Segundo Libro de la serie de novelas titulada Más Allá Del Rechazo: Teniendo como primer novela de la serie La Luna Rechazada Y El Rey Vampiro.
Este es el segundo Libro con la historia del rey mago, es independiente a la primera y no es obligatoria leerla, Pero sería bueno para conocer varios personajes que salen aquí y han sido presentados en la primera.
Zarthus, el rey de los magos, proyecta una imagen despreocupada y jovial, aderezada con un toque pícaro y fama de libertino. Pero tras esa fachada se oculta un corazón herido por la brutal pérdida de su hermana, arrebatada por la traición y obsesión de su propia alma gemela. La venganza es el único propósito que lo mantiene de pie.
Zarthus descubre en Nayana a su alma gemela, una humana ajena a su mundo de magia y dolor. Atrapado entre su anhelo y sus miedos, deberá despojarse de su máscara y enfrentar sus miedos y dolor para mostrarse vulnerable ante la única mujer capaz de sanar su alma.
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Capitulo 17: Una pequeña esperanza
Desde el instante en que mi intento de escapar de esta existencia culminó en un efímero vacío, iGnar, con su crueldad característica, profanó incluso mi muerte. Me arrancó de los brazos de la muerte, devolviéndome a esta tortura para disfrutar no solo del sufrimiento que causa en mi, sino también en el de mi familia. Les mostró el fantasma de mi muerte, el casi minuto frío en que mi vida dejo de existir, pero les ocultó la violenta forma en que me trajo de vuelta a la vida. Los dejó sumidos en la creencia de mi muerte, despojándome de la última esperanza de ser rescatada.
Sin embargo, el verdadero puñal en mi alma es su sufrimiento, la agonía que les causo sin tener control de ello. Fue en ese abismo de culpa donde algo se quebró y renació en mí: una obstinada fuerza vital. Desde entonces, me he levantado cuantas veces sea necesario, una y otra vez, para restregarle en la cara a iGnar su error. Aunque me mantenga cautiva, obligada a presenciar la obscenidad de sus deseos, jamás le concederé la satisfacción de mi quebranto emocional, la humillación de implorar mi libertad. Él me asesinó en vida, y ahora deberá cargar con las horribles consecuencias hasta que la vida se acabe para uno de los dos.
El tiempo se convirtió en una monotonía sombría, marcada por la crueldad metódica de iGnar. Su placer reside en la demolición emocional de jóvenes inocentes. Las somete a una violencia despiadada, ultrajando sus sueños hasta reducirlas a la desesperación, a anhelar la muerte como una liberación. Cuando sus ojos vidriosos pierden el brillo de la esperanza, cuando la vida se extingue en sus miradas, iGnar las arroja al Bosque de las Almas Perdidas, dejando que la malevolencia del lugar consumara su obra. Pero, paradójicamente, tanta atrocidad no logró doblegarme. En cambio, ese horror se transformó en una fuerza motriz.
Me convertí en un faro de resistencia para esas jóvenes devastadas, un cable a tierra en su calvario. Las inste a aferrarse a la vida, porque a diferencia de mí, ellas aún tienen la posibilidad de un futuro. Esa oportunidad consiste en simular la sumisión, en mostrarse quebradas y sin voluntad ante iGnar. Así, cuando las abandone en el fatídico bosque, podrán escapar. Porque el Bosque de las Almas Perdidas solo se nutre de la desesperación, de la oscuridad interior, de la ausencia de voluntad para vivir. Las alente a desafiar el destino que iGnar les impuso en su maldad y arrogancia, a convertir su sufrimiento en una armadura. Si han sobrevivido a las torturas de iGnar, un bosque hambriento de almas rotas no es más que un obstáculo superable en su camino hacia la libertad.
