Única Oportunidad

Salvador Toledo

No volví a la empresa después del almuerzo porque tuve que ser sincero con las únicas dos personas que saben de mi problema: Violet y Juan; y ellos me hicieron entender que sin importar el resultado,mi madre estará apoyándome en las buenas y en la malas, así que por esa misma razón, decidí ser sincero con ella, por lo que ahora estoy sentado frente a la señora que me dio la vida, suspirando al escucharla hablarme de Isamar.

—Entonces, por eso quiero que estés con ella. Es buena, linda, trabajadora y...

—¡Basta,mamá!— la interrumpo.

Lo que ha hecho es decirme las mil y un razón para conquistar a mi secretaria. Pero me ha cansado, entiendo su deseo y sí puedo lo voy a cumplir, por ella y por mí, porque también lo he pensado. Sin embargo,quiero que preste atención a lo que tengo que decirle,solo preocupándonos de mi problema y después ver qué puedo hacer para que Isamar se fije en mí.

—No me grites—me regaña como si fuera un niño.

—Entonces escúchame, dije que tengo algo importante. Un problemita gigante y solo te has enfocado en Isamar.

—Es que me gustaría que sea tu mujer y que juntos me den muchos nietos— suspiro porque ese es el dichoso tema a mencionar.

—No puedo, mamá.

—Sí puedes, regálale flores, chocolates y sé super atento...

—No puedo tener hijos— la interrumpo para que comprenda— Hay baja producción de espermatozoides en mí y tal vez nunca pueda tener hijos biológicos.

—¿Qué?— me mira sorprendida y se levanta de su lugar, caminando en círculos.—Ya sé, hablaremos con Simons, él nos ayudó cuando quisimos firmar una familia con tu padre.

—Lo sé y por eso su hijo está siguiendo mi caso, no hay tratamientos positivos, solo más pruebas. Revisiones constantes, separación de espermatozoides e intento de que estos den frutos.

—¿A cuántas mujeres has intentado embarazar?— arruga el ceño, notablemente molesta.

—A ninguna. De tantas pruebas, cero han tenido vida. Todos muertos.

—Es más grave de lo que creí.— dice para sí misma, pero la escucho.

—Supongo que debes hacerte la idea de que no tendrás nietos que compartan tu sangre.

—¿Adoptarás?

—Pienso hacerlo. Aunque tengo una última revisión, por eso debo viajar mañana.

—Te acompaño— dice con ese tonito de voz que no permite negativas.

Mi celular suena cuando niego con mi cabeza y veo la pantalla. Juan, mi asistente. Me alejo de mi madre y voy al estudio de mi difunto padre, allí contesto la llamada y lo que él me dice me sorprende, aunque solo es una leve sospecha.

—Isamar le ha pedido permiso para faltar mañana a tu tío y me estuvo preguntando a qué hora viajas.—Le pregunté que quería decir con eso y él respondió sin dudar.— Pienso que irá contigo.

—No le di autorización, ni le he pedido que lo haga.— aviso.

—Lo sé, soy tu amigo y estoy seguro que sería el primero en saberlo, de ser así. Pero...

—No puede ir a Canadá.— digo fríamente —No tiene nada que hacer allá.

Mi voz es dura y mis facciones sé que también, ya que no me agrada la atribución que Isamar se está tomando. No quiero su lástima. No quiero que me acompañe al médico porque cree que moriré. Está completamente loca.

Le cortó la llamada a Juan y busco el contacto de Isamar. Sé que pueda hacerla cambiar de opinión y aprovecharé eso.

—Señor Toledo, ¿en qué puedo ayudarlo?

—Solo te aviso que no podrás visitar a mi madre los próximos días porque se irá conmigo.

—¿Ya no hay que guardar el secreto?

—No. Ella sabe todo. Iremos juntos a Canadá y verá al médico conmigo. Tiene sus dudas, como toda madre.

—Entiendo— dice en voz baja—La verdad...— hace silencio y yo espero pacientemente lo que puede decir —, me iba a tomar el atrevimiento de ir con usted.

Su voz baja, como si tuviese vergüenza de confesar eso, me ha dejado totalmente estúpido. Como si el supuesto enojo que decía tener, se esfumara. Ella es eso, logra que cada parte de mí sea más... Humana. Más tierno, con ella.

—Ya no es necesario —susurro, sintiendo algo del en mi pecho.

Miedo.

Miedo a lastimarla con las palabras equivocadas... A que no sea bueno decirle que no; a obtener su lejanía cuando vuelva a México, y más. Mucho más.

—Comprendo— suspira y aclara su garganta —Entonces ayudaré a Juan a manejar la empresa.

—Él seguirá en su puesto, pero en mi ausencia tú asciendes a Jefa. Hace años estás ahí y él no conoce nada.

No le miento porque eso es cierto. Juan sabe mucho de mi empresa Canadiense,pero no de esta. No conoce a los empleados, ni en quien confiar. Isamar sí,y por eso será quién manda. Además,de lo obvio. También es dueña y merece ese puesto.

