Shania San Román está pasando por un momento difícil. Aunque es una mujer casada, parece soltera y su suegra es mas como una madre. Sin embargo ella no puede darse el lujo de querer a nadie, todos solo la aprecian por su fortuna, por su patrimonio o ¿NO?.
Ese marido inútil servirá para algo o ya no tiene remedio.
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Cap. 21 ¡Oh, por todos los santos!
La mañana había amanecido con la promesa tácita de una noche decisiva. Shania se había despertado con una determinación feroz en el corazón y una sonrisa juguetona en los labios. Hoy contestaría a su marido. Hoy dejaría de lado las coqueterías y las medias tintas. La demanda de Joaquín, lejos de asustarla, había acelerado todos sus planes, incluidos los que concernían a Camilo.
Mientras desayunaban, un silencio cargado de anticipación flotaba entre ellos. Shania le pasaba mermelada a Camilo con una lentitud deliberada, sus dedos rozando los suyos, cada contacto una, pequeña promesa. Él la miraba, embobado, comiéndose más con los ojos que con la boca.
Fue Nana Loti quien irrumpió en la burbuja, entrando a la sala con el rostro descompuesto y una tablet temblándole en las manos.
—Señorita Shania… Señor Camilo… —su voz era un hilo de angustia.
—En las noticias…
Shania alzó una ceja, curiosa. Camilo frunció el ceño, tomando la tablet.
Lo que vio lo dejó helado.
TITULAR DE PRIMERA PLANA: “¿La heredera demente? Shania San Román, la esposa de Camilo Núñez, pasó 3 años en una institución psiquiátrica.”
El artículo era un lodazal de medias verdades y mentiras descaradas. Pintaban a Shania como una enferma mental inestable, una manipuladora que había usado su supuesta fragilidad para engatusar a Camilo y mantenerlo atado a su lado. La describían como una psicópata emocional, capaz de estallidos de violencia y de tejer redes de control a su alrededor. Mencionaban su “obsesión” por comprar Sugar Heaven como un capricho de una mente trastornada.
Camilo estaba a punto de arrojar la tablet contra la pared cuando una carcajada cristalina lo detuvo.
Shania se reía. Se reía con genuina diversión, como si acabaran de contarle el chiste más gracioso del mundo.
—¡Oh, por todos los santos! —exclamó, secándose una lágrima imaginaria—. ¿Histeria y tendencias manipuladoras? ¡Se quedaron cortos! Debieron añadir que también practico vudú con malvaviscos y que mis croissants están hechos con polvo de lunática. ¡Qué obra maestra del periodismo basura!
Su reacción era tan opuesta a la que Camilo esperaba, que lo dejó pasmado. Pero entonces, la tablet vibró con una nueva alerta. Un portal de chismes, aún más sensacionalista, había destapado la siguiente bomba.
TITULAR RELAMPAGO: “El verdadero matrimonio Núñez: ¿Farsa conveniente? Camilo Núñez disfrutó de soltería plena durante 3 años con un desfile de beldades.”
Y ahí estaban. Una sucesión de fotografías en alta definición. Camilo con una modelo eslava en la terraza de un exclusivo restaurante. Camilo riendo con una socialité en un concierto privado. Camilo con otra mujer más en un yate, con una copa de champán en la mano. Las fechas eran claras, todas durante los tres años de su matrimonio con Shania. El mensaje era obvio, el CEO nunca había dejado su vida de soltero, su esposa era solo un acuerdo en el papel.
La carcajada de Shania se cortó de golpe.
El silencio que siguió fue infinitamente más aterrador que su risa.
Camilo alzó la mirada de la pantalla, su propio rostro pálido de horror y culpa. Buscó los ojos de Shania.
Ella ya no estaba sentada. Se había puesto de pie, lenta, terriblemente quieta. No había rabia en su postura. No había lágrimas. Solo una frialdad absoluta, un vacío que parecía absorber toda la luz y el calor de la habitación. Su mirada, usualmente llena de chispas y desafío, era ahora plana y oscura como un lago helado. Miraba a través de él, como si ya ni siquiera estuviera allí.
