Me preguntó si hay en el mundo una mujer que no me de dolores de cabeza. Una mujer que nunca desarrolle sentimientos por mi, una mujer que entienda la diferencia entre sexo y amor. Si la hay me encantaría conocerla. Hacerla mi amante y disfrutar la compañía sin compromisos.
¿Dónde encuentro una mujer así?
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MI hija
Nathan.
Estaba cabreado. No es posible que las personas sean tan estúpidas e inútiles.
Hace dos años mi padre me ordenó que guardará muestras de semen. Quería asegurarse de tener herederos, y de paso verificar que puedo tener hijos.
Hoy recibí un mensaje de un número privado. Me decían que el hospital perdió una de mis muestras. No lo creí pero quise verificar, me lleve la sorpresa de mi vida.
— ¿Qué clase de hospital es éste? ¿Cómo pudieron perder mi muestra? — Entre todos los que vinieron a guardar, ¿tenía que ser la mía? Lo peor de todo es que ahora alguien podría estar embarazada.
— Creó que no fue una perdida. El doctor que hizo la inseminación desapareció. Alguien le pago para hacerlo.
— Voy a encontrar a ese doctor y lo mataré con mis propias manos. — Asegure. — ¿Ella quedó embarazada? — Ellos asintieron y yo maldije. No sé quién tiene a mi bebé pero la encontraré y se lo quitaré. Esa desgraciada lo planeó, pensó que embarazada de mi tendría la vida asegurada, pues no. Le quitaré a mi hijo y la dejaré en la calle. En la cárcel también. — ¿Quién es la tipa?
— Se llama Esther Tordoya.
— ¿Qué? — ¿Esther? ¿La misma Esther con la que no he dejado de pelear? ¿La Esther con la que he pasado los peores corajes de mi vida? ¿Esa Esther está esperando a mi bebé?
— Señor. Yo creó que la señorita no sabe nada de esto. Ella se sorprendió mucho cuando se enteró de su embarazo. — Esther es más hábil de lo que pensé. Entro a trabajar a mi empresa, se hizo pasar por soltera, se hizo la santa antes mis propuestas, y siempre estuvo planeando embarazarse de mi. Qué mujer tan hábil, debo admitir que estuvo a punto de engañarme. Es más astuta de lo que pensé. Pero me hubiera gustado embarazarla por el método tradicional. Así es más divertido.
Esther.
En dos semanas tendré a mi bebé en brazos. Estoy emocionada por conocerla. Aunque también tengo miedo. Deseó con todo mi corazón que no se parezca a su padre. No sé quién es, pero no quiero que saque absolutamente nada de el.
— Bebé, se cómo mamá. ¿Si? — ¿Pero que le estoy diciendo? Si se parece a ese infeliz igual la amare. Me lo prometí desde el día que decidí tenerla.
— A mi oficina. Ahora. — El señor Nathan estaba de mal humor, igual que siempre. Levanté mi pesado cuerpo de la silla y fui a su oficina.
— ¿Qué se le ofrece? — Sus pasos vinieron a mi, vió fijamente mi panza y la tocó. — ¿Qué está haciendo? — Aparte sus manos bruscamente. No me agrado en lo absoluto que me tocará.
— Ya deja de fingir. Me tiene cansado tu actitud de niña buena.
— No entiendo de que está hablando.
— ¿De que va ser? Hablo de tu embarazo. Ya se que te embarazaste a propósito. — Hice el mayor de los esfuerzos para no golpearlo. Si conociera mi situación no hablaría a lo estúpido. — Querías que te resolviera la vida. Bien, lo haré. Me haré cargo del bebé.
— ¿Habla de mi bebé?
— Si. De nuestro bebé. — ¿Nuestro? ¿Escuché bien? — Te daré una pensión generosa, pero a cambio quiero tu cuerpo. — No soporte más sus estupideces. Levante la mano pero el la sostuvo, no me dejó golpearlo cómo se merece.
— Te dije que dejaras tu maldita actitud. Estoy cansado de tu teatro. Acepta lo que te estoy proponiendo, es eso. O te olvidas de tener a mi hijo contigo.
— Creó que usted viene de una dimensión alterada. — Hablé molesta. — Mi hija no es de usted. No sé de dónde saco una idea tan absurda. Pero no estoy embarazada de usted. No lo estoy y jamás lo estaré. Por qué usted es la clase de hombre que yo mas odio. Es un mujeriego que salta de cama en cama. Qué rompe los corazones de las mujeres sin pensar en sus sentimientos, para usted las mujeres solo somos objetos de placer. Y ¿sabe que? Ya me tiene cansada. Renunció. Me largo de su empresa, de su vida. Nunca quiero volver a verlo. — Salí y azote la puerta con todas mis fuerzas. Ese sujeto ya me ha humillado lo suficiente. No lo dejaré más. Puedo conseguir trabajo en otro lugar.
Diego.
Esther me llamo, estaba literalmente gritando.
— Ayúdame por favor. Mi bebé. Ya viene. — Se supone que era la próxima semana. O en dos semanas, reacciona Diego tu hija va a nacer.
— ¿Dónde estás?
— En el estacionamiento de la empresa. No me siento bien. Ven por favor.
— Estaré ahí pronto.
Nathan.
La actitud de Esther me tiene cansado. Su teatro se desmoronó. Pero sigue fingiendo. Odio eso. Mi cabeza no dejaba de dar vueltas a este asunto. No podía seguir trabajando.
Necesitaba irme a mi casa y descansar. Dormir para no pensar. Ojala hubiera podido. Esther estaba ahí, cojeando y haciendo muecas de dolor.
— ¿Estás bien?
— Mi bebé. Por favor ayúdeme. — No sabía que hacer. La lleve a mi auto y le pedí a mi chófer que la lleváramos al hospital.
— Tranquila. Todo estará bien.
— Duele. Me duele mucho.
— Cálmate. Ya vamos a llegar. — La abracé y acaricié su brazo, intentaba darle consuelo, aunque no sabía si ésto funcionaría.
Suspiré al llegar al hospital.
— ¿Quiere entrar con su esposa?
— No es mi esposo. — Aclaro Esther.
— Soy el papá del bebé. Quiero entrar. — Grave error. Nunca imaginé que ver el nacimiento de un bebé sería algo tan aterrador. Los gritos de Esther sonaban más feos que, los de las víctimas en las películas de terror. Todo su esfuerzo valió la pena. Trajo al mundo a una pequeña hermosa, nació gordita y rojita. Era preciosa. Sentí mil emociones al verla.
— Pesa tres kilos. — Esther sonrió, estaba llena de sudor, pero seguía luciendo preciosa.
— Mi bebé. — La vió y besó. — Te amo.
— Esther perdón. — Diego entro. — ¿Cómo está nuestra hija?
— ¿Disculpa? — Esa bebé no es hija suya. Es mía.
— ¿Y tú qué haces aquí? — Claramente se molestó al verme al lado de Esther.
— Lo que todo padre. Presenciar el nacimiento de MI hija. — Aclaré.
— ¿De que manicomio acabas de salir?
con que necesidad meter al primo loco, patético este capítulo, nada que ver