Una vez existió un pasado donde, de alguna manera, ella fue la villana de todo el imperio. Merecía morir en aquella guillotina. Sin embargo, ¿por qué recordaba ahora su vida pasada? Lo que era peor, había regresado en el tiempo, antes de que Kristina Laurent cavara su propia tumba.
Si de verdad había regresado, lo juraba. Juraba que, en esta vida, no volvería a ser la villana.
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Capítulo 11: Heridas del Pasado
Cuando ambos desaparecieron de la vista de Vicent y de la mía. Vicent dirigió su vista a la mía.
—¿Tienes alguna pregunta, Vicent?
Él frunció los labios, un poco triste.
—Hermana, ¿tú por casualidad ya sabías que esa niña era hija del duque? —inquirió tenso.
Me limité a asentir sin prestar mucha atención.
—Entonces... ¿Por qué no me lo dijiste? —había un deje de decepción y distancia en sus ojos— eres mi única hermana.
—Ya no —contesté con frialdad.
Vicent se levantó abruptamente. No pasé por desapercibida su mirada de dolor.
—Ya veo —concluyó yéndose del comedor.
Apreté mis labios al verlo así. ¿Qué clase de persona soy, por qué le dije eso a un niño? Quizás todavía no suelto el pasado.
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Primera vida
Vicent me observaba con indiferencia.
—¿Por qué sigues dejándome de lado y apoyándola a ella? —inquirí enojada.
Él negó con la cabeza. Su rostro similar al mío, estaba estoico, ignorando mis palabras.
—¡¿Por qué te callas?! —cuestioné exaltada— ¡habla! ¡¿Por qué no ayudas a tu única hermana?!
Suspiro.
—Nunca fuiste ni serás mi única hermana, Kristina —terminó con frialdad.
Sus palabras resonaban en mi cabeza mientras veía a su espalda alejándose. Vicent, ¿tú también me abandonarás?
No obstante, él no tenía idea de lo que pensaba, en cambio, se acercó a Eylin al ver que ella lo saludaba moviendo la mano.
—Hermano, ¿puedes ser más amistoso con las demás personas? —Eylin sonrió, sujetando su brazo.
A pesar de no contestar, Vicent le dedicó una pequeña sonrisa.
Una lágrima cayó por mis mejillas. ¿Desde cuándo que no me dedica esa clase de sonrisas?
Giré mi cuerpo, al borde del colapso, y me alejé en silencio.
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A pesar de ser la única en el comedor, y de supervisar como las sirvientas entraban y recogían la mesa con fluidez, me mantuve ahí.
Mi cuerpo estaba anclado en la silla. Desde que regresé a esta vida, traté a Vicent como una buena hermana, sin embargo, la aparición de Eylin, sacaron a relucir mis mayores inseguridad; a pesar de que fui yo misma quien la trajo de regreso.
Bajé la vista con arrepentimiento en los ojos. No puedo cuestionar mi decisión, debo hacer este cambio, para que no vuelva a pasar lo mismo.
¿Cierto?
Cada minuto que pasaba, me recordaba la expresión de Vicent, cargada con dolor. ¿Qué esperaba? Él también es un niño, un niño que no sabe nada.
Me disculparé.
Inmediatamente, me levanté, lista para ir a enmendar mi error, pero al salir por la puerta, me topé con una escena tan familiar.
—Papá, no seas cruel con mi hermana —Eylin habló con ternura— después de todo, ella me trajo de regreso a nuestra casa.
A pesar de las palabras de Eylin, el duque mantuvo su expresión firme y su boca cerrada. De repente, dirigió sus ojos celestes a los míos, como si sintiera que lo observaba.
—Kristina, sígueme.
Sin esperar a que realmente lo siguiera, él se marchó. No obstante, de inmediato lo seguí.
Al pasar por lado de Eylin, ella comentó: —Hermana, no te preocupes, papá es muy amable.
Asentí brevemente ante su afirmación, pero yo mejor que nadie sabía que él no era así, o al menos no conmigo.
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Primera vida
El calabozo estaba frío y húmedo, por los pasillos solamente se escuchaban los chillidos de ratas y sus pasos. Los guardias que antes rondaban vigilando que no hiciera nada malo, desaparecieron.
Supongo que no era importante supervisar a una mujer que sería ejecutada en las próximas horas.
Pasos.
La sorpresa se reflejó en mi rostro. ¿Ya era la hora de mi ejecución?
Una leve sonrisa se formó en mis labios. Qué patético, la orgullosa hija de la familia Laurent, terminaría así.
—Kristina —aquella voz, con su característica gelidez, habló.
Elevé la vista encontrándome con el duque.
—Su excelencia —me levanté haciendo una reverencia— ¿a qué debo su visita?
Abrió y cerró sus labios, manteniendo su silencio.
—Quizás debí impedir tu nacimiento —pronunció, rompiendo mi corazón— de ese modo, nadie sufriría —murmuró.
Dio media vuelta, marchándose.
Aquellas palabras me recordaron que la gran villana del imperio nunca fue amada.
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Al recobrar la consciencia, la fría mirada del duque estaba clavada en la mía, y en algún momento habíamos llegado a su oficina.
—Su excelencia... —intenté explicarme.
Sin embargo, él levantó su mano, indicando que no le interesaba.
—No debiste traer a Eylin —murmuró con rabia contenida.
Me tensé. ¿Qué clase de mirada de odio era esta?
Era común que nos mirara con decepción, indiferencia o frialdad; pero nunca nos miró con odio.
No, ese no es el problema.
—¿No estás feliz? —solté confundida.
—¿Feliz? —repitió con burla.
La oficina se enfrió con rapidez. El viento entraba con furia por las ventanas, el florero que él tanto apreciaba estalló repentinamente, haciendo que su mirada de odio se volviera aterradora.
Mi cuerpo se tensó. Tengo que correr.
Al duque ahora mismo está teniendo un descontrol de maná.
Antes de que siquiera moviera mis pies, la duquesa entró a la oficina, con una calma aterradora.
—Ya veo, así que en realidad eras tú —murmuró insatisfecha.
Después desvió su vista a la mía.
—Deberías marcharte.
Asentí, huyendo del lugar, sin querer mirar a ese hombre de nuevo.
Al cerrar la puerta, por accidente, pude observar la mirada de dependencia y expectativas en el duque. Además de la breve compasión en los ojos de la duquesa hacia él.
No parecía ser la mirada de un hombre aterrador y de una mujer fría, pensé cerrando la puerta concienzudamente.
Al doblar levemente la cabeza, se veía a Eylin corriendo rápidamente a mi dirección.
—¿En dónde está la duquesa? —preguntó con un leve jadeo.
Una expresión de duda apareció en mi rostro, pero todavía indiqué la puerta detrás de mí.
Eylin intentó agarrar la manilla, aunque la detuve, lo que causó que me contemplara con dudas.
—Sus excelencias están teniendo una conversación en este momento, será mejor que no interrumpas.
—Ya veo... —murmuró antes de hablarme— creí que había pasado algo grave, ya que la duquesa estaba diciéndome las reglas de la mansión y designando un dormitorio para mí, cuando palideció y corrió en esta dirección.
La novela surgió un día mientras leía una historia en NovelToon, plagada de errores ortográficos y gramaticales. Pensé: "¿Por qué no escribo una yo, que tenga menos errores?". Lo hice sin mucha planificación, lo que provocó que la historia perdiera sentido, incluso para mí. Al releerla, me desanimaron las incoherencias, el mundo poco desarrollado y los personajes innecesarios que complicaron la trama hasta el punto de que ni siquiera yo recordaba quién era quién.