Que pasa cuando la rivalidad y los problemas empieza por una herencia? Fabián pensaba casarse con Tania pero está huye un día antes de la boda no quedandole otra alternativa que tomar a la hermana de Tiana. Diana una chiquilla que tenía muchos planes pero en ningúna de ellas estaba casarse con un CEO cruel y calculador, poco a poco se va dando cuenta que su hermana no era lo que ella creía, hay solución? claro que sí, un hijo esa en la condición para que ella pueda ser libre antes del año, pero todo toma un giro inesperado.Esta novela no es para todo público, sobre todo leerla como lo que es UNA NOVELA.
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Cambiar de esposa.
Me dejan en la casa de mis padres, preocupados por mi cara. Cuando veo que se alejan, estoy a punto de pedir un taxi para regresar al departamento, pero escucho que me llaman.
—Diana —me dice mi madre—, ¿qué pasó? ¿Estás bien? ¿Qué haces aquí tan tarde? ¡Es la 1 de la mañana!
—Sí, estoy bien —miento—, solo vine por unas cosas, pero ya me voy, otro día vengo. Ya se me hizo tarde.
—Sabes que esta es tu casa, bueno, nunca dejó de serlo. Solo es cuestión de esperar unos meses. Tu padre está haciendo un trato con el papá del señor Fabián, tu hermana también está poniendo de su parte, y pronto todo será como debió ser.
Agradezco que esté oscuro, así no me ve cómo traigo la cara, la mitad inflamada.
—Diana —escucho a mi padre—, entra.
Estoy decidida a irme, pero para mi mala suerte comienza a llover.
Entro y desde que pongo un pie adentro, la expresión horrorizada en el rostro de mi madre lo dice todo, mientras mi padre solo me observa en silencio.
—¿Él te hizo eso? —me pregunta mi madre, con miedo.
—¿Ese bastardo fue capaz de poner una mano encima? —grita mi padre, tomando su celular—.
Quiero hablar, pero no me salen las palabras.
Mi madre corre por pomadas y no sé cuántas cosas más; solo veo cómo mi padre mueve la boca diciendo no sé qué, pero no escucho más que un zumbido.
Estoy sentada mientras mi padre me aplica algo en la cara.
—Hija, ¿no volverás ahí? —me dice—. Escúchame: venderé la empresa y le pagaremos todo a ese bastardo. Ya llamé a su padre, no puede creerlo y ya viene para acá.
—No, ¿por qué? Papá, escucha —le digo—.
Suena el timbre y él se levanta para abrir.
—No fue él, no fue Fabián —le digo a mi madre—. Hace días que no lo veo, no fue él.
Mi madre no sabe qué hacer cuando ve a tantos hombres entrar a la casa. El padre de Fabián se acerca a mí.
—¿Fabián te hizo eso?
—No pudo ser él, Fabián y yo estuvimos juntos toda la noche —dice Tania, llegando.
—Tania, muestra un poco de respeto —le dice mi madre.
—Solo digo la verdad.
El padre de Fabián saca su celular y mi madre se queda sin palabras, al igual que yo.
—Ya viene Fabián —dice.
Entran más hombres, dándole paso a Fabián, que llega con la mirada fría. Camina hacia mí y quiero salir corriendo, pero mis pies no me responden.
—¿Quién te hizo eso? —me dice.
Y por donde lo vea, todo está mal. Si digo dónde estaba, será peor para mí.
—Me asaltaron —le respondo.
Más estúpida no pudo ser mi respuesta, sobre todo porque todos ven mi mochila.
—Me quisieron asaltar.
Vuelvo a hablar después de darme cuenta del grave error.
—¿Por qué dijiste que fue Fabián? —me pregunta el padre de Damián.
—Nunca lo dije —dice mi padre—. Yo lo supuse.
—Tu hija llega golpeada y crees que fue mi hijo —le dice alzando la voz—. Criamos a un buen hombre y él nunca le haría eso a una mujer.
—A menos que le guste el sexo rudo —escucho decir a uno, y los demás se ríen.
—Largo —les dice Fabián—, y ellos no dudan en salir, menos el que habló.
—Lucas, espera en el auto —le dice el padre de Damián.
Se aleja sin dejar de verme, pero luego cambia su mirada hacia donde está mi hermana parada.
—Quizás eso hacías y estás mintiendo que te asaltaron —me dice Tania.
—¿A qué horas fue eso? ¿Y dónde estabas? —me pregunta Fabián.
Miro a mis padres y me sostengo del sillón cuando un mareo repentino me vence.
—¿Estás comiendo a tus horas? ¿Tus medicinas, las estás tomando? —me dice.
—¿Qué medicinas? —dice Fabián—. ¿Me dieron una hija enferma?
El imbécil se queda en mi garganta, con ganas de decírselo.
—No, señor —responde mi madre—. Mi hija apoyaba a un amigo de la familia en su consultorio y se malpasaba. Le detectaron anemia, pero está en tratamiento.
—¿Saben que así ella no puede embarazarse, verdad? —les dice Fabián, alzando la voz.
Tania me mira enojada.
—Yo estoy sana, y puedo. Igual sé qué días soy fértil —dice.
—Podemos replantear un nuevo contrato —habla mi padre—. Bueno, siempre y cuando estén de acuerdo las dos partes. Diana lo está, ¿no es así? —me pregunta.
Todos voltean a verme y asiento de inmediato. Quiero estar, pero lejos de todos.
—¿Quién crees que soy para aceptar que me cambien de esposa cada que se les da la gana? —me dice Fabián—. Diana firmó el papel y así mismo me dará mi hijo. Después puede hacer lo que quiera con su vida.
Fabián sale y su padre se acerca al mío.
—Diana se irá a mi casa. Necesito que la vean los doctores de la familia.
—Nosotros igual tenemos a nuestro doctor. Lo llamaré y mañana yo llevo a Diana.
—No es pregunta. Necesitamos ver lo de la anemia. Hoy llegó el abuelo de Fabián —dice, y mi padre parece que le dará algo.
—¿Por qué tan pronto?
—Supo que Fabián se casó. Lucas también regresó de sus vacaciones. El anciano quiere ver a sus nietos.
No entiendo nada de lo que dicen.
Mi madre me abraza, mi padre también. Tania se despide del padre de Fabián muy cortésmente.
Salgo con mi suegro y abordamos el carro.
—Necesito pedirte un favor —me dice.
—¿Qué ocurre? —le pregunto.
—Habrá una cena en unos días y necesito que te presentes con Fabián. No quiero que haya mención sobre el contrato que firmaste ni en qué circunstancias. Que finjas que es un matrimonio normal.