Bailando Con El Peligro

No me tomó mucho tiempo llegar a la entrada principal. No hacía mucho que los padres de Laila había dejado la mansión, por lo que no tenía idea de qué podría estar sucediendo.

Mi corazón intenta salirse de mi pecho por más que intento convencerme de que ella estaba a salvo, pues no era alguien indefensa, sin embargo, no era ningún ser inmortal. La distancia entre la oficina y la entra principal se vuelve eterna, provocando que maldiga repetidas veces la magnitud de esta construcción.

Los gritos se escuchan finalmente a unos cuantos pasos de distancia, provocando que tanto Ethan como yo nos apresuremos aún más en llegar.

–Suéltenme!

Grita un chiquillo de unos 9 años, el cual está siendo sujetado por dos hombres de mi clan.

La situación me deja helado, pues no esperaba encontrarme a Laila cruzada de brazos frente a un mocoso gritón, bastante más elegante para mi gusto. Brais nos alcanza agitado por la carrera, pues tuvimos que dejarle atrás tan pronto le escuchamos solicitar mi presencia.

Ambos volteamos a verle enfadados. El susto había sido lo suficientemente grande como para hacernos de una alianza momentánea, cosa que no era de nuestro mayor agrado.

–Oye mocoso, ¿qué fue todo eso?

Suelta Ethan, enfadado con Brais. Él tan solo puede observarme agitado, pues era claro que no le habíamos permitido ni explicarse cuando ya le habíamos dejado atrás.

–¿Qué acaso no ves que estuvo intentando alcanzarnos para explicarse?

Le reprocho, enfadado con el trato hacia él. No iba a permitir que nadie tratara mal a este joven mientras yo esté convida. Ethan voltea a verme enfadado; sin embargo, toma aire y con su fría expresión se disculpa.

–Siento haberles alertado de esta forma – Se excusa Brais finalmente, abriéndose paso entre ambos – Pero ese niño no es alguien que deba estar aquí.

–Ningún niño debería estar en este lugar para empezar – Suelta Iker a unos cuantos pasos.

Volver a ver su rostro me trae el recuerdo del olor a sangre y óxido, sin embargo, su familiar sonrisa aplaca la sensación de vómito. Camino rápidamente hasta la Durga y la abrazo por la espalda, sorprendiendo a los presentes.

No solo necesitaba asegurarme de que ella estaba a salvo, necesitaba llenar por completo mi memoria olfativa con su olor. Aquella droga neutraliza cualquier inquietud que se produzca en mi mente con facilidad.

–¿Qué sucede?

Pregunta con dulzura, sujetando una de mis manos con la misma delicadeza. Aquella expresión provoca un revuelto de emociones en mi pecho. Ya las había sentido antes, la sensación de ser atraído por una fuerza inexplicable, aquello a lo que las personas suelen llamar estar pedidamente enamorado.

–Nada. Solo necesitaba saber que estabas a salvo.

Suelto, ignorando por completo a los presentes. Lastimosamente, para mí, ese mocoso intruso no parece leer la atmosfera pues suelta un chillido cuál animalillo.

–¿Quién es este? – Pregunto, acercándome y agachándome a su altura.

–Suélteme o le juro que las va a pagar muy caro.

Sentencia con confianza. Era bastante claro para mí que no tenía idea de a donde se había metido, pero conocía su propio poder.

–Creo que no tienes idea de donde estás metido, mocoso de los Nakamura.

Completo, levantándome tras haber observado el botón de esa familia. Para nuestra fortuna no se trataba de un clan poderoso, no obstante, la línea entre el poder y el debilitamiento era demasiado fina, algo que solo podía resolver la presencia de la Durga.

–No me digas que eres ese niñito.

Interviene Iker, acercándose rápidamente a nosotros. Su rostro se ilumina cada vez más, cosa que no me sorprende, pues dentro de ese clan existía uno de los hombres más fuertes de la mafia y este tonto era su mayor fan.

–¡Así que conoces a Raiko Yoshida!

Pregunta, sujetando las manos del menor, quien lo observa con asco momentáneo.

–Claro que le conozco, es el esposo de mi hermana.

Responde, retirando sus manos y dirigiendo su mirada hacia Laila, quien le sonríe con delicadeza, después de todo, se trataba de un niño de unos 9 años.

–¿Qué hace un miembro de los Nakamura en la residencia de los Miwra?

Interviene Ethan, acercándose a Laila. Claro, era un niño, pero en su sangre había dependencia pura de la mafia y su presencia podía significar problemas, algo que ese bastardo comprende a la perfección.

El aludido le observa en silencio con bastante confianza – No tengo idea, uno de los guardaespaldas me trajo a dar una vuelta cerca a esta propiedad y para cuando me di cuenta ya estaba perdