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ALAS DE SANGRE

ALAS DE SANGRE

Status: En proceso
Genre:Elección equivocada / Traiciones y engaños / Poli amor / Atracción entre enemigos / Venganza de la protagonista / Enemistad nacional y odio familiar
Popularitas:1.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Yoselin Soto

Nabí es el producto de un amor prohibido, marcada por la tragedia desde su más tierna infancia. Huérfana a los tres años tras la muerte de su padre, el vacío que dejó en su vida la lleva a un mutismo total. Crece en un orfanato, donde encuentra consuelo en un niño sin nombre, rechazado por los demás, con quien comparte su dolor y soledad.

Cuando finalmente es adoptada por la familia de su madre, los mismos que la despreciaban, su vida se convierte en un verdadero infierno. Con cada año que pasa, el odio hacia ella crece, y Nabí se aferra a su silencio como única defensa.

A sus dieciocho años, todo cambia cuando un joven de veintitrés años, hijo del mafioso más poderoso de Europa, se obsesiona con ella. Lo que comienza como una atracción peligrosa se transforma en una espiral de violencia y sangre que arrastra a Nabí hacia un mundo oscuro y despiadado, donde deberá luchar no solo por su libertad, sino también por descubrir quién es realmente.

NovelToon tiene autorización de Yoselin Soto para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO 6: EL PRECIO DE LA SALVACIÓN

...Nabí...

No sabía quién era él, ni por qué estaba arriesgando su vida por mí. Para mí, solo era un desconocido, un psicópata que me había secuestrado en el momento más desolador de mi vida. Ahora, ese loco psicópata yacía inconsciente en mis brazos, tras haber masacrado a los hombres que intentaron violarme. Mi mente estaba en caos; cada pensamiento era un grito ahogado. Estábamos en un callejón oscuro y solitario, y ni siquiera podía pedir ayuda.

La sangre de él manchaba mis manos, y el olor a hierro me revolvía el estómago. Le daba leves palmadas en su rostro, suplicándole que despertara, pero no había respuesta. La desesperación se hacía más intensa al no poder escuchar su corazón; el tambor en mi pecho cubría cualquier sonido. Mi cuerpo pequeño y frágil no podía levantar a un hombre de dos metros que pesaba entre los noventa kilos.

¿Estaba él a punto de morir?

Justo cuando la esperanza comenzaba a desvanecerse, sus guardaespaldas llegaron por él. La culpa me carcomía por dentro, y sabía que debía hacer algo. Las camionetas aceleraron rumbo al hospital mientras su cabeza sangrante reposaba sobre mis piernas.

El móvil de uno de los guardaespaldas distrajo la atención de todos.

—¿Sí, señora? —respondió.

El hombre de traje negro con rasgos asiáticos se quedó en silencio unos segundos; no podía oír nada por el ruido del motor. Finalmente colgó y le ordenó al chófer:

—Da la vuelta.

—¿Qué? —respondió él, desconcertado.

—¡Que des la vuelta! —alzó la voz—. La señora Lombardi pide que lleven al Boss de vuelta a la mansión.

«¿Señora Lombardi?»

No pude evitar interrumpir y pateé el asiento del copiloto.

«No puede volver hasta que vea a un médico»

Él no respondió, lo que aumentó mi desesperación.

«¡Él puede morir!»

—El Boss recibirá atención médica en la mansión —respondió finalmente–. El hospital no es un lugar seguro.

Apreté mis labios con frustración y miré al hombre aún inconsciente en mis brazos. El retazo de mi vestido que había usado para presionar su herida ya estaba empapado de sangre. Cuando las camionetas cruzaron el enorme portón de la mansión, una ola de sudor frío recorrió mi espalda; el mal presentimiento se apoderó de mí.

Las enfermeras, acompañadas por los guardaespaldas, lo levantaron para llevarlo a una camilla. Intenté seguirlos, pero una mano enorme me empujó hacia atrás.

—No puede entrar a la mansión.

Lo miré con confusión.

—Es una orden. —dijo el odioso hombre.