Mi plan se desmoronó ante la inacción de las jóvenes. Mis esfuerzos por armarlas de esperanza fueron vanos; su único anhelo era la extinción de su sufrimiento. Insistí hasta el límite de mis fuerzas, pero comprendí demasiado bien su desesperación por escapar de la realidad que las envolvía. Yo también había estado allí, había vislumbrado y casi saboreado la libertad en el abrazo frío de la muerte, solo para que me fuera arrebatada cruelmente. La frustración de iGnar creció con cada día que pasaba. Percibió mi renuncia a luchar por mi liberación con la misma vehemencia que al principio, pero tampoco intenté buscar consuelo en la muerte nuevamente. Me convertí en un témpano de hielo ante su presencia, una indiferencia que lo enfureció, desatando su ira en una lluvia de golpes. Aunque sus intentos de violarme persistieron, su fracaso lo enfureció aún más, una impotencia que me lleno de una oscura satisfacción. Su deleite se alimenta del dolor ajeno, de las súplicas humillantes, y yo me negue rotundamente a ofrecerle ese festín.
El tiempo se convirtió en un borrón sombrío, un conteo olvidado de las incontables jóvenes que cayeron presas de ese monstruo. Fui testigo forzado de sus depravaciones, del abuso sistemático que infligía a cada una. Sin embargo, en medio de esa oscuridad, una tenue luz comenzó a parpadear. Noté que, con el transcurrir de las semanas, las jóvenes resistían más tiempo, una pequeña victoria que sembró en mí la esperanza de rescatarlas de las garras de iGnar. Lentamente, nos convertimos en un núcleo de seis mujeres resilientes, unidas por la determinación de sobrevivir y negar a ese despreciable la satisfacción de vernos derrotadas. Nuestras cadenas, forjadas con su magia oscura, no lograron quebrantar nuestro espíritu. Su frustración ante nuestra resistencia lo llevó a intensificar su tortura, privándonos de alimento y agua. Pero incluso ante la inanición y la sed, nuestra voluntad permaneció inquebrantable. Prefiriendo enfrentar una muerte lenta y agónica antes que concederle el placer de nuestra sumisión.
Justo cuando la inanición y las condiciones insalubres, inmersas en nuestros propios desechos, nos hicieron creer que el final es inminente, un estruendo violento nos sacudió, seguido de un alboroto que hizo temblar el cobertizo. Aquel estallido fue solo el preludio de una sinfonía de destrucción creciente en la que distinguimos la voz inconfundible de iGnar, pero también la de una mujer. Su tono no es el de una víctima subyugada como nosotras, sino el de una depredadora a punto de cazar a su presa. Una tenue chispa de esperanza se encendió en mi interior ante la posibilidad de escapar con vida de este infierno, junto a quienes se han convertido en mis aliadas de supervivencia y, más aún, en hermanas unidas por el dolor infligido por este monstruo. Parece que iGnar, por primera vez, se enfrenta a un oponente capaz de desestabilizar su control e incluso de derrotarlo.
Cuando el silencio se extendió posterior a los sonidos de una evidente batalla sobre el lugar, no dudé en alzar la voz en busca de auxilio. No temgo nada que perder con el intento. Si aquella mujer ha enfrentado a iGnar y, por el silencio inusual que ahora reina (ausente de sus habituales alardes de victoria), incluso lo ha podido derrotar, entonces vale la pena arriesgarse. Grité con una fuerza que creí extinta, una energía impulsada por un anhelo de libertad que supera el hambre que hace doler mi estómago, el hedor nauseabundo que impregna nuestros cuerpos y el cobertizo, y la sed abrasadora.
Mis súplicas encontraron respuesta. La respuesta inconfundible de tacones resonando hacia nuestra prisión nos alertó. Nuestras miradas se cruzaron, un pacto silencioso sellado en un instante. Nos preparamos, unidas en nuestra fragilidad, dispuestas a defender con el último aliento la escasa dignidad que nos negamos a entregar a ese monstruo. Esa dignidad es nuestra voluntad inquebrantable. La incertidumbre sobre quién o qué abrirá las puertas es palpable, aunque secretamente albergamos la esperanza de que no sea peor que iGnar.
La sorpresa nos golpeó con la fuerza de un vendaval al descubrir que no es su figura sombría la que se asomó en la entrada, sino la de una mujer de una belleza serena, con una cabellera blanca como la nieve. En ese instante, pensé que si la muerte vino a reclamarnos, su rostro es inesperadamente hermoso, muy distinto a la imagen aterradora que los humanos le atribuyen.
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Dulces sueños 😴💤😴.
Muchas gracias por compartir tu trabajo 🥰