ver a Óscar jugando tranquilamente con la nana Alicia fue un bálsamo para su alma cansada. La sonrisa de la nana y el reporte de buen comportamiento del niño le dieron una pizca de normalidad en el caos.
—¡Mamá! —exclamó Óscar, corriendo hacia ella—. ¿Dónde has estado todo el día? Pensé que el señor grande te había llevado lejos.
Dayana, a pesar del agotamiento, casi soltó una carcajada ante la inocencia de su hijo.
—No, no, cariño. El hombre grande no quiere llevarme a mí, quiere llevarte a ti —dijo, arrodillándose para abrazarlo.
—Mientras tú estés aquí, yo voy a estar acá. No te preocupes.
Después de un baño que le quitó capas de tierra y frustración, y de una cena tranquila, estaba arropando a Óscar para dormir, cantándole una suave canción de cuna, cuando unos golpes suaves en la puerta la sobresaltaron.
Era Caterina, su rostro, una máscara de preocupación y curiosidad.
—¿Qué hizo? ¿Qué pasó? ¿Cómo te castigó? —preguntó en un susurro urgente, entrando y cerrando la puerta tras de sí.
Dayana, con un suspiro que venía de lo más profundo de su cansancio, le contó sobre el "trabajo forzado", barriendo y limpiando como una Omega de servicio. Caterina escuchó, y en lugar de horrorizarse, levantó una ceja con un destello de comprensión.
Claro, que sabía lo que estaba pasando, murmuró Caterina, sentándose en el borde de la cama. Lycas puede ser muy fiero, muy duro… pero ella es su pareja predestinada. No la lastimaría de ¿verdad?. Su expresión se volvió picará.
—Pero, ¡adivina lo que sí le pasó a Ariadna!
Dayana, que estaba completamente desconectada de los chismes de la manada, negó con la cabeza, intrigada a pesar de sí misma.
—¡La llevó a su estudio! —Caterina bajó la voz a un susurro emocionado.
—Ya le había dicho antes que no se meta con su hijo y que no se meta contigo. Ariadna protestó, como siempre. ¡Pero él…! —Hizo una pausa para mayor efecto.
—¡Sacó la caja de la casa! ¿Sabes? ¡Esa caja de madera oscura que tiene el látigo!
Dayana frunció el ceño, confundida.
—¿Látigo?
—¡Sí! —Caterina casi saltaba de excitación macabra.
—Un látigo que reposa en un líquido transparente y un poco viscoso. ¡Es acónito! ¡Un veneno que a los lobos les cuesta horrores recuperarse y muchas veces los llega a matar!
Dayana sintió que el estómago se le encogía. Acónito. La palabra solo era sinónimo de agonía para su especie.
—Le ordenó que se arrodillara… —continuó Caterina, haciendo gestos con las manos.
—Y la azotó 25 veces. ¡Una por cada año que tiene Ariadna, por no haber aprendido a comportarse y escuchar a su Alfa! —se estremeció.
—Y fue así como Ariadna terminó con una reverenda… hospitalización por sus heridas en la espalda. Se recupera lentamente, porque el veneno todavía no se ha eliminado. Dicen que fue terriblemente doloroso. ¡Y que ni siquiera podía gritar después del décimo azote!
Dayana se quedó impresionada, una mano tapándose la boca. Nunca pensó que Lycas pudiera ser tan cruel con su propia hermana. Una oleada de alivio mezclado con horror la inundó. Comparado con eso, su castigo de barrer y limpiar establos era… benigno. Casi misericordioso.
—Dioses… —murmuró, sintiendo una punzada de lástima por Ariadna, a pesar de todo.
—Sí —asintió Caterina, más seria de repente.
—Así que, por muy molesta que estés… agradece que solo te hayan puesto a barrer.
Dayana asintió lentamente, el peso de la realidad cayendo sobre ella. Lycas no era solo un hombre de palabras duras. Era un Alfa que actuaba con una brutalidad calculada y despiadada cuando era desafiado directamente.
Lo que ella no sabía, mientras se sentía aliviada por haber escapado de un castigo físico, era que el suyo aún no había terminado. Y que muy pronto, sentarse después de la “sesión de disciplina” que Lycas tenía planeada para ella, le iba a costar unas cuantas horas de dolor punzante y humillación profunda. La lección de sumisión estaba lejos de haber concluido.
pienso que de poder rechazarlo lo puede hacer ,pero temo por la vida de su loba Akira y por la misma Dayanna porque tal vez no resista al rechazo pero siento que si ella es una loba de rango superior puede resistir cualquier cosa de parte de Lycas....