No podía creer lo que estaba escuchando. Antes de que pudiera enfrentarlo la voz de la mujer me interrumpió—: ¿Quién eres tú? —preguntó ella, con un tono despectivo que me hizo sentir aún más atrapada.

La tensión entre la mujer de labios carmesí y yo alcanzaba un punto crítico. La situación era surrealista; me encontraba atrapada en una mansión que no había elegido, y ahora esta mujer parecía decidida a hacerme pagar por algo que no había hecho.

—¿Qué le hiciste a Daemon? —la otra pregunta llegó cargada de acusaciones, y mi confusión se convirtió en indignación.

«¿Daemon?»

La bofetada me tomó por sorpresa, el ardor en mi mejilla era un recordatorio brutal de su desprecio.

—¡No te hagas la mosca muerta y responde! –—exclamó, y eso solo encendió mi rabia. Entonces uno de los hombres se acercó a ella y le susurró algo en el oído. Su mirada se volvió hacia a mí otra vez—. Así que eres muda. ¿O estás fingiendo para dar lástima y apoderarte de la fortuna de la familia?

La miré incrédula—: Yo no le hice nada. —signé, tratando de mantener la calma.

—No entiendo nada de lo que dices. —su mirada era escéptica mientras cruzaba los brazos, escaneándome con desdén—. Lárgate ahora mismo. —su tono era desafiante.

Intenté mantenerme firme. Mi determinación me empujaba a seguir adelante, incluso cuando ella me tomó del cabello y me arrastró hacia afuera.

El dolor se intensificó mientras caía al suelo, su furia era palpable y humillante frente a todos.

—¡Lárgate! —dijo autoritaria— ¡Sáquenla!

En un instante, dos hombres vinieron hacia mí y me tomaron del brazo para llevarme al auto. Miré por el vidrio trasero mientras el chófer encendía el motor. La mujer ceñuda entró nuevamente en la mansión. El frenazo abrupto había sacudido mis pensamientos. Observé cómo Dafne se dirigía rápidamente hacia mí con una expresión de urgencia en su rostro luego de que le dijo un par de cosas al chofer.

Me llevó a una habitación apartada cerca de la cocina, me sentí inquieta. La vi sacar una mochila y empezar a meter ropa dentro de ella. Su movimiento era rápido y decidido. Luego, con un gesto furtivo, sacó varios billetes de euros y me los entregó.

—Toma —dijo, interrumpiendo cualquier protesta que pudiera tener.

La vi titubear, pero Dafne fue firme:

—Debe irse. —me interrumpió—. Serafina Lombardi es una bruja loca y siempre cumple con sus amenazas. Le recomiendo que aproveche su oportunidad y salga de aquí.

Miré hacia dentro de la mansión, algo desconcertada.

—El señor es como una piedra, él estará bien —respondió Dafne con seguridad.

Me sentía en conflicto.

—Debe esconderse, si es posible, salga de la ciudad.

La angustia en mi rostro era evidente mientras Dafne continuaba sacando más billetes y me los entregaba.

—Aquí tiene dos mil euros. No es mucho, pero puede resolver algo, al menos unos días —dijo con una voz llena de compasión.

Mis ojos se inundaron de lágrimas y asentí demostrándole mi sinceridad mientras la abrazaba.

El chofer, un hombre de apariencia cansada y con algunas canas en su cabello miraba al frente.

Miré por la ventanilla mientras la brisa fresca acariciaba mi rostro. Las luces de los autos pasaban rápidamente a nuestro lado, y por un momento me dejé llevar por la ilusión de que todo podría estar bien.

Sin embargo, esa sensación se desvaneció cuando el chofer, con un tono preocupado, interrumpió mis pensamientos:

—Señorita, creo que nos están siguiendo.

Mi corazón se detuvo. Con ceño fruncido, miré hacia atrás y vi un Mercedes Benz negro que nos seguía de cerca. La adrenalina recorrió mi cuerpo como un rayo.

Antes de que pudiera formular una respuesta lógica, el chofer aceleró en un intento desesperado por perder al auto que nos acechaba. Pero el Mercedes no se rindió; en cambio, aceleró aún más y bloqueó nuestro camino.

—No salga —me advirtió el chofer mientras cerraba los seguros del auto.