—Shania… —logró decir Camilo, su voz quebrada.
—Esas fotos… no significan nada. Era antes de que… antes de que todo esto…
Pero las palabras murieron en sus labios. ¿Cómo explicar? ¿Cómo justificar el desfile público de sus infidelidades de facto, incluso si entonces su matrimonio era una farsa? Ella lo sabía, intelectualmente. Pero verlo… ver la evidencia gráfica, cruda y humillante, desplegada para todo el mundo… era distinto.
Ella no dijo nada. Solo lo miró por un segundo más, y en esa mirada, Camilo no vio dolor. Vio el cierre de una compuerta. Vio el final de algo que ni siquiera había llegado a comenzar del todo.
Luego, giró sobre sus tacones y salió de la sala con una calma aterradora, sin correr, sin hacer ruido.
Nana Loti lanzó a Camilo una mirada de profunda decepción antes de seguir a su señorita.
Camilo se quedó solo, con la tablet en la mano, mostrando las sonrisas de sus antiguas acompañantes. Sintió una náusea feroz. Joaquín no solo había intentado destruir la credibilidad de Shania. Le había dado el arma perfecta para destruir lo único que empezaba a importarle de verdad: la frágil, incipiente y preciosa conexión con su esposa.
Y, se dio cuenta con un horror que le heló la sangre, había funcionado a la perfección.
Ahora sí, estaba completamente frito.
Janet irrumpió en la mansión como un huracán de tacones afilados y furia contenida. Su usually impecable ropa business estaba ligeramente arrugada, y sus ojos, siempre tan calculadores, estaban inyectados en sangre, no de llanto, sino de rabia pura.
—¡¿Dónde está?! —exigió, su voz, un estallido en el silencio lúgubre de la entrada.
—¡¿Dónde está mi preciosa?! ¡¿Cómo es posible que le hagan esto?! —gritaba, dirigiéndose a un Camilo que parecía haber envejecido diez años en diez minutos.
Nana Loti, con el rostro grave, simplemente apuntó con la cabeza hacia las escaleras, hacia la habitación de Shania. Janet no necesitó más. Subió los peldaños de dos en dos, su ira creciendo con cada paso. No podía creer la bajeza de Joaquín. Y Camilo… ese idiota útil. No se había tomado la molestia de ser discreto. Se había exhibido como un sultán mientras Shania, incluso en su encierro y luego en su lucha, nunca le había dado el más mínimo motivo para avergonzarlo. Ahora, su amiga era el hazmerreír de la ciudad, la “cornuda loca”.
Abrió la puerta de la habitación sin llamar, esperando encontrar a Shania destrozada, llorando, o en el mejor de los casos, planeando un homicidio con ese brillo peligroso en los ojos.
Pero no.
Shania estaba sentada en el borde de su cama, impecable. Con una concentración serena, se pintaba las uñas de un rosa chillón y vibrante. La habitación olía a esmalte nuevo y a una calma absolutamente surrealista.
—Jefa... —Janet jadeó, deteniéndose en la puerta—. Sé que esto es malo, malísimo, pero no debemos echar todo por la borda en este momento. Hay que pensar con la cabeza fría. —Su voz perdió un poco de fuerza ante la escena.
Shania alzó la mirada lentamente, sin alterar el ritmo de su pulso. Su expresión era impasible, pero sus ojos… sus ojos tenían la profundidad gélida de un océano a punto de congelarse.
—Janet, cariño —dijo, con una voz tan suave que era aterradora.
—¿Cuándo me has visto hacer algo que no pueda controlar? —Puso el pincel en el frasco y examinó su trabajo.
—Solo lo estoy castigando. Y debía haber sido un poco más modesto. Aunque fuéramos una farsa, el respeto a la institución matrimonial, o al menos a mi nombre, era lo mínimo. Yo nunca lo hice sentir como un cornudo. En cambio, ahora yo soy la cornuda de la ciudad. Eso es algo que él va a pagar con sangre, te lo aseguro.