LOS CREADORES DEL PASADO (VALERIAN WORLD)

Sus ojos se posaron en los bocadillos. ¿Magia? ¿Veneno? ¿...Sabor? Tomó uno, solo para analizarlo (claro). El sabor fue... tolerable. Demasiado tolerable.

Hizo que toda la canasta se pudriera en segundos. Raquel aplaudió, encantada. "¡Es decorativo! ¡Genial para el buffet!"

Envió espectros a asustarla. Ella les cantó canciones de cuna. Los dejó cautivados por la hermosa sirena y sus espectros estaban de acuerdo con el matrimonio.

Su hermana valquiria empezó a dejar notitas en su trono:

—Raquel dice que te gustan las margaritas. ¿Verdad? —Pregunta: ¿Prefieres 'cita en la tumba' o 'cena con vista al pantano'?

El Nigromante nunca había tenido un problema que no pudiera resolver con muerte o tortura. Pero esto…

Si la ignoraba, ella aparecía en lugares más absurdos (¿Cómo llegó a su biblioteca privada? ¿Por qué su caldero ahora olía a vainilla?).

Si la amenazaba, ella le sonreía y le ofrecía un té de algas "para el mal humor".

Y lo peor: Sus propios esqueletos guardaban los regalitos que ella les daba (huesos tallados con corazones, porque "son un look").

Una noche, mientras Raquel le dejaba un collar de perlas negras (hechas de lágrimas de sirena, obviamente), él finalmente habló:

—¿Por qué? —preguntó, más confundido que enojado—. Sé lo que soy. Lo que he hecho.

Ella le tocó la mejilla, ignorando el escalofrío mortal que emanaba de su piel.

—Porque bajo todo esa muerte... hay alguien que aún elige no lastimarme" —susurró—. "Eso es más valioso que cualquier magia."

El Nigromante no supo qué responder. Pero al día siguiente, su torre amaneció llena de margaritas negras.

Sin explicación.

*_*

El sol se filtraba entre los árboles del jardín real, mientras Dely y Raquel compartían un momento de calma, lejos del caos de los preparativos de guerra. Entre risas y bocados de frutas, la conversación derivó hacia temas más... personales.

—Oye, ¿por qué siempre andas merodeando por la torre del Nigromante? —preguntó Dely, arqueando una ceja con curiosidad.

Raquel, con una sonrisa de oreja a oreja y mejillas sonrojadas, dejó escapar:

—Porque estoy enamorada de él.

Dely casi escupe su jugo.

—¿¡QUÉ!? —gritó, poniéndose de pie tan rápido que el banco se tambaleó

—¿Estás enamorada del Nigromante? ¿¡Ese tipo que podría convertirte en un cubito de hielo con solo mirarte!? ¡Raquel, entiendo que seas una sirena sin cerebro, pero esto es demasiado! —Dely estaba asustada, su amiga aprecia no entender la palabra peligro.

Raquel fulminó a Dely con una mirada que haría hervir el mar.

—En el corazón no se manda, princesita —replicó, cruzando los brazos.

—Además, tú también te morías por Elián cuando todos decían que era un lagarto arrogante.

Dely abrió la boca para protestar, pero se quedó sin palabras. Después de todo... tenía razón. Todos le habían dicho que Elian era u asesino sin compasión y no estaban equivocados, había sido feroz desde niño, había mostrado un par de alas crudas y escamadas desde los 10 años nunca antes visto, la mayor parte de los Dragones ya no tenían alas, solo una piel humana invencible, pero Elian era realmente especial.

—Bueno, ¡pero Elián no asesina a la gente por diversión! —refunfuñó, hundiéndose de nuevo en el banco.

Raquel sonrió con picardía.

—Aún no.

Enamoradas de monstruos

Dely, aún incrédula, intentó razonar con su amiga:

—Raquel, ese tipo es literalmente la definición de 'peligro mortal'. ¿Qué pasa si un día se levanta de mal humor y decide que eres demasiado... brillante para su estética oscura?

Raquel, sin inmutarse, jugueteó con una perla de su collar:

—Ya lo hizo. Congeló mi laguna favorita. ¿Sabes qué hice? Fui a patinar.

Dely se llevó las manos a la cabeza.

—¡ESTO NO ES NORMAL!

—¿Y qué es 'normal' para nosotras?" —contraatacó Raquel—. ¿Tú, una Fénix embarazada de gemelos mitad Dragón? ¿Yo, una sirena que habla con pulpos borrachos? Nada en nuestras vidas es normal, Dely.

Después de un silencio incómodo.

Dely suspiró, derrotada.

—Solo... prométeme que si intenta sacrificarte en un ritual oscuro, corres.

Raquel se rió, brillando bajo el sol.

—Prometido. Pero primero le daré un beso. Por si acaso eso lo desarma.

Dely sigue pensando que su amiga necesita un examen cerebral. Raquel ya está planeando su próximo "ataque romántico" (¿quizás una serenata con medusas luminosas?).

El Nigromante, en algún lugar de su torre, siente un escalofrío repentino (y no es por sus propios hechizos).

*_*

Elián estaba revisando mapas de batalla cuando Dely irrumpió en la sala, con los ojos brillantes de intriga.

—¡Tienes que escuchar esto! —exclamó, cerrando la puerta con un golpe.

—¡Raquel está enamorada de tu Nigromante! —el Rey Dragón alzó lentamente la mirada, una ceja arqueada.

—¿Y? —murmuró, como si le hubieran contado que el cielo era azul.

—¡¿Y?! ¡Es el tipo más frío y peligroso del reino! ¡Raquel podría terminar convertida en un adorno de Pescado decorativo! —dijo Dely preocupada, conoce la naturaleza de los Usera.

Elián suspiró, dejando el mapa. Algo en las palabras de Dely había tocado una memoria antigua, borrosa pero persistente. Abrazó a su linda Fénix, la sentó en su regazo.

—Pichoncita, no seas traviesa, veré que tu amiga no se meta en líos, ¿de acuerdo? —dijo tranquilo y Dely asintió más feliz.

Más tarde, Elián observaba desde la terraza de palacio cómo Raquel, con su vestido adorable y brillante, dejaba otro ridículo regalo frente a la torre del Nigromante: un collar de conchas negras con un corazón de coral rojo incrustado.

"¿En serio?", pensó, frotándose las sienes.

Pero no era el gesto lo que lo perturbaba, sino el recuerdo que lo atormentaba desde que Dely le contó sobre el enamoramiento de la sirena.

El Fragmento del Pasado se agolpaba en su mente y la verdad se vislumbra. En su vida anterior, el Nigromante no siempre había sido un espectro de odio y hielo. Hubo un tiempo, breve, como un suspiro, en que sus ojos muertos habían brillado con algo parecido a la vida.

Elián lo recordaba vagamente:

Una sirena de cabello verde esmeralda, cantando en las mazmorras mientras esperaba su ejecución. El Nigromante, parado en la sombra, observándola en silencio cada noche.

El día que les arrancaron los dones con la pócima prohibida de los Brown. La sirena había dejado de cantar. Y el Nigromante… había gritado.