El miedo me envolvió como una manta pesada. Justo cuando pensaba en qué hacer, vi cómo Dante salió del Mercedes y se acercó a nuestra ventanilla.

Mi corazón latía con fuerza mientras él daba tres ligeros toques en el vidrio del chofer. No podía moverme; estaba petrificada. El chofer ignoró el aviso y decidió ir en retroceso para escapar, pero antes de que pudiera hacerlo, Dante rompió el cristal con su codo.

El sonido del vidrio estallando resonó en mis oídos como una explosión. Abrí mis ojos como platos involuntariamente mientras fragmentos de cristal volaban por el aire. La imagen del chofer inconsciente, con la sangre goteando de su nariz, me perseguía.

La adrenalina todavía corría por mis venas, y sentía cómo la rabia se acumulaba dentro de mí. ¿Por qué había actuado así?

Al escuchar sus pasos apresurados detrás de mí, supe que no podría escapar tan fácilmente. Cuando me giré para enfrentar a Dante, vi su expresión de sorpresa y determinación. Esa mezcla me irritó aún más.

—¿Por qué hiciste eso? —signé, en movimientos rápidos—. Parecía una buena persona, Dante. No debiste golpearlo.

Él frunció el ceño, como si no comprendiera lo obvio—: Me pediste ayuda. Y te estoy ayudando.

Era cierto; había pedido ayuda, pero en el fondo no quería que fuera él quien viniera a mi rescate. Intenté dar un paso atrás hacia el auto, pero él me detuvo, tomándome de la cintura y llevándome al coche como si fuera una muñeca.

Me sentó en el copiloto y ajustó el cinturón de seguridad con una firmeza que me incomodó aún más.

—¿Cómo me encontraste? —pregunté entre señas, tratando de mantener la calma mientras intentaba procesar todo lo que estaba sucediendo.

Su respuesta fue honesta—: Fue inesperado. Estaba en el semáforo cuando pasaste en el auto. ¿Qué te pasó? —me miró con preocupación—. ¿Eso es sangre? ¿Estás herida?

Negué con desdén—: No, estoy bien.

Era un intento vano ocultar mi irritación; no quería que se preocupara por mí.

—¿Segura?

Sentí cómo esas palabras resonaban como un eco molesto en mi mente. ¿Desde cuándo le ha importado mi bienestar? De verdad estoy sorprendida de que hayas venido por mí.

Su expresión cambió ligeramente; parecía estar lidiando con algo más profundo.

Él continuó—: Nunca pensé encontrarte de esta manera. Creo que fue suerte. No sabes cuántos días he tratado de buscar una manera de entrar a esa mansión.

Su sinceridad me sorprendió un poco, pero no podía dejarme llevar por eso; simplemente miré al frente y traté de ignorar la tensión entre nosotros.

—¿Cómo terminaste en las manos de Daemon Lombardi? —preguntó finalmente.

Desvié la mirada hacia él y encogí los hombros—: Quisiera saber lo mismo.

Dante continuó indagando—: ¿Dónde estabas antes? Luego de que Beatriz te sacó de la casa te busqué por horas y nunca te encontré.

Solté un resoplido, era el primer sonido forzado que hacía en muchos años, y él lo notó, sintiendo cómo el sarcasmo emergía sin querer.

Qué sorpresa, jamás pensé que mi tío: el que me había ignorado, el que me miraba con odio y el que nunca me había dirigido una palabra se preocupara tanto por mí.

El silencio se volvió denso entre nosotros; por más que se lo preguntara él no tenía respuesta para eso y yo tampoco esperaba ninguna. La incomodidad flotaba en el aire mientras conducía hacia ninguna parte.

Finalmente, decidí cortar esa tensión abrumadora—: No importa. Detente aquí. —signé.

Cuando el semáforo cambió a rojo, desabroché mi cinturón y bajé del auto sin pensarlo dos veces. Ignoré sus palabras sorprendidas; necesitaba espacio para respirar y pensar lejos de él. Las bocinas resonaban a mi alrededor mientras comenzaba a caminar rápido por la acera, dejando atrás todo lo confuso y complicado que era Dante.

