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ROSE

ROSE

Status: En proceso
Genre:Escuela / Venganza / Policial / Romance oscuro
Popularitas:1.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Aileen D.

Tras la traición de su padre y la ruptura de su familia, Rose se muda a la ciudad buscando un nuevo comienzo.
En el exclusivo colegio Goldline, todo podría ir bien… si no fuera por Malory, su prima, que la odia y está dispuesta a convertir su vida en un infierno.
Pero Rose no es tan frágil como parece.
Hay algo en ella que despierta cuando está en peligro… algo que no se detendrá ante nada.

NovelToon tiene autorización de Aileen D. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Enemigas Juradas

A la mañana siguiente

Todo era un caos. Desde temprano Rose estuvo de un lado a otro para arreglarse, con la voz de Emily en su cabeza todo el tiempo; se hizo las uñas, fue a la peluquería, a que la maquillaran y al fin... Estaba lista.

—Te ves preciosa —su madre la mirada con orgullo—. Mi bebé ya creció.

—Tú también te ves hermosa, mamá.

En eso suena el timbre.

Matías había llegado con dos ramos de flores, uno un poco más grande que el otro.

—Wow... ¿Pero quiénes son ustedes? —dijo alagando—. Se ven bellísimas.

—Tan lindo como siempre, Matías.

—Para usted, señora Marcia —le entregó el ramo pequeño y volteó a ver a Rose.

Rose no podía mantenerle la mirada como Emily y sabía que esto sería un problema. Aunque trató de mantener la misma actitud de Emily.

Matías le entregó el otro ramo a Rose; unas hermosas rosas rojas con pequeños diamantes en el centro.

—Vas a ser la mujer más bella de la noche.

—Gracias —Rose forzó una sonrisa.

Matías abrió la puerta para ambas y subieron al auto.

 

El auto se detuvo frente al imponente edificio iluminado como si fuera un palacio moderno. Una alfombra escarlata recorría desde la entrada hasta los escalones principales, donde los reflectores giraban en el cielo como lanzas de luz que anunciaban que esa noche, ese lugar, era el centro del universo.

Coches de lujo llegaban uno tras otro: limusinas negras, deportivos brillantes, sedanes con chofer uniformado. Cada vez que se abría una puerta, descendía una figura elegante; hombres en trajes hechos a la medida, mujeres envueltas en vestidos que parecían recién salidos de una pasarela. El aire olía a una mezcla de perfumes caros, cuero nuevo y champaña recién descorchada.

Fotógrafos esperaban en la entrada, flasheando sin descanso cada sonrisa falsa y cada pose ensayada con un cálculo perfecto. Una pared con el logo dorado del evento servía de escenario para las fotos oficiales, donde las socialités y magnates posaban con la misma seguridad con la que cerraban contratos millonarios.

Alrededor, guardias de seguridad con trajes oscuros se mantenían firmes, invisibles pero vigilantes, revisando discretamente cada invitado. El murmullo de los asistentes se mezclaba con la música en vivo que emanaba desde el interior: un cuarteto de cuerdas tocando piezas modernas con un aire sofisticado.

Las puertas principales, altas y de cristal con marcos dorados, se abrían y cerraban constantemente, revelando destellos del interior: candelabros de cristal, columnas blancas bañadas en luces doradas, mesas altas con copas de cristal listas para el primer brindis de la noche.

Y allí, frente a todo ese espectáculo de lujo, Rose bajaba del auto con el vestido rojo que parecía arder bajo la luz de los reflectores. Todas las miradas fueron hacía ella.

La Golden Gala no era solo una fiesta. Era un campo de batalla donde las armas eran las sonrisas, los vestidos, y el dinero.

Los fotógrafos no tardaron en tomar fotos de cada ángulo de Rose. Ella se vio muy aturdida y Emily se desesperó, así que tomó el control en ese momento. No dejaría que esta noche salga mal, por nada del mundo.

Emily empezó a posar para las cámaras, llamando aún más la atención de los presentes. La mezcla de ese hermoso vestido con el collar que brillaba como el mismo sol, hacían que Rose luciera aún más la belleza inigualable que posee.

La atención que Emily había acaparado con su vestido rojo fue efímera. Bastó con que otro auto se detuviera al inicio de la alfombra escarlata para que el aire pareciera cambiar de densidad.

Una limusina negra, más larga y brillante que las anteriores, avanzó con la calma de quien sabe que el mundo entero esperará por ella. El chofer descendió, rodeó el vehículo y abrió la puerta con una reverencia apenas perceptible.

