NovelToon NovelToon
Mi Querida Gema

Mi Querida Gema

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Mafia / Amor a primera vista / Mi novio es un famoso / Transmigración antigua a moderna
Popularitas:4.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Mckasse

Cuando Légolas, un alma humilde del siglo XVII, muere tras ser brutalmente torturado, jamás imaginó despertar en el cuerpo de Rubí, un modelo famoso, rico, caprichoso… y recién suicidado. Con recuerdos fragmentados y un mundo moderno que le resulta ajeno, Légolas lucha por entender su nueva vida, marcada por escándalos, lujos y un pasado que no le pertenece.

Pero todo cambia cuando conoce a Leo Yueshen Sang, un letal y enigmático mafioso chino de cabello dorado y ojos verdes que lo observa como si pudiera ver más allá de su nueva piel. Herido tras un enfrentamiento, Leo se siente peligrosamente atraído por la belleza frágil y la dulzura que esconde Rubí bajo su máscara.

Entre balas, secretos, pasados rotos y deseo contenido, una historia de redención, amor prohibido y segundas oportunidades comienza a florecer. Porque a veces, para brillar

NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Dame más de ti.

Leo, aún dentro de mi, se agachó lentamente hasta quedar sentado en el suelo de la ducha, conmigo sobre su regazo. El agua seguía cayendo con suavidad sobre ambos, vapor envolviendo nuestros cuerpos como una nube tibia. Con un movimiento tranquilo, Leo sacó del borde de la bañera unas toallas secas que había dejado antes, como si lo hubiera planeado todo, y las colocó bajo mis rodillas con total cuidado.

—¿Qué haces? —pregunto, aún jadeante, con las mejillas encendidas.

—Cuidarte. —Leo me miró con esa mezcla ardiente y tierna que sabía usar como arma letal—. Tu cuerpo no se va a conformar solo con eso. Y yo tampoco. Pero no quiero que te lastimes… así que, muévete, bebé.

—¿Eres real? —intento sonreír, pero apenas podía sostenerme.

—Muy real… y muy dentro de ti.

Cierro los ojos por un segundo. La sensación era tan intensa que dolía y daba placer al mismo tiempo. Mis rodillas ahora estaban firmes sobre las toallas, y el calor del cuerpo de Leo bajo mi cuerpo era un ancla en medio del mar de sensaciones.

—No puedo creer que estés haciendo esto —murmuro entre dientes—. Estoy adolorido, Leo… y tú pareces querer dejarme inválido.

Leo soltó una risa grave, deslizando las manos por mi cintura.

—Te estás moviendo, Rubí.

—¿Qué? No es cierto…

Pero sí. Estaba haciéndolo. Lento, torpe, con las piernas temblorosas, pero estaba moviéndome sobre él. Y con cada roce, mi cuerpo se encendía de nuevo.

Leo apretó los dientes, controlando su respiración. Me acarició la espalda, luego el cuello, me ayudó a tomar ritmo.

—No te apresures… así, muy bien… —susurró.

Grité bajito, sintiendo cómo el placer me envolvía de nuevo como un vicio. El calor, el agua, el contacto, la mirada fija de Leo como si lo adorara, como si no hubiera otro cuerpo en el mundo que me importara más que el suyo… me estaba volviendo a llevar al límite.

—Estás loco… —repito con la voz entrecortada.

—Por ti. —Leo me atrajo para besarme, húmedo, profundo, mientras me guiaba con las manos en la cadera—. Y tú por mí. Mírate…

Me rendí. Al ritmo, al calor, al cuerpo de Leo que me reclamaba como suyo una vez más, ahí, sentado, con la ducha como único testigo. Y, mientras mi cuerpo se tensaba otra vez hacia ese clímax dulce y abrumador, solo pensaba ¿Cómo voy a sobrevivir a este hombre?

Ya no sabía si me aferraba a Leo o si Leo me sostenía a él. El vaivén lento que compartíamos en la ducha me tenía al borde del colapso. El agua tibia seguía cayendo sobre nuestros cuerpos entrelazados, envolviéndonos en vapor y deseo. Las toallas bajo mis rodillas evitaban que me lastimara, pero nada me protegía del torbellino que se gestaba en mi interior.

De pronto, lo sentí.

Una contracción poderosa, como una corriente eléctrica que me recorrió la columna. Mi cuerpo entero se estremeció, tembloroso. Leo notó el cambio de inmediato, abrazándome con más fuerza, con los ojos encendidos por la mezcla de deseo y preocupación.