Pero pronto sentí sus pasos detrás de mí; sabía que no podría escapar tan fácilmente.

La forma en que me agarró del brazo me hizo sentir una mezcla de irritación y sorpresa. Su voz resonó en mis oídos como un eco, y no pude evitar sacudirme con fuerza.

No quería que nadie me detuviera, especialmente él.

—¿A dónde vas? —preguntó, su tono irritado se reflejaba en su mirada. Era evidente que estaba frustrado, igual que yo.

Lo miré, apretando los dientes, luego, retomé mi camino. La verdad es que quería escapar de esa situación, de esa conversación incómoda.

—¡Nabí, por favor! —su voz se alzó, y eso me tomó por sorpresa. No esperaba que le importara tanto–. ¿Siquiera tienes a dónde ir?

Me detuve en seco. Mi siempre silencio se convirtió en una respuesta tácita; no tenía un lugar al cual ir. Esa pequeña revelación se sentía como un golpe bajo. Pero entonces, vi cómo una sonrisa burlista se dibujaba en su rostro, y por un momento, la tensión entre nosotros se disipó un poco. Los hoyuelos en sus mejillas lo hacían lucir más atractivo de lo que había imaginado. Sentí cómo mis mejillas se ruborizaban involuntariamente.

Antes de que pudiera procesar lo que estaba sintiendo, él me tomó de la muñeca con firmeza, pero sin brusquedad, y sus palabras salieron con un tono calmado—: Obedece y ven conmigo.

Era cierto; no tenía a dónde ir. Podía pensar en Abel y Ana, pero sabía que no podía contar con ellos para siempre. Necesitaba tiempo para reflexionar sobre mi vida y las decisiones que había tomado. Así que, sin más opción, me subí al auto de nuevo cuando él me llevó a un lugar que nunca imaginé: un edificio de apartamentos.

Cuando aparcó en el estacionamiento subterráneo, miré a mi alrededor con curiosidad—: ¿Qué lugar es este? —signé, sintiéndome algo perdida.

—Es mi departamento —respondió con una indiferencia que no lograba entender del todo.

La idea de que Dante tuviera su propio espacio era algo nuevo para mí. Nunca lo había visto como alguien que pudiera tener una vida fuera de la imagen del chico bien portado y mujeriego a la vez.

Lo miré confundida, buscando entender su mundo.

Él me miró y guardó silencio por unos segundos; parecía estar sobrepensando sus palabras antes de contestar—: Tengo mis razones. Bájate.

Su tono dejaba claro que no iba a compartir más detalles en ese momento.

Al entrar a la sala, la decoración minimalista del departamento me llamó la atención. Cada cosa parecía estar en su lugar, como si Dante hubiera diseñado el espacio para reflejar su personalidad. La decoración en azul marino de su habitación me envolvió como una manta suave. Miré el armario mientras él sacaba algunas playeras; el simple hecho de que me ofreciera su ropa me hizo sentir una mezcla de sorpresa y timidez.

Cuando tomó una camiseta y me la mostró, no pude evitar examinarla con atención. Era cómoda y parecía tener ese toque relajado que tanto necesitaba en ese momento.

«¿Era buena idea ponerme su ropa?», mi expresión era clara.

—¿Acaso tienes más opciones? —me respondió con una sonrisa que iluminó su rostro. Esa expresión me hizo sentir un poco más tranquila, aunque la incomodidad seguía acechando en el fondo de mi mente.

Moví la cabeza en señal de negación, sintiendo cómo las mejillas se me sonrojaban.

Dante continuó hablando, y su tono era ligero, casi juguetón: —Ya ni sé para qué pregunto.

Mientras él salía de la habitación para darme privacidad, tomé un momento para respirar profundamente. La sudadera era grande y cómoda cuando finalmente me la puse después de ducharme, pero al mirarme al espejo, no pude evitar sonreír del contraste entre mi figura y la prenda que caía hasta mis rodillas.

Con el vestido arrugado aún en mis manos, decidí que lo mejor sería deshacerme de él.

Cuando vi a Dante en la cocina, de inmediato sintió mi presencia y me miró—: ¿Qué haces? —preguntó.

