Llevaba años sufriendo el rechazo del chico que amaba, sin embargo en su corazón albergaba la esperanza de que él tarde o temprano correspondería a sus sentimientos pero una noche tras un desagradable descubrimiento se dará cuenta que necesitará algo más que amor incondicional para conquistarlo, un poco de ayuda de su profesor de confianza.
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La ducha
Ni siquiera la luz del sol que entraba por la ventana y daba directo en su cara pudo despertarla como el estridente tono de llamada que había escogido su amiga para sus llamadas. Jenni pensaba que Daniela ignoraba sus llamadas a propósito, pero un día escucho el tono de llamadas de su celular y lo supo, era por esa melodía tan romántica que no escuchaba bien el teléfono cuando ella le marcaba, entonces se dio a la tarea de cambiar su timbre, solo el de su propio contacto, parecía funcionar, porque desde entonces no se perdía ninguna de sus llamadas.
Lo que Daniela no entendía era por qué Jennifer le tenía que marcar tan temprano si de todos modos se verían en un rato en la universidad. Daniela estiró su brazo para alcanzar el celular que estaba a punto de caer al suelo por la vibración.
—¡Dani!, ¿Por qué no contestabas? —Jenni se escuchaba un poco molesta.
—Lo siento, estaba dormida.
—Que floja eres —. Ataco su amiga — entonces ¿a que hora piensas venir?
—¿Por qué?
—No me digas que lo olvidaste, íbamos a estudiar juntas para la prueba.
Daniela chocó su mano en su frente y cerró sus ojos con algo de frustración, lo había olvidado. Había quedado con Jennifer en que llegarían temprano para estudiar para el examen bioquímica.
—Jenni discúlpame, me quede dormida y después de lo de anoche lo olvide por completo —dijo Daniela encogiéndose de hombros al instante en que se dió cuenta que había hablado de más.
—¿Pues que paso anoche? —Jennifer reía y parecía emocionada al otro lado de la línea, intrigada por conocer los detalles —. Ya no te preocupes, solo apúrate y así me cuentas que es lo que paso anoche.
Daniela alejo el teléfono de su oído tras escuchar la emoción de su amiga, no le había comentado nada sobre su cita con Gael, pero parecía intuir lo que ella quería decir con la escueta frase “lo que paso anoche”; Jenni parecía tener un sexto sentido para ese tipo de cosas.
—Ok, te veo a más tardar en una hora.
—Bueno, pero no te tardes más de una hora, ya quiero saber todo el chisme.
Daniela se levantó de la cama casi de un salto y se metió a bañar. Lo más probable era que ya ni siquiera estudiarían.
Mientras el agua tibia resbalaba por su piel rememoraba las manos de Gael recorriéndola y presionándola contra su duro cuerpo; el calor comenzó a expandirse por su vientre y por sus pechos, instalándose en su cara. Su entrepierna se humedeció, y no por el agua que caia. Pronto y sin darse cuenta bien a bien comenzó a frotar su cuerpo con sus manos y, en una vaga imitación de lo que había hecho Gael la noche anterior, introdujo dos dedos en su humedad, para nada se comparaba, pero servía el tener recuerdos de los gruñidos y gemidos ahogados de ese hombre, recuerdos de como acaricio esa parte tan sensible, el recuerdo de cómo se sentía su cuerpo detrás de ella, de sus músculos tensándose de vez en vez o cuando ella se restregaba con descaro en su dureza; una pequeña ola de placer escurrió por su dedos, pero para nada fue tan satisfactorio como el orgasmo que había experimentado la noche anterior, el que le había dado Gael solo con sus dedos, ¿Cuánto más placer sería capaz de experimentar cuando lo hicieran de verdad? Estaba excitándose de nuevo con la sola idea.
—¡Dani! ¡cariño! ¡ya me voy!
—¡Si mamá…está bien! —se sintió avergonzada como si su madre se fuera a enterar de lo que estaba haciendo en el baño bajo el agua de la regadera o peor aún de lo que había hecho con Gael la noche anterior, era absurdo.
—¡Te quiero!
—¡Yo igual mamá! … ¡cuídate!
Su madre tenía una tienda de regalos que había abierto en asociación con una amiga. Su madre la atendía por las mañanas y su amiga en las tardes. Seguro que Liam ya se había se había ido, él trabajaba en una clínica, cerca de donde estaba el albergue para animales que tenía Gael.
Salió de la ducha y se vistió tan rápido pudo, unos jeans gastados, una playera blanca y sus tenis también blancos No era su mejor atuendo, pero se veía bien. Se hizo una coleta alta y salió de su cuarto. Ya no tenía tiempo para desayunar, pero ya lo haría en la cafetería con Jenni. Daniela bajo muy alegre las escaleras, pero justo al abrir la puerta casi cae sobre su trasero por la sorpresa. Frente a su puerta estaba él, con el dedo encima del timbre, apunto de presionar el botón.
—¡Buenos días, Daniela!
Era posible que ella no se diera cuenta, pero Alex se sentía nervioso, él no era de buscar a ninguna chica, y con ella estaba haciendo una excepción. Primero había pensado en esperar hasta encontrársela, ya fuera en la calle o en la universidad, pero por qué esperar si vivían tan cerca uno del otro. La seguridad volvió a él cuándo vio la reacción de Daniela, la sorpresa de verlo, el débil sonrojo en sus mejillas, de seguro moderado por el enojo de ella al verlo con otra, pero se podía arreglar.
—¡Buenos días, Alex! —dijo Daniela sin pensar que lo más probable era que Alex esperara que lo invitara a pasar, además ella ya iba de salida —¿Qué te trae por aquí? —cerró la puerta con llave tras de si y avanzo unos pasos dejando al joven tras ella.
—Venía a invitarte a desayunar… —Daniela miro su celular y se puso a escribir, seguro le mandaba un mensaje a alguien —es temprano ¿ya te vas? —pregunto sintiéndose un poco ignorado.
—Si quede temprano con Jenni— dijo Daniela guardando el celular en su pequeño bolso —. Te molesta si lo dejamos para otra ocasión Alex.
—Claro, cuando quieras —respondió Alex sin saber que mas decir.
Daniela corrió solo un poco y paro al primer taxi que paso dejando a Alex algo molesto por el rechazo, aunque tenía que admitir que no estaba tan molesto como para olvidarse del asunto. Daniela estaba enamorada de el desde que eran adolescentes, solo estaba enojada. Alex hecho a andar por la calle de regreso a su casa. Que estúpido, se detuvo un momento dándose cuenta de su error. Yo pude haberla llevado. Que más da, tal vez la vea al rato.