Hijo De La Luna, Hechizado

Zafiro miró por la ventana de su lujosa habitación que daba a un jardín lleno de rosas, el cielo nocturno junto con la brisa, la ayudaban a calmar los nervios que sentía revolotear en su estómago. Aun se preguntaba por esa sensación extraña de ansiedad, quería achacarlo por el próximo evento a suceder, o tal vez porque, aun cuando podía sentir la bendición de la diosa Selene en sus poros, no tenía la habilidad suficiente para transformarse en loba.

Luego de ese evento traumático, su loba había estado ausente tanto tiempo que creyó que la había abandonado. Estuvo deprimida por un tiempo, sintiéndose incompleta, incapaz de sentir la belleza de la metamorfosis celestial, hasta que, con ayuda de la piedra lunar, logró volver a ver a su loba interior. La loba estaba herida y dolida, pero se sintió feliz de volver a sentir el aire y la luz de la luna, desde entonces, ha logrado transformarse pero muy esporádicamente. Su loba aún se resistía un poco a salir, pero el problema no era su loba, sino ella misma, Zafiro. Su mente aun recordaba esos eventos en donde la tortura fue grave, y por primera vez sintió resentimiento hacia los humanos. No entendía cómo podían hacerle eso a una niña indefensa.

Sacudió la cabeza, intentando espantar los demonios que querían atormentarla y decidió enterrarse entre las sabanas de su cama, para intentar disipar el frío que comenzaba a sentir por estar tanto tiempo expuesta al viento de la noche. Aun así, no pudo evitar mirar a través de su ventana, como si le llamara algo. Era como un murmullo, que hacía cosquillear sus oídos, y se preguntaba qué era lo que le llamaba.

Al final, entre sus pensamientos y dudas, logró quedarse dormida, pero no tuvo un sueño tranquilo.

Estaba corriendo, escapando entre los incontables arboles del bosque. Jadeaba, le costaba respirar y no podía transformarse en loba. Lloraba con desesperación, su loba no respondía y podía escuchar el galope de los caballos detrás de ella; los gritos y risas de los humanos hacían mella en su voluntad. Brincó, siguió y terminó tropezando.

Las lágrimas caían y se mordió los labios intentando no gritar, no tenía tiempo que perder, si dejaba que el dolor y el cansancio le ganaran, la encontrarían y no estaba segura de salir con vida.

Entonces, mientras se escondía dentro de unos arbustos, fue sujetada del cuello de su ropa raída. Uno de los hombres había logrado atraparla. Chilló e intentó arañarlo con sus garras que sobresalían en sus deditos, pero solo dio algunos zarpazos y no pudo zafarse. Entonces escuchó un gruñido, y luego cayó al suelo sentada.

Entre las sombras de los árboles, pudo vislumbrar una silueta amarilla brincar y desgarrar el vientre de todos ellos. Cuando hubo terminado, vio a la criatura acercársele. Casi podía ver su apariencia, pero entonces despertó.

Abrió los ojos y vio la luz del sol atravesar por su ventana, pronto el toque suave de su puerta le indicó que las sirvientas habían llegado para ayudarla a vestirse. Se levantó aturdida, tratando de rememorar el sueño, pero siempre terminaba escurriéndose entre sus dedos sin suerte. Se dio por vencida por el momento. Era normal olvidar esos días, fue horrible y traumatizante, aunque jamás encontró a su salvador, aun guardaba algo de él. Un colmillo. Lo más probable es que también fuese un cachorro para perder con facilidad un colmillo, pero ella lo guardó con recelo, porque era lo único que probaba que no había soñado, que realmente alguien la había salvado.

Salió de su habitación ya envuelta en su vestido de color azul cielo, y se dirigió hacia a la habitación de sus padres. Su madre aún no estaba del todo bien, aun se veía angustiada por los eventos a suceder y de la próxima llegada de Max, que esperaban, la adivinación de la bruja fuese verdad.

***

Raven se dio cuenta que el libro aparentemente en blanco, no lo estaba. Una vez que le derramó su sangre, se reveló la apariencia real. Qué como lo supo, solo tuvo la idea de hacer lo que había visto en historias similares. Se sintió estúpida de hacerlo, pero no se imaginó que realmente funcionaría.

Se quedó atónita de ver, cómo el libro absorbía las gotas de sangre que le había derramado para dar paso a una luz que lo envolvió, y tomó forma de una nueva apariencia. No era pequeño, era enorme y pesaba demasiado, la pasta era dura con incrustaciones de raíces de árboles y hojas extrañas de colores distintivos. En todo caso, al abrirlo, el libro estaba lleno de palabras y dibujos, de círculos mágicos y pociones.

Max estaba asombrado de ver un grimorio y le confirmó que Raven tenía sangre de bruja y no parecía ser una cualquiera. De todas formas, con ayuda de este grimorio podrían ir a su mundo y avisar a sus padres de las eventualidades con los humanos y sus posibles planes.

Raven ahora tenía una nueva tarea, y era leer este libro, además de aprender sus cosas para saber si realmente podía lanzar hechizos.

Estudió el libro en cada momento, ignorando al hombre que merodeaba a su alrededor, sintiéndose desplazado por mero papel. Raven se sintió divertida de escuchar su queja, y de ver sus ojos agraviados en un rostro tan masculino y con barba. Lo recompensó con besos esporádicos, pero que solo encendió la pasión en Max, quien no podía evitar querer comérsela cada que tenía oportunidad.

-Max – intentó empujarlo y romper el beso, pero solo hiso que su agarre se volviera más fuerte y aplastara su cintura – Max… necesito… necesito…

-Ya sé – le mordió el lóbulo de su oreja, pasando su lengua – Y te lo voy a dar.

-No, no – negó con vehemencia y lo empujó más fuerte, logrando que él la mirara – Yo habló que necesito seguir estudiando el libro.

-Puedes hacerlo después – arrojó el pesado libro al suelo y se llevó a la chica hasta la cama – Por ahora, déjate querer.

Y prosiguió en dejarla sin aire con sus besos demandantes, además de saciar su anhelo de ella al hacerla suya una y otra vez durante la noche, quedando satisfecho, cuando ella alcanzó el cielo por quina vez. Entonces tuvo compasión y la dejó dormir entre sus brazos.

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Besos.

Atte. Koh