Sin embargo, su reacción me sorprendió. Se acercó y, con un gesto casi protector, tomó el vestido de mis manos.

—Deja, yo lo hago. Mejor come. —dijo mientras señalaba los platos que había preparado. Su tono era firme pero amable, y eso me hizo sentir un poco incómoda.

«Pero ya he cenado», recordé aquel incómodo momento; mi cuerpo se estremeció.

Al final asentí sin saber qué más decir. Me senté a la mesa y miré los platos: lasagna, antipasto y risotto.

La vista era tan tentadora que mi estómago rugió en respuesta.

Justo cuando estaba a punto de probar el último bocado, escuché el sonido de la puerta abriéndose.

Dante volvió a entrar y me miró con una sonrisa que iluminó su rostro—: ¿Qué tal? ¿Te gusta? —preguntó mientras se acercaba a la mesa.

Asentí.

—Me alegra escuchar eso— dijo mientras se servía un poco de agua.

—¿Tú no comerás? —signé.

Él se negó—: Cené temprano.

Mientras lavaba los trastes, el sonido del agua y el roce de los utensilios contra la cerámica creaban una especie de melodía en la cocina. De repente, sentí una respiración cálida en mi nuca. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras me giraba lentamente. Allí estaba Dante, tan cerca que podía ver cada detalle de sus ojos oscuros. El espacio entre nosotros se volvió casi palpable, como si el aire se hubiera vuelto más denso.

Me alejé dramáticamente, dándole a entender el poco espacio que había entre los dos. Sin embargo, mi corazón latía con fuerza; era una mezcla de sorpresa y emoción.

Sin previo aviso, Dante abrió una de las repisas sobre mi cabeza con su brazo izquierdo. El movimiento fue tan fluido que me quedé momentáneamente embobada al observarlo. Sacó un suplemento vitamínico y retrocedió un paso, como si todo lo que acababa de suceder no tuviera más importancia que eso.

—Parece que no te agrada la cercanía de las personas. —bromeó mientras sostenía el frasco frente a mí.

—Es difícil cuando prácticamente has vivido invisible para los demás. —signé.

—Para mí nunca has sido invisible. —dijo él.

Hace rato me di cuenta que Dante no era del todo bueno en el lenguaje de señas, su expresión perdida me lo daba a entender. No lo sabía todo. Mucho menos cuando era rápida con mis manos.

Le restó importancia y se acercó aún más, se inclinó: rodeándome con sus brazos, sentí que el aire se volvía más pesado. La sonrisa despreocupada y seductora que llevaba me hacía cuestionar todo lo que creía saber sobre él.

—Créeme que, si pudieras leer mi mente, lo entenderías. —sus palabras resonaban en mi cabeza, pero no podía evitar pensar: ¿por qué no podía simplemente decir lo que pensaba?

«No necesito leer su mente cuando puede ser él el que lo diga»

Fruncí ligeramente el ceño, tratando de desentrañar su significado. ¿Qué quería decir con eso? Mis pensamientos se dispersaron cuando me miró de una manera que me hizo sentir vulnerable. Su mirada parecía escudriñar cada rincón de mi ser, y la forma en que sonrió después solo intensificó mi confusión.

Y luego, su pregunta cayó como un rayo—: Tengo una duda: Si estás usando mi sudadera porque no tienes tu ropa, ¿quiere decir que no llevas ropa interior debajo justo ahora?

En ese instante, mi mundo se detuvo. La vergüenza me invadió como un torrente y no pude evitar quedarme estática, sintiendo cómo el calor subía por mis mejillas hasta alcanzar mis orejas.

Era como si quisiera desaparecer en ese momento, la indignación mezclándose con un deseo inexplicable de reírme y gritarle al mismo tiempo. Sin pensarlo dos veces, agarré el vaso de agua que había dejado a un lado y lo lancé directamente a su cara.

«¡Era un desvergonzado!»

—Es una simple broma. —dijo entre risas, pero sus palabras solo sirvieron para aumentar mi indignación— ¿Pero entonces es verdad? —esa pregunta final resonó en mí mientras giraba sobre mis talones y corría hacia la habitación.

