Rómulo Carmona Jr. es hijo del hombre más poderoso y temido del país y ante el mundo, es el heredero devoto, y la sombra perfecta de su padre. Pero en su interior, lo odia con cada fibra de su ser, porque Carmelo Carmona, es un tirano que lo controla todo, y ha decidido su destino sin dejarle opción: un matrimonio por conveniencia con Katherine León.
Para Rómulo, casarse con ella es la única manera de proteger a la mujer que realmente ama, sin embargo, lo que comienza como una obligación, pronto se convierte en un viaje inesperado y en el camino, descubre que los sentimientos pueden surgir cuando menos te lo esperas.
¿Podrán Rómulo y Katherine encontrar la felicidad en un matrimonio marcado por el deber?, o, por el contrario, estarán condenados a vivir en las sombras de un destino que ellos nunca eligieron (Historia paralela de la saga Romance y Crisis)
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Capítulo VI: Traicionar lo que más amas para salvarla parte 6
Y en ese instante, cada uno de los presentes supo que los días por venir cambiarían todo lo que creían conocer, la tensión en la casa se volvió sofocante cuando Katherine, con un tono sereno pero firme, corrigió la idea que sus padres habían dado por hecho.
—No canten victoria porque aún no he aceptado.
El impacto de sus palabras fue inmediato.
Édison frunció el ceño con furia contenida, mientras Griselda se llevó una mano al pecho, como si la declaración de su hija fuera un insulto personal.
—¡¿Qué estás diciendo, Katherine?! —bramó su padre, su voz resonando en toda la habitación.
—¡Esto no es un juego! —añadió su madre, con el tono desesperado de quien ve cómo sus expectativas se derrumban en un instante.
Karin se estremeció ante el arranque de sus padres, ella quería apoyarla, y decir algo en su defensa, pero Katherine, con un movimiento apenas perceptible de la cabeza, le indicó que no lo hiciera, no quería que se dieran cuenta de que ambas estaban del mismo lado.
Así que Karin se contuvo, y en lugar de expresar su apoyo, hizo lo contrario.
—Bueno… supongo que tratándose de ti todos sabíamos que esto pasaría. —dijo con tono indiferente, cruzándose de brazos y mirando de reojo a Katherine.
La frialdad en su voz golpeó a Katherine más de lo que había esperado y aunque sabía por qué su hermana lo hacía, y que era parte de su juego, pero aun así dolió.
Porque fue como si Karin en apariencia se hubiera convertido en lo que sus padres querían que fuera y porque ese comentario era un recordatorio de que, en esta casa, ella siempre sería la opción menospreciada.
Pero Katherine no dejó que la expresión en su rostro delatara el golpe emocional y en cambio, se limitó a asentir, como si confirmara la burla de su hermana, como si aceptara el papel que todos le habían asignado, porque eso era lo que querían ver en ella.
El silencio en la casa se volvió insoportable. Katherine, aun procesando la reacción de su familia, se mantuvo firme, pero la tensión en su pecho no dejaba de crecer.
Fue entonces cuando Édison León perdió la paciencia.
—Vas a llamar a la Primera Dama ahora mismo. —ordenó, con una voz tan fría que hizo que Griselda se estremeciera.
Katherine se quedó helada.
—Papá, yo…—No hay discusión. —la cortó con dureza—. Vas a aceptar de inmediato, o te arrepentirás.
Las palabras golpearon su mente como un látigo porque sabía que su padre no hacía amenazas en vano, y que no obtendría un buen resultado si no lo obedecía.
Sus dedos temblaron ligeramente y pensó en su futuro y en lo que significaba aceptar esta unión, y entonces, un pensamiento la sacudió con fuerza.
Si tenía que casarse por obligación, al menos Rómulo tenía su edad, no como los otros candidatos que su padre había considerado antes, aquellos hombres influyentes, y poderosos, que casi le doblaban la edad.
Por un instante, esa idea fue lo único que la ayudó a respirar así que Katherine tragó saliva, con un nudo en la garganta, y tomó el teléfono con manos tensas.
Sus padres la observaban con severidad, esperando su siguiente movimiento.
Karin permanecía en silencio, y aunque Katherine no se atrevía a mirarla directamente, sabía que su hermana quería intervenir, pero no podían y con un pulso acelerado, marcó el número.
Y con cada tono de llamada que sonaba, sentía que su destino estaba siendo sellado, porque después de esta conversación, no habría vuelta atrás.
La llamada de Katherine llegó a Margarita justo cuando ella estaba revisando algunos documentos en su despacho y el tono insistente del teléfono la hizo sonreír con satisfacción.
—Sabía que este momento llegaría — murmuró para sí misma con satisfacción.
Margarita sabía que la joven tarde o temprano terminaría aceptando su propuesta y cuando contestó, la voz de Katherine no sonó firme, sino temblorosa, como si la decisión que estaba tomando pesara más de lo que podía soportar en ese instante.
—Señora… —dijo con cautela—. Acepto su propuesta.
Margarita dejó escapar un suspiro, pero no de alivio sino de comprensión porque había pasado por lo mismo en su juventud, había tomado decisiones que al principio parecían una prisión, solo para luego descubrir que eran una vía de escape disfrazada y su tono se volvió suave, casi maternal.
