Curvas del Destino
Una historia de amor, coraje y renacer.
Lina Song perdió a su madre a los 16 años y terminó en un orfanato, donde su sobrepeso la convirtió en blanco de burlas y humillaciones. Al cumplir 18, con esfuerzo y el apoyo de trabajadores sociales, consigue empleo como auxiliar de limpieza y luego en una cafetería para poder pagar su renta.
Allí conoce a Daniela Ling, hija de un millonario, quien se convierte en su mejor amiga y la ayuda a ingresar a la universidad. Todo parece mejorar… hasta que aparece Luzbel Shao, un joven poderoso y arrogante que no tarda en hacerle la vida imposible. Pero lo que inicia como acoso se convierte lentamente en una pasión imposible de ignorar.
Cuando el primer amor de Luzbel regresa y Lina descubre que está embarazada, su mundo vuelve a romperse. Decide huir y empezar de nuevo… lejos del dolor y los secretos.
¿Podrá el amor sobrevivir a la distancia, el poder y las heridas del pasado?
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Un domingo para mi.
Mensaje entrante – Iván: “¡Genial! ¿Qué te parece si paso por ti a las 4? Mándame tu dirección para ir por ti y así vamos con calma 😄”
Yo sonreí, sintiendo una oleada de nervios agradables.
Aún estaba en pijama, sentada en la cama, pensé un momento antes de escribirle.
Mensaje de Lina para Iván: “Perfecto, aquí te paso la dirección. Te veo a las 4 😊”
Deje el celular a un lado y me levante con un brinquito leve.
La emoción me había cambiado el ritmo del corazón.
Camine por el pasillo hasta la habitación de Daniela y toque suavemente la puerta.
- ¿Dani? ¿Estás despierta?
- ¡Pasaaa! – respondió Daniela desde dentro, con su típico tono entusiasta.
Yo abrí la puerta y asomé la cabeza tímidamente.
Daniela estaba recostada entre almohadones, comiendo papitas y viendo una serie, aun con su mascarilla facial puesta.
- ¿Tienes un minuto? – le pregunté yo, entrando del todo a su habitación.
- ¿Qué pasó? ¿Te duele algo?
Yo sonreí, bajando la mirada.
- No… bueno, es que… tengo una cita.
Daniela se incorporó de golpe como si le hubieran dicho que Beyoncé estaba en la sala.
- ¿¡QUE!? ¿¡Una cita!? ¡Amo esto! ¿¡Con quien!?
- Con Iván… el chico de anoche. Me escribió y me invito al cine.
Daniela chillo feliz como si le hubieran dicho que su mejor amiga acababa de comprometerse.
- ¡Linaaaaaa, que emoción! – salto de la cama como un resorte - ¡No puedo creerlo! ¡Esto hay que celebrarlo!
- Si, por eso vine. Quería pedirte que me ayudaras a arreglarme...
- ¡Obvio que sí! – me lanzo un cojín de la emoción - ¡Hoy voy a hacer de ti una diosa! Este es el primer paso de la nueva tu. Me siento como una madre orgullosa.
Ambas reímos.
3:45 p.m.
Estaba en la sala del departamento, yo estaba lista.
Daniela me había peinado con suaves ondas, me aplico maquillaje fresco que resaltaba mis ojos y me vistió con un conjunto casual pero delicado: una blusa blanca con escote en V, jeans de tiro alto, y un blazer celeste claro.
- Estas hermosa, Lina. Y no lo digo porque sea tu estilista oficial, pero… Iván se va a quedar mudo.
- Gracias, Dani… por todo.
- ¿Y te sientes bien? ¿Nerviosa?
Yo respire hondo, mirándome en el espejo.
- Sí… pero también emocionada. Es la primera vez que alguien me invita a salir así.
- Pues disfrútalo, te lo mereces.
4:03 p.m.
Timbre.
Daniela corrió a abrir con una sonrisa de “Soy la guardiana de esta cita”, luego dejo pasar a Iván.