Cerré la puerta con llave tras de mí y me dejé caer sobre la cama, sintiendo cómo los latidos de mi corazón aún retumbaban en mis oídos. No podía creer que Dante hubiera tenido la audacia de hacer eso; mi mente estaba llena de confusiones y emociones encontradas.

Entonces escuché su voz detrás de la puerta—: Buenas noches, sobrina. Descansa y que sueñes con los angelitos. —su tono juguetón me hizo soltar una risita involuntaria a pesar de la rabia que aún ardía dentro de mí.

Me quedé allí tumbada en la cama, sintiendo cómo el rubor aún persistía en mis mejillas. De repente, aquellos ojos grises se cruzaron por mi mente. Me levanté de un salto, incapaz de soportar la quietud, y me dirigí a la ventana.

Al abrirla, una brisa fresca entró, trayendo consigo el aroma a ciudad iluminada. Miré hacia abajo, donde las luces parpadeaban como estrellas perdidas en el asfalto. Era un espectáculo hermoso, pero la belleza del momento se desvanecía ante el constante recuerdo de ese hombre.

Daemon.

Su nombre era peculiar y llamaba la atención. Como si fuera familiar para mí.

Pero buscaba en alguna de las esferas de los recuerdos que había en mi mente y ninguno recordaba ese nombre. Sin embargo, me parecía familiar.

¿Cómo estaba? Esa pregunta giraba en mi mente como un torbellino.

¿Por qué ocupaba tanto espacio en mis pensamientos? Intenté concentrarme en el murmullo lejano de la ciudad, pero incluso allí su imagen persistía.

Finalmente, decidí que necesitaba descansar. Regresé a la cama y me acomodé bajo las cobijas, sintiendo cómo el cansancio comenzaba a tomarme.

Mientras la luz del sol se filtraba a través de los cristales, no pude evitar sentir una mezcla de alegría y resignación. "Otra vez sola", pensé mientras me lavaba la cara.

La cocina solitaria y en la isla se encontraba mi desayuno tapado con una nota encima que decía:

"Debo ir a trabajar. Volveré al mediodía con tu almuerzo. No inventes, ni quemes nada dentro del departamento. Tampoco salgas hasta que llegue."

La nota en la cocina era un clásico: siempre esa advertencia de no quemar nada. A veces me preguntaba si mi habilidad para cocinar era realmente tan mala o si simplemente le gustaba exagerar.

Al descubrir la bandeja, una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver el desayuno: tortilla de huevo, pan tostado y tocino. Mi estómago rugió, como si estuviera haciendo su propio reclamo por comida. La leche fría no era lo ideal, pero al menos no estaba amarga. Así que, con todo listo, me senté en el sofá y encendí la TV.

Mientras las imágenes pasaban frente a mis ojos, di un bocado al pan tostado y el canal quedó en el noticiero nacional.

El titular me llamó la atención: El impacto de la Moissanita.

Le subí a la TV.

[Presentador]: Hoy nos enfocamos en un nuevo fenómeno que ha captado la atención de las autoridades: la moissanita. Esta droga, que ha ido ganando popularidad entre los jóvenes, se ha convertido en un tema candente en países como Japón, Corea del Sur, Francia e Italia.

[Reportero]: La moissanita, conocida por su apariencia brillante y colorida, ha sido relacionada con redes de crimen organizado que se dedican a su creación y distribución. Investigaciones recientes han revelado que estas organizaciones están operando a lo largo de toda Asia y Europa, aprovechando la creciente demanda de sustancias recreativas en festivales y eventos sociales.

[A medida que el reportero habla, se muestran imágenes de laboratorios clandestinos, con mesas llenas de frascos y productos químicos]

[Reportero]: Las autoridades han informado sobre un aumento alarmante en el número de hospitalizaciones relacionadas con el uso de moissanita, así como un incremento en los casos de paranoia y ansiedad severa entre los consumidores. En Japón y Corea del Sur, se han llevado a cabo redadas masivas en laboratorios clandestinos donde se produce esta droga sintética.