—No te vas a arrepentir, Katherine.
Hubo un silencio al otro lado de la línea, como si la joven tratara de convencerse a sí misma de que aquello podía ser cierto.
Margarita continuó, con el tono seguro de quien ve más allá del presente.
—Años después, cuando mires hacia atrás, te darás cuenta de que este día—esta decisión que ahora sientes como una obligación—fue la mejor que tomaste en tu vida.
Katherine no respondió de inmediato, pero Margarita no necesitaba que lo hiciera porque ya había sembrado la idea en su mente, y en algún momento, la joven comprendería su verdadero significado.
Porque, en su mundo, las mejores decisiones nunca parecían tales en el momento en que se tomaban, sin embargo, con el tiempo se convertían en la clave para sobrevivir.
Katherine colgó el teléfono con manos temblorosas, sintiendo como si el aire de la habitación se volviera más denso, más pesado porque había aceptado y el peso de esas palabras se instaló en su pecho con una certeza abrumadora.
—¿Están satisfechos papá y mamá? —preguntó con un toque de amargura.
Obviamente no obtuvo una respuesta de su parte porque estaban concentrados en celebrar que serían parte de la familia presidencial, así que silenciosamente se marchó y al llegar a su habitación, se dejó caer lentamente sobre su cama, con su mirada perdida en el techo mientras su mente intentaba procesar lo que acababa de hacer.
—¿Realmente sería la mejor decisión de su vida? — se preguntó a sí misma.
Las palabras de Margarita resonaban en su cabeza, y aquella seguridad con cual le había hablado, como si supiera cosas que ella aún no podía ver.
Pero ahora, no podía detenerse a cuestionar demasiado, y no podía permitirse titubear, porque el precio de negarse era demasiado alto.
Pensó en lo que habría pasado si hubiera rechazado el acuerdo, su padre nunca le permitiría seguir con su sueño de independencia, su destino hubiera sido sellado por él, con un matrimonio con algún empresario que le doblaba la edad, con un futuro que no le pertenecía en absoluto.
Al menos con Rómulo tenía una oportunidad de luchar y esperaba que él no fuera su enemigo, pero, aun así, algo en su interior se resistía a la idea de que su vida ya no le pertenecía del todo.
Se giró sobre su costado, cerrando los ojos con fuerza y por primera vez, sintió verdadero miedo, no porque temiera al matrimonio en sí.
Sino porque no sabía en quién se convertiría después de esto y esa incertidumbre, más que cualquier otra cosa, era lo que realmente le aterraba.
El silencio en la habitación de Katherine era abrumador, solo roto por el leve crujido de la puerta al abrirse lentamente. Karin entró sigilosamente, asegurándose de que nadie la viera, cerrando con cuidado detrás de sí.
—¿Kat estás despierta? — preguntó Karin.
Por un instante, las hermanas solo se miraron, sin necesidad de decir nada, y luego, la contención se rompió, ambas lloraron de forma desconsolada, abrazadas en un refugio que solo ellas podían entender.
Katherine hundió el rostro en el hombro de su hermana, dejando salir el dolor que hasta ese momento había intentado controlar, la presión, el miedo, y la incertidumbre se manifestaban en cada lágrima.
Cuando al fin pudo hablar, su voz estaba rota, pero determinada.
—Karin por lo menos hazme una promesa.
Karin no respondió de inmediato, pero esperó, sintiendo que lo que estaba por decir su hermana pesaría más que cualquier otra palabra.
—Por lo menos tú… estarás con el hombre que amas —susurró Katherine—. Si no, no me casaré con el hijastro de la Primera Dama.
Karin cerró los ojos por un instante, como si ese deseo la hiciera tambalear porque quiso decirle que sí y darle la seguridad que tanto necesitaba, sin embargo, no podía porque realidad no era tan sencilla.
Con una mezcla de tristeza y resignación, acarició el cabello de Katherine con suavidad antes de responder.
—No puedo prometerte eso —dijo con honestidad—. Pero sí te garantizo algo y es que tarde o temprano, estaré con él.
Katherine no supo si esa respuesta era suficiente, pero en el fondo, era lo único que podían darse en ese momento, porque en su mundo, las promesas eran difíciles de cumplir, pero, al menos entre ellas, no había mentiras.
Cuando Rómulo llegó al restaurante, su semblante mostraba una mezcla de felicidad y alivio ante la idea de huir de aquel ambiente asfixiante. Saludó a Margarita con el afecto habitual, sabiendo que podía confiar en ella sin reservas.
—Romy, estoy muy enojada porque me tienes abandonada —se quejó Margarita, con amabilidad, pero con un tono que no permitía disimular su preocupación.
—Discúlpame, tía, el problema es que he estado un poco ocupado estos días —respondió Rómulo con sinceridad.
Margarita suspiró, resignada, sabiendo lo difícil que era romperle el corazón al niño al que consideraba como propio, pero consciente de que era la única forma de protegerlo.
—Romy, no tengo mucho tiempo —continuó, bajando la voz para que nadie las escuchara—. Sabes que siempre hay alguien al acecho, así que seré breve: NO te atrevas a hacer lo que estás pensando.