En un mundo de monstruos, Acara emerge como una rosa de hierro en el árido desierto. La cenicienta oscura, la llaman los medios de comunicación. Esposa, le dice su Marido con suavidad, Rosa Negra le susurra al oído el hombre ardiente que controla sus deseos.
¿Cómo puede ella luchar en este mundo?
NovelToon tiene autorización de Adriánex Avila para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cap. 15 ¡No puede ser!
El amanecer encontró a Acara y Lilit enrolladas como gatas ebrias en la cama, con rímel corrido, el cabello revuelto y tres botellas de vino vacías rodando por el suelo.
La Invasión del Ángel Doméstico.
La puerta se abrió con un suave "¡Buenos días!"
Logan, con su eterno suéter de lana gruesa (a pesar de que era verano) y los lentes empañados por el vapor del café, entró balanceando una bandeja de desayuno como si fuera una bomba a punto de explotar.
Huevos, ¿quemados o carbonizados?
Tocino, ¿o eran cenizas con forma de cerdo?
Y un jugo de naranja que milagrosamente no estaba derramado. Lilit, con la cabeza palpitándole como un tambor, se incorporó como un vampiro saliendo del ataúd.
—"¡No puede ser! ¿Cómo es posible que lo único que no arruines sea el jugo?!"
Logan se sonrojó hasta las orejas, pero sonrió.
—"L-lo intenté con el pan tostado, pero… se convirtió en carbón."
Acara, con el humor negro que solo una resaca puede provocar, se rió tan fuerte que le dolió el alma.
—"Dios mío, esposo… hasta para quemar comida eres adorable."
Mientras Logan recogía los platos y accidentalmente rompía uno, Acara no pudo evitar mirarlo con una mezcla de ternura y fascinación.
¿Cómo era posible que este hombre, Que tropezaba con sus propios pies. Que se sonrojaba si le decías "hola". Que quemaba hasta el agua.
¿Fuera el mismo que anoche arrancó cabezas como si fueran margaritas en sus sueños? Lilit, como si leyera su mente, le lanzó una mirada cómplice antes de tirarle un almohadazo.
—"Deja de mirarlo como si fuera un cachorro… sabes que tiene colmillos."
Logan, confundido, pero encantador, volvió a sonrojarse.
—"¿E-están hablando de mis brackets de adolescente?"
Las dos mujeres estallaron en carcajadas. Mientras Logan salía tropezando con el felpudo, Lilit bajó la voz:
—"¿Ves? Así es como sobrevivimos. Riéndonos… porque si no, lloraríamos."
Acara miró su taza de café perfectamente preparada, Logan nunca fallaba con el café y sintió algo peligroso en el pecho.
Algo que no era lástima.
Ni miedo.
Era amor.
—Por ambos.
El mediodía se arrastraba con pereza en la mansión Lombardi.
Acara, con una resaca que amenazaba con partirle el cráneo en dos, se había refugiado en la frescura de una ducha fría mientras Logan y Lilit revoloteaban a su alrededor como polillas alrededor de una lámpara.
Logan le había preparado tabletas para la resaca *y* un té de jengibre (que accidentalmente dejó hervir hasta convertirse en un brebaje amargo).
Lilit, en un raro momento de utilidad doméstica, le había traído toallas calientes y un cóctel misterioso que prometía "curar hasta la peor borrachera del siglo" (Acara lo probó y juró que sabía a esmalte de uñas).
Al salir del baño, con el cabello envuelto en una toalla y el cuerpo envuelto en una bata de seda, Acara encontró el mensaje.
Un papel negro, doblado con precisión militar, sobre su mesa de noche. Las palabras, escritas con una caligrafía afilada como cuchillo, decían:
"Esta noche. Una cena. Tú y yo tenemos que hablar."
No había firma.
No hacía falta.
Acara apretó los dientes y arrojó el papel al basurero.
—"Como si tuviera tiempo para tus dramas, Lombardi" —murmuró. Pero en el fondo, su pulso se aceleró.
Tenía preguntas. Y Malick era el único con respuestas.
Mientras Logan quemaba el almuerzo, ¿era pollo o un ladrillo carbonizado?, y Lilit cantaba desafinadamente en la ducha, Acara se coló en el vestidor. Sabía que Malick no aceptaría un "no" por respuesta.
Y si iba a tener esa conversación, sería en sus términos.
Escogió:
Un vestido rojo, el color de la provocación. Tacones negros lo suficientemente afilados como para usarlos de arma. Y el collar de plata que Lilit le había regalado con una hermosa rosa negra.
Esa noche, después de evitar que Logan incendiara la cocina otra vez, Acara se sentó en el jardín de invierno.
El aire olía a rosas y azufre.
Y entonces, él llegó.
Malick, vestido de traje negro (pero esta vez sin corbata), llevaba dos copas de cristal tallado y una botella de vino tan oscuro que parecía sangre.
—"Pensé que ignorarías mi invitación" —dijo, sirviendo el líquido.
Acara tomó la copa sin romper el contacto visual.
—"Pensé que no tendrías el valor de aparecer sin esconderte en Logan."
Malick sonrió, y por primera vez, esa sonrisa no era de amenaza.
Era de respeto.
—"Habla, Rosa Negra. Pregunta lo que quieras saber."
La luz de la luna se filtraba entre los cristales del jardín de invierno, pintando de plata los contornos de Malick, quien, reclinado junto a la fuente, parecía más un ángel caído que un monstruo.
Acara no podía evitar fijarse en los detalles: La cadena de oro que brillaba contra su piel, con el anillo de bodas de Logan colgando como un trofeo. El vello pectoral que se asomaba bajo la camisa abierta, dibujando una ruta que sus dedos ardían por recorrer. Y esos ojos, menos severos esta noche, pero igual de hipnóticos.
Ella carraspeó, decidida a no dejarse distraer.
—"¿Cómo es que Logan no recuerda nada? ¿Qué eres en realidad?"
Malick inclinó la copa de vino, dejando que el líquido oscuro gotease al suelo como una ofrenda.
—"Logan sabe. Solo elige, no recordar." —Se acercó, eliminando la distancia entre ellos con la elegancia de un depredador.
—"Yo existo porque él necesitó algo más fuerte que el dolor. Algo más oscuro que el miedo." —Una mano cálida, áspera, le acarició la mejilla.
—"Para cuidarte. Para amarte." —Acara no se inmutó.
—"Eso no explica por qué tú me quieres." —Malick rio, un sonido que vibró en sus huesos.
—"¿Crees que Logan y yo somos tan diferentes?" —De pronto, le tomó la mano y la colocó sobre su pecho. El corazón latía, fuerte, rápido… humano.
—"Él te ama por tu luz. Yo… por tu oscuridad." —Acara sintió el pulso acelerarse bajo sus dedos.
—"Somos el mismo hombre, esposa. Solo que yo no miento."
Malick se inclinó, rozando sus labios sin besarla.
—"Logan te daría el mundo. Yo te daré a los que intenten quitártelo."
El anillo de bodas brilló entre ellos.
—"Él es el sueño. Yo, la pesadilla. Y tú… eres nuestra reina."