Al otro día,subimos con mi madre al jet y volamos a Canadá; nos instalamos en mi departamento y visitamos al doctor Simons veinticuatro horas después. Su secretaria, Megan, nos saluda alegremente. Demasiado para mi gusto, aunque a mi madre tampoco le gusta, pero bueno, ella tiene una sola excusa.

Ninguna femenina puede acercarse a mí, puesto que su deseo es verme únicamente con Isamar.

El doctor nos recibe y repite las mismas cien cosas que ya sé, pero solo para contarle a mamá mi realidad. Esa que no se puede disimular.

—Entonces, la baja producción de nietos no es debido al estrés, sino a su genética. —repite María.

—Exacto. Gracias a mi padre, sé que ustedes también pasaron por un difícil proceso y él —me señala— fue el único resultado.

—Es cierto —respond mamá.

—En esta oportunidad,es más complicado y complejo, hay solo un 0.0000001% de que pueda ser padre. Sus bebés están muertos.

—Hijo, eres leche vencida andante.— resume con un intento de gracia, aunque noto su decepción.

No de mí, sino de esta situación.

—Algo así —respondo riendo falsamente, aunque lo disimulo bien.

Ella no debe preocuparse, ya que si esto no funciona en esta última revisión,entonces visitaré orfanatos.

Sin embargo, me dolerá no vivir el embarazo como tal. Los antojos de la madre contratada, los movimientos, las lindas pataditas, y demás.

— ¿Puedes hacerlo ahora?— cuestiona el médico seriamente mientras me enseña un tarro ya conocido, donde deberé dejar mi muestra seminal.

—Claro—asiento sabiendo que hoy no deberé preocuparme por nada, en ninguna de las dos empresas.

Salgo del consultorio del doctor Simons y camino hacia el área de masturBªci°n para enfocarme solo en eso. Entro a la habitación, donde hay un cómodo sillón de cuero negro, frente a una mesa con revistas de contenido adulto y una televisión con un amplio catálogo de videos se×ual€s. Quito mi blazer azul marino, al igual que mi corbata, desabrocho algunos botones de mi camisa y me siento en el sofá,con el control en la mano, hasta que alguien golpea la puerta.

Me debato entre abrir o no, pero finalmente lo hago, viendo a Megan sonriente. Su uniforme está desprendido en la parte superior enseñando sus pechos y la falda, se le ha subido apenas escondiendo su intimidad. Era inevitable no notar eso. Sin embargo, aunque su idea era seducirme o "entusiasmarme" con su cuerpo, no lo ha logrado. Ella no me parece atractiva.

—¿Qué sucede?— cuestiono.

—Pensé que necesitabas ayuda— responde pasando su lengua por sus labios y su mano por su escote para captar mi atención.

Y sí, lo hace, pero no como ella desea o cree. Es pelirroja, de ojos verdes y un cuerpo lindo. Aunque no me gusta, no es mi tipo.

La mujer que me atrae no está cerca de mí y es totalmente lo contrario a Megan.

La observo solo unos segundos, sonrío y coloco el cartel de "no molestar" en el picaporte para luego cerrarle la puerta en la cara, trancando con la llave que hay en la cerradura. No quiero que nadie me moleste y espero que eso le haya quedado claro a ella.

Vuelvo a acomodarme y tomo el control para buscar una mujer con su misma descripción, y sí sé que eso puede parecer enfermo, pero en mi última oportunidad de ser padre, quiero masturbªrm€ en nombre de mi secretaria, Isamar. Quiero obtener un resultado, ya sea positivo o negativo, que me recuerde que he hecho esto pensando en ella.

Quiero que su cara sea lo que imagine al derramar mis bendiciones en ese pequeño recipiente.

Lo consigo... Una de las actrices es parecida, pero tiene a dos hombres con ella y eso... Me llena de irá, porque sé que no es Isamar, pero pensar que dos tipos la hacen suya, me enfurece. Me llena de celos. Sé que tiene un pasado y que tal vez ya haya tenido relaciones, pero en este preciso momento la quiero sentir mía.

El teléfono suena en el blazer y lo busco, aún sin reproducir la película er°ticª; veo el nombre de mi secretaria y respondo de inmediato, sintiendo un tirón en mi pantalón.

Lo sé y mi cuerpo lo entiende, estoy a punto de trabajar para mi última revisión y pensaba hacerlo en su honor... Es como si lo presintiera, como si supiera que una película que no es de ella, jamás me ayudará a conseguir mi resultado favorable.

—Jefe...— su tierna y baja voz hace estragos. Me eriza la piel como si hubiese susurrado en mi oído, pero no a través de un celular, sino personalmente.

—Dime, Isa— respondo también en voz baja, mientras abro el botón de mi pantalón para liberar lo que ya se siente prisionero.

Lo tengo tan duro que duele y ya está llorando por la ausencia física de quién lo ha provocado sin saberlo.