Llevaba una camisa azul clara, jeans oscuros y una sonrisa encantadora.
- ¡Hola! – saludo el –
- ¡Hola, Iván! – conteste yo saliendo del cuarto.
Iván se quedó un momento en silencio, viéndome de arriba a abajo con una mirada cálida y sincera.
- Wow… te ves preciosa.
Yo baje la mirada, sonrojada.
- Gracias.
Daniela me guiño un ojo discretamente desde la puerta.
- ¡Diviértanse! Y no la traigas tarde o habrá problemas – dijo Daniela en tono de broma –
- Lo prometo – río Iván –
Cine – 5:15 p.m.
La sala estaba medio vacía, lo cual resultó perfecto.
Compramos palomitas gigantes, soda y chocolates.
Iván era atento, divertido y tenía el tipo de sentido del humor que me hacía reír sin esfuerzo.
Durante la película, compartimos miradas y pequeñas bromas susurradas.
Cuando la película terminó, caminamos bajo el cielo anaranjado de la tarde rumbo al restaurante.
Restaurante acogedor – 7:20 p.m.
- Me encanta venir aquí – dijo Iván mientras me acercaba la silla – Es tranquilo, y hacen unas hamburguesas buenísimas.
Yo me sentía cómoda, segura.
La conversación fluida con naturalidad: hablamos de música, de sueños, de nuestras infancias.
- ¿Te puedo tomar una foto? Te ves muy linda.
- ¿Eh? ¿Ahorita?
- Si, solo una – sonrió, Iván – Si no quieres, no hay problema.
- Bueno… está bien.
Yo pose con timidez, apoyando el mentón en una mano, con una sonrisa suave.
Iván tomó la foto y luego se puso a escribir algo.
- ¿Qué haces?
- Subiéndola a Instagram. ¿Te etiqueto?
- ¿A mí?
- Claro. ¿Te molesta?
Yo dudé unos segundos.
Pero le di mi usuario y observé como él me etiquetaba y escribía:
Descripción y foto de la publicación en Instagram que hizo, Ivan:
“Tarde perfecta con esta linda compañía 😊🍿🍔”
La publicación se subió y mi corazón dio un vuelco.
¿Y si Luzbel la veía?
¿Y si se enojaba?
¿Y si…?
Cerré los ojos un segundo, recordando el momento que habíamos tenido en el balcón, sus palabras hirientes, su mirada de dueño.
Pero entonces volví a mirar a Iván.
A su sonrisa tranquila.
A sus ojos sinceros.
Él era real.
Él era amable.
Él no jugaba conmigo.
Mi celular vibro con una notificación.
Era una reacción en la foto.
Sentí un escalofrío.
No me atreví a mirar.
No es ese momento.
No iba a permitir que Luzbel arruinara mi única cita especial.
- Gracias por invitarme, Iván. Enserio.
- Gracias a ti, por aceptar. Me alegra que estés disfrutando.
Antes de llevarme al departamento, Iván freno frente a una pequeña tienda de ropa que aún estaba abierta.
- Quiero regalarte algo.
- ¿Que? ¡No! Ya hiciste demasiado por mi hoy.
- No es nada. Solo… vi una blusa que me recordó a ti. Ven.
Me tomo de la mano con dulzura.
Entramos juntos.
Iván eligió una blusa color lavanda con detalles plateados y una chaqueta delgada para el clima nocturno.
- Eres la primera persona con quien quiero hacer este tipo de cosas.
Yo estaba tan sorprendida que apenas pude agradecerle.
Acepte los regalos, y mientras caminábamos de regreso al auto, sentí que mi pecho se llenaba de una calidez que hacía tiempo no conocía.
Tal vez Luzbel viera la publicación.
Tal vez se molestara.
Pero por primera vez no me importaba.
Ese día, mi corazón estaba ocupado con alguien que si me valoraba.