—¿Rubí? —pregunta Leo en voz baja, aunque su respiración también estaba descontrolada.

Pero no respondí con palabras. Mi cuerpo se arqueó con violencia, y un gemido rasgado me salió del pecho cuando la hiperespermia me atacó como una ola feroz. El líquido brotó con tanta abundancia que parecía inagotable, como si mi cuerpo lo estuviera vaciando por completo. La intensidad fue tal que mis uñas se clavaron en los hombros de Leo y mi cabeza cayó hacia atrás, con la boca entreabierta.

—Dios… ¡Rubí! —exclama Leo, sujetándome con fuerza al notar que me desplomaba. Apuesto que nunca había visto una venida tan intensa, ni siquiera en él mismo.

Perdí el conocimiento un segundo, completamente desbordado por el clímax. Un suspiro profundo se me escapó justo antes de desmayarme de puro placer. Leo me abrazó contra su pecho, temblando también por la descarga que ya no pudo contener. Se vino dentro de mi con un gemido grave, ronco, que llenó la ducha.

—Mierda… —susurra Leo, respirando agitado mientras me sostenía—. Me vas a matar un día de estos…

Mi cuerpo quedó inerte por un instante en sus brazos, aún tibio, aún tembloroso. Leo me rodeó con una mano en la espalda y la otra en su nuca, besando mi frente empapada con ternura.

—Tranquilo, estoy aquí… Te tengo, mi cielo..

—¿Estoy vivo? —murmuro con voz ronca.

—Apenas. Pero vas a estar bien —dijo Leo con una sonrisa tierna, apartando un mechón húmedo de mi frente—. Tu cuerpo… me pidió tregua, y lo entendí. Ya no más por hoy, lo prometo.

Solo pude asentir débilmente, acurrucándome contra él como un niño agotado.

Leo me alzó en brazos con sumo cuidado, saliendo de la ducha con pasos lentos.

—Te voy a cuidar, Rubí. Siempre —susurra, mientras se dirigía conmigo a la cama.

No sé en qué momento me rendí.

Quizá fue cuando su lengua me robó hasta la última neurona funcional. O cuando metió sus dedos en mi agujero para sacar todo lo que había depositado.

Lo que sí sé es que cuando salimos de la ducha, yo parecía un espantapájaros sobreviviente a un huracán… y Leo caminaba como si acabara de hacer yoga matutino.

—¡No es justo! —mascullé mientras me tambaleaba, en sus brazos. Ni siquiera podía sostenerme bien.

Leo, el infame, soltó una carcajada que hizo temblar las ventanas.

—¿Qué pasa, Rubí? ¿Tu cuerpo no te responde? —se burló con descaro, mirándome como si fuera el espectáculo más divertido del planeta.

—¡No es gracioso, animal! —protesté, resbalándome ligeramente —. ¡Estoy lisiado! ¡Esto debería ser considerado violencia doméstica!

Me deja en una silla frente al espejo y me envuelve en una bata.

Leo no podía dejar de reír.

—¿Quién te manda a provocarme? Tú fuiste el que entró mientras me duchaba—dijo acercándose con esa sonrisita idiota que me hacía querer besarlo y golpearlo al mismo tiempo—. Ahora aguántate las consecuencias, muñeco.

Me miró de arriba abajo, evaluándome como si fuera un gato mojado. Empieza a secar mi pelo.

—Eres un desastre —dictaminó divertido cuando terminó—. Ven acá, ven.

Antes de que pudiera insultarlo más, me levantó en brazos como si no pesara nada.

—¡¿Qué haces, gorila?! —exclamé, pataleando débilmente.

—Operativo "Rescate del inválido" en marcha —anunció muy serio, como si fuera una misión militar—. No quiero que termines arrastrándote por el piso como un gusano sexy.

Me llevó cargando hasta la cama.

Yo iba refunfuñando todo el camino, pero no me quejé realmente.

Su pecho era cálido, su perfume me envolvía, y sus brazos fuertes me hacían sentir... ridículamente seguro. Pero sigue desnudo y eso es una alerta roja.

Me depositó en el colchón con la misma delicadeza que uno pondría a una porcelana carísima.

—Listo, viejito —rió, sacudiéndose las manos como si acabara de hacer una gran obra humanitaria—. Ahora, a vestirte. No quiero que te me mueras de hipotermia.

—¡Puedo vestirme solo! —mentí descaradamente, intentando sentarme.

Inmediatamente un dolor punzante me atravesó la entrepierna.

—¡Mierda! —grité, cayendo de nuevo hacia atrás.

Leo me miró como quien ve a un cachorrito inútil.

—Sí, claro. Se nota —dijo rodando los ojos.

Sin más advertencias, sacó de su ropa limpia del armario y empezó a vestirme como si yo fuera una muñeca traumatizada.

Me puso los calzoncillos con la eficiencia de una enfermera veterana.

—Levanta las nalgas, amorcito —ordenó, dándome un golpecito en el muslo.

Me quedaban grandes pero al menos cubrían mi dignidad.

—Te odio —le gruñí, obedeciendo con una dignidad muerta y enterrada.

—Claro que sí, mi paciente favorito —sonrió mientras me colocaba un pantalón suave de algodón—. Pero me amaste mucho anoche y ahora. No te hagas.

Cuando ya pensaba que la humillación había terminado, Leo se fue al baño, revolvió en el botiquín, y regresó con algo en la mano.

—¿Qué es eso? —pregunté desconfiado.

—Crema milagrosa para rozaduras extremas —anunció, agitando el tubo como si fuera un premio.

—¡No! ¡Ni loco! ¡Eso no! —exclamo, incorporándome alarmado.

Leo se cruzó de brazos, sonriendo de oreja a oreja.

—Te lo pones tú, o te lo pongo yo.

Y créeme, no soy delicado.

Sopesé mis opciones.

Morirme de dolor y orgullo herido, o perder la última pizca de dignidad.

Elegí lo segundo.

—Hazlo rápido —gruñí, tapándome la cara.

—Con amor, siempre —ríe.

Desenroscó el tubo y aplicó la crema con una suavidad que no le conocía.

Sus dedos eran cálidos, cuidadosos.

Y aunque sentí ganas de llorar de la vergüenza, también me derretí por dentro.

—¿Ves? No dolió —susurró, subiendo lentamente la ropa interior y el pantalón, besándome la frente como si fuera su más preciado tesoro.

Me miró a los ojos con una ternura que desarmaba todas mis defensas.

—Prometo que para la próxima vez iré más despacio —dijo serio—. Aunque me pongas cara de mártir sufriente.

—¿Próxima vez? —me burlé, todavía rojo como un tomate—. Primero tendré que aprender a caminar de nuevo, Frankenstein.

Leo se rió, agachándose para susurrarme al oído:

—No te preocupes, Rubí... Me encargaré de entrenarte personalmente. Sesiones diarias.

Fisioterapia intensiva. Solo para ti.

Cerré los ojos, sabiendo que estaba perdido.

No había escapatoria de este loco, ni de su risa, ni de sus brazos, ni de su monstruo mutante.

Y, en el fondo... tampoco quería escapar.

1
Anonymous
jajaja no puedo de la risa jajaja son tan tiernos ☺️🫢
Anonymous
Jajajaja que historia mas bella y divertida, con personajes muy lindos. Muchas gracias 🥰
Franshesca Acosta
yo lo perdonó 🤭🤭🤭
Blanka Arce
simplemente perfecto
Nidia Mojica
Jajajajaj Leo y Rubí son el uno para el otro, y así de tóxico le encanta.
Franshesca Acosta
pues yo tampoco 😏😈
Anonymous
Gran historia, cada capítulo te atrapa ñ. 🥰
Anonymous
Que linda pareja 💖🥰😍
Anonymous
jajaja 🤣🤣
Anonymous
Que bonito momento ☺️
Anonymous
Me gusta mucho la historia, muchas gracias.
Anonymous
Tan lejos y cerca a la vez 😊
Anonymous
Ahaaa esto esta que arde ,🫢🫢
Anonymous
Que intenso el capítulo 😅 me encanta la historia .
Marleni Pacheco aguilar
hola un gusto autora me encantó tu historia por favor actualiza me encantó tanto que me la leí todo él día de hoy me encantó /Kiss/
Nidia Mojica
Buenisima la historia, me.encanta. Espero por mas capitulos. Gracias por crearla y compartirla.
Nidia Mojica
Problemas en camino.
Nidia Mojica
Bien masoquista la Rubí.
Nidia Mojica
🤣🤣🤣🤣 super romántico.
Nidia Mojica
Pies Leo ya desquitaste los 5 años de estarlo persiguiendo.
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play