ALOJANDOME EN TU CORAZÓN

... NO CUADRA ...

El sonido de los pájaros por la ventana le pareció sospechosamente alegre para lo poco que Kael disfrutaba de la vida últimamente.

El sol entraba como cuchillo por las cortinas de lino blanco, iluminando su Penthouse de techos altos y decoración minimalista. El lugar era impecable, con muebles elegantes, líneas limpias y detalles de madera clara.

Todo hablaba de alguien que podía tener mucho, pero elegía poco.

Kael podía vivir en una mansión si quisiera, tenía el dinero, había invertido bien, comprado propiedades, liderado operaciones privadas de seguridad en el extranjero.

Pero eso no le devolvía lo perdido, así que eligió la sobriedad, como un monje moderno con cuentas bancarias rebosantes y emociones en pausa.

Sirvió café de grano colombiano molido esa mañana, de su máquina italiana carísima, amargo, sin azúcar, como siempre.

Siendo este como una descripción sencilla, pero profunda de lo que era Kael, un hombre con muchos miles de dólares, amargado por las experiencias tan dolorosas que le había dado la vida y sin ese azúcar, sin esa alegría que hace que la vida sea más llevadera.

Se sentó frente a la computadora, decidido a concentrarse. Pero algo no lo dejaba. Su atención, tozuda, flotaba hacia un vestido rojo y una risa que desentonaba con el gris emocional en el que vivía.

Nadia Drake.

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Mientras tanto, en un departamento acogedor del centro — no caro, pero bien ubicado — Algo que demostraba la sencillez de la joven Nadia quien estaba teniendo una mañana… interesante.

Para empezar, se le quemaron las tostadas. Luego, su planta favorita — una suculenta que había comprado el mismo día que compro el vestido para asistir a la boda de su hermano.

Le coloco nombre, La nena de la casa — pero ese día, se cayó al suelo gracias al gato que no era suyo, pero que se había mudado a su balcón.

—¡Nena, no! ¡Tú eras el fuerte y recuerda me llenas de fortaleza! — Porque para Nadia las plantas, son magia, paz, armonía, tranquilidad y donde quiera que fuera siempre debía de existir una para estar tranquila y sentirse llena de fortaleza y vida como las plantas.

Suspiró y recogió la tierra, el gato la observaba como si no tuviera ninguna culpa, limpiándose la pata con arrogancia felina.

—Esto es por tu culpa, Kael Walton — dijo, aunque él no estaba presente —. Tú y tus ojos tristes, tu culpa que hoy no pueda pensar en otra cosa.

Y no era que estuviera enamorada, por favor, ¡Apenas lo conocía!

Pero había algo… distinto en él.

Un tipo de oscuridad que no la asustaba, sino que la intrigaba, era como si bajo toda esa armadura emocional viviera un hombre que alguna vez creyó en los finales felices, y que ahora estaba escondido en su propio castillo en ruinas.

Sus pensamientos fueron disipados por el tono de su celular.

📱

— Hermanito precioso, cómo estás.

— Nadia Drake, sabes que no me gusta controlarte, pero qué demonios haces aún en América.

— No seas curioso hermano o es que acaso no tengo derecho de quedarme unos días.

— Claro que sí hermana, pero solo no quiero que te obsesiones con Kael, él no es para ti, además, es mayor. — dijo Ethan en susurro.

— Hermanito, hermanito, hermanito, no sabes eso que dicen que con vino viejo y pan tierno se pasa el invierno... bueno yo me estoy apertrechando con mi buen vino viejo — dijo Nadia con una sonrisa pícara.

— Nadiaaaaa, imposible hablar contigo.

— Te quiero hermano, estaré bien.

— Sabes que cuentas conmigo, solo no quiero que sufras, estaré vigilando tus pasos.

— Adiós hermano.

📱

Después de esa pequeña conversación, Nadia volvió a su rutina, pero el día seguía empeñándose en su contra, ahora discutía con una impresora rebelde mientras el gato del balcón (que seguía sin tener nombre y sin pagar alquiler) bostezaba desde el cojín que ella le había cedido, ya que.

La impresora pitó con desprecio.

—Lo juro, ¿por qué no me mudé de nuevo a Berlín? Allá las máquinas me respetaban…

Pero no, había decidido quedarse en Estados Unidos. Porque, aunque su vida en Alemania era sólida, bien construida y llena de estabilidad — dirigía la sede europea de Drake Shield, la empresa de seguridad privada más influyente del continente —, algo en Kael Walton había hecho que su brújula emocional girara.

No era solo atracción, era intriga, misterio, curiosidad profunda por un hombre que parecía tener todo bajo control… excepto su propio corazón.

Nadia tenía dinero, poder, experiencia, había tomado decisiones más difíciles que dejar una ciudad o un puesto.

Pero esto, quedarse por un hombre que ni siquiera parecía interesado, era quizás su movimiento más arriesgado

y eso lo hacía más emocionante.

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Kael estaba frente a su computadora, leyendo un informe que no había solicitado formalmente… pero que se aseguró de conseguir discretamente.

Nadia Drake.

Edad: 21.

Nacionalidad: doble (alemana-estadounidense).

Profesión: directora de operaciones en Drake Shield.

Residencia previa: Berlín. Actual: Nueva York.

Formación en defensa táctica, negociación corporativa y liderazgo.

Sin pareja registrada, hermana adoptiva de Ethan Drake, CEO de la matriz en Estados Unidos.

Kael leyó el informe con el ceño fruncido.

Nadia Drake no tenía antecedentes, no tenía familia biológica registrada, Lo que si tenía era una huella de vida difícil: rescatada de la calle a los 15 por Ethan Drake, quien luego la registró legalmente como su hermana adoptiva.

Entendía más de lo que quería admitir, a esa edad, él estaba limpiando baños por un plato de arroz, ella había vivido en refugios, vendido dibujos en parques y dormido en estaciones de tren.

No era una niña mimada, era una guerrera con vestido rojo y un sentido del humor que usaba como escudo.

Todo eso, y sin embargo, prefería desayunar en cafeterías de barrio, vestir jeans y chaquetas de segunda mano que encontraba "con personalidad", y sonreír como si la vida aún le sorprendiera.

—No cuadra —murmuró Kael, cerrando el informe.

Era demasiado perfecta para su mundo. Y, sin embargo, ahí estaba ella, interesada en un hombre como el que vivía con traumas, y miraba a la gente como si fueran amenazas latentes.

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