De entre la oscuridad del interior, apareció Mabel. Vestida en un diseño negro de seda con destellos plateados, el tipo de prenda que parecía beber la luz en lugar de reflejarla. Su cabello recogido en un peinado impecable, dejando al descubierto unos hombros afilados que transmitían poder y control. A diferencia del fuego provocador de Emily, Mabel exudaba frialdad imponente, como una pantera que no necesitaba rugir para intimidar.

Los fotógrafos explotaron en flashes frenéticos, gritando su nombre como si fuera la única persona que importara esa noche. Mabel avanzaba con paso seguro, sin apresurarse, mirando a nadie y a todos al mismo tiempo. A su alrededor, los murmullos crecieron; unos la adoraban, otros la odiaban, pero ninguno podía ignorarla.

Un hombre mayor descendió detrás de ella. Alto, de traje gris oscuro, con la expresión endurecida y la mirada que helaba la sangre. El padre de Mabel. Su sola presencia bastó para que la gente a su alrededor se callara un segundo. Nadie quería atraer demasiado su atención.

Mientras Mabel caminaba sobre la alfombra, sus labios apenas se curvaron en una sonrisa maliciosa. Al llegar al punto donde Emily aún brillaba con su vestido rojo, sus miradas se cruzaron. No hubo palabras, no hubo gestos. Solo esa chispa invisible que convierte a dos mujeres en enemigas declaradas.

Era como observar dos universos opuestos: el rojo ardiente de Emily contra el negro gélido de Mabel. La pasión contra la frialdad. El reto contra la autoridad.

Y la Golden Gala apenas había comenzado.

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Dentro de la Golden Gala

El interior del recinto parecía otro mundo. Al cruzar las puertas dobles de cristal, el aire se impregnaba de un perfume costoso que combinaba rosas, tabaco y champaña recién servida. El techo estaba decorado con enormes candelabros de cristal que caían como cascadas de diamantes, iluminando el salón en tonos dorados y cálidos.

El espacio estaba dividido en tres secciones principales:

• El salón central: Mesas redondas cubiertas de manteles de seda blanca y copas de cristal fino. Los invitados se movían como piezas de ajedrez, estrechando manos, intercambiando sonrisas falsas, y midiendo cada palabra como si cada frase pudiera gobernar el mundo.

• La pasarela: Un largo camino iluminado con luces tenues, donde los diseñadores más exclusivos presentarían sus vestidos de alta costura. Modelos con miradas vacías y pasos precisos se alineaban detrás de bambalinas, listas para salir como obras de arte vivientes.

• La zona de subastas: Al fondo, sobre una plataforma elevada, descansaban maniquíes que portaban vestidos únicos. Algunos tenían incrustaciones de cristales, otros telas traídas de rincones exóticos. Un maestro de ceremonias esperaba, con su martillo en mano, listo para comenzar la guerra de dinero entre los presentes.

El ambiente estaba cargado de un zumbido constante de conversaciones, risas falsas y el tintinear de copas chocando. Entre tanto brillo, se respiraba algo más denso... Ambición pura.

Emily avanzaba con paso seguro, sabiendo que cada mirada se clavaba en ella y en el rojo de su vestido como si fuese fuego en movimiento. Mientras tanto, Rose, atrapada en la parte más íntima de su conciencia, sentía cada murmullo como un eco atronador.

De pronto, un murmullo colectivo recorrió el lugar; Mabel había entrado. Y, como era costumbre, el centro de atención cambió de dueño en un segundo.

Mabel y Emily se cruzaron de nuevo, esta vez bajo la luz brillante de los candelabros. La primera, rodeada de un pequeño séquito que parecía abrirle camino, como si el salón le perteneciera. La segunda, sola, pero con esa actitud desafiante que parecía gritar “No necesito a nadie”.

—Qué casualidad verte aquí… —la voz de Mabel sonaba suave, casi melódica, pero cargada de odio y molestia.

—No es casualidad —contestó Emily con una sonrisa provocativa, inclinando levemente la cabeza—. Los mejores siempre terminan en el mismo lugar.

El silencio que siguió fue corto pero brutal. Varias personas fingieron interesarse en sus copas de champaña, aunque sus oídos estaban atentos al intercambio.

Matías, a unos pasos, observaba en silencio. No se había perdido ni una palabra, ni un gesto. Había esperado este momento: la confrontación velada entre dos mujeres que parecían dispuestas a destrozarse sin levantar la voz.

El maestro de ceremonias anunció el inicio del desfile, y las luces se enfocaron en la pasarela. Pero, incluso mientras las modelos comenzaban a caminar, muchos seguían mirando de reojo a Emily y a Mabel, como si supieran que el verdadero espectáculo apenas comenzaba.

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Lyn 🥀

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