[En la pantalla, se observan imágenes de ambulancias llegando a hospitales y personal médico atendiendo a jóvenes con síntomas severos]

[Entrevista con un experto]: La moissanita no solo está causando estragos en la salud pública, sino que también está vinculada a actividades delictivas más amplias. La creación y distribución de esta droga ha alimentado redes criminales que operan sin control.

[Mientras el experto habla, aparecen imágenes de grupos criminales siendo arrestados y de escenas caóticas en clubes donde los usuarios están bajo los efectos de la droga]

[Reportero]: En Japón y Corea del Sur, se han llevado a cabo redadas masivas en clubes nocturnos y fiestas donde se ha encontrado esta droga.

[Las cámaras capturan escenas de operativos policiales, con agentes registrando bolsas llenas de cristales brillantes y otros paraphernalia relacionados con el consumo]

[Reportero]: En Italia, la llegada de la moissanita ha desencadenado debates sobre la regulación de las drogas y la necesidad urgente de educación sobre el consumo responsable.

[Se muestran protestas organizadas por grupos comunitarios exigiendo acciones inmediatas para abordar esta crisis antes de que se convierta en una epidemia]

[Presentador]: La situación es preocupante y requiere atención inmediata. Seguiremos informando sobre este tema crítico y las medidas que se están tomando para combatir el tráfico y el uso de moissanita. Manténganse informados y cuídense.

Las imágenes de caos y desesperación en la pantalla de la televisión parecían reflejar un mundo que se desmoronaba, un mundo que había estado ignorando.

Con mi cuerpo estremecido y mientras pensaba en eso, el timbre del departamento sonó, rompiendo mi trance. ¿Quién podría ser? ¿Dante olvidó la llave?

Con una mezcla de curiosidad y ansiedad, me acerqué a la puerta. Al abrirla, el aire se me heló en los pulmones. Ahí estaba la abuela Beatriz, con las bolsas que traía en las manos resbalando y cayendo al suelo. El sonido de los productos golpeando el piso resonó como un tambor en mi pecho.

Su rostro se transformó al verme; una oleada de odio cruzó su mirada, como si yo fuera el origen de todo lo malo en su vida.

—¿Qué haces aquí? —su voz era un susurro cargado de desdén, y por un momento sentí que el tiempo se detenía.

Su mirada estaba encima de mí y la sudadera de Dante—: Es que definitivamente eres la definición de todo lo sinvergüenza, ¿seguirás los pasos de tu padre al enredarte con Dante? —dijo, sus ojos brillando con una intensidad que me hizo sentir pequeña e insignificante.

Mi sangre hervía cada vez que mencionaba a mis padres. ¿Es que acaso no se sabía otra oración?

Siempre está sacando a pasear la historia de que mi padre sedujo a mi madre.

¿No le harta repetir lo mismo?

La tensión entre nosotras era insoportable.

—¡No me respondas, mocosa igualada! —«como si pudiera hacerlo»— ¡No tienes derecho! —su voz se alzó, resonando por todo el pasillo del edificio—. ¿Cómo te atreves a seducir a Dante? Es tu tío, es que... —estaba muy furiosa— ¡Eres una zorra!

El caos del mundo exterior palideció en comparación con esta confrontación personal. En ese instante, comprendí que nuestro conflicto no solo era una batalla entre abuela y nieta; era un reflejo del caos que existía más allá de nuestras puertas y dentro de cada uno de nosotros.

La frustración burbujeaba dentro de mí mientras miraba a la abuela Beatriz, su rostro contorsionado por el odio. No quería explicarme una vez más. Estaba harta de tener que justificar mis decisiones, de ver cómo al final siempre pensaban lo mismo de mí, como si fuera la villana de esta historia.

No negué nada, pero tampoco afirmé lo que ella quería confirmar.

La verdad era que estaba cansada. Cansada de pelear por ser comprendida, de sentir que cada explicación que intentaba dar caía en ojos ciegos. Ya no tenía ganas de entrar en esa dinámica desgastante.

La tensión en la habitación era palpable, casi podía cortarla con un cuchillo. Después de tanta palabrería e insultos, finalmente guardó silencio.

«¿Ya terminó su rosario?», mostré mi expresión irritada.

Señalé el sofá, intentando desviar un poco la intensidad de la situación.

La expresión de Beatriz se tornó aún más dura, sus labios se prensaron en una línea recta de desaprobación. Pero para mi sorpresa, no dijo nada más; simplemente se sentó. Ese silencio me dio un respiro momentáneo, pero también me hizo cuestionar si había cruzado una línea que no debía.

Apagué la televisión, sintiendo que el ruido exterior se desvanecía junto con las imágenes caóticas que antes me habían distraído. Me senté a una distancia prudente de ella, a metros, como si poner espacio entre nosotras pudiera protegerme de su ira. No quería arriesgarme a que en cualquier momento la gata callejera poseyera su cuerpo y me saltara encima a arañazos.

El silencio se convirtió en un campo de batalla silencioso. Podía sentir cómo las palabras no dichas flotaban entre nosotras, como flechas listas para ser lanzadas.

Miré a Beatriz, tratando de leer su mente detrás de esa fachada dura.

Mientras tanto, mis pensamientos giraban en torno a lo absurdo de la situación. Estábamos atrapadas en este ciclo de reproches y malentendidos, como dos boxeadoras en un ring sin salida.

Pero yo ya no quería pelear; solo deseaba un momento de paz, aunque fuera fugaz.

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Eudy Brito
Capítulo muy intenso.. Dante apareció nuevamente en la vida de Nabi... Cada capítulo más emocionante
Yara Noguera
me atrapó tanto suspenso.....baje las escaleras con nabi...qué nervios!!!!
Eudy Brito
Ojalá que no sea una trampa 😞😞... Y bueno Dafne es esa amiga loca e incondicional que en algún momento todos tenemos, debió parecer un tomate 🍅🍅.. Aunque es cierto,por qué Nabi no recuerda a Daemon y a la monja??
Eudy Brito
Daemon Sor. Ana se refiere al mundo que te rodea
Eudy Brito
Daemon dejó muy en claro que no se comprometería con ninguna otra mujer. La única mujer para él se llama Nabi
Eudy Brito
Una zorra que se le quería colar en la cama a Daemon y más enemigos que enfrentar.. Aunque yo creo que Nabi es hija de Volkov que sucederá si eso es así??? Cada capítulo más emocionante
Alex-72
Nunca había imaginado que alguien describiera tanto como yo ✨🤩
Yoss: Muchas gracias, disfruta la lectura, la escribo con el corazón.❤️
total 1 replies
Eudy Brito
Nabi, Daimon no te dejará ir por nada del mundo
Eudy Brito
Adoro como la cuida y protege. Aunque sea tosco
Eudy Brito
Nabi ha pasado por mucho y merece ser realmente feliz
Eudy Brito
Nabi a ese loco que tienes a tu lado lo conociste en el orfanato y por alguna razón lo olvidaste. Dentro de todo te salvó
Eudy Brito
Hay Nabi, me parece que diste en el blanco cuando le escogiste el nombre a Daemon, es el demonio en persona, y por tí hará que arda el fuego del infierno por defenderte y hacerte justicia. Empezando por ese par de viejos desgraciados que han hecho de tu vida un martirio
Eudy Brito
Pobre Nabi, está atrapada entre el odio de su propia familia y la obsesión de Daemon
Eudy Brito
Le salió competencia a Daemon uyy
Eudy Brito
No debió abrir la puerta 🤦🏽‍♀️🤦🏽‍♀️🤦🏽‍♀️ por lo leído a Dante le gusta su sobrina
Eudy Brito
Desgraciada, mal agradecida. Daemon apúrate en encontrarla antes de que le hagan más daño a Nabi
Eudy Brito
Ojalá que llegue alguien y la salvé 😢😢😢😢
Eudy Brito
Ahora sí se preocupa su tío ¿ dónde estaba?? Cuando no le importó como la humillaron y sacaron a la calle?? Que hipócrita
Eudy Brito
Que nervios 😱😲😲
Jefrii
una historia para no dejar de leer!! es impresionante por lo que tiene que pasar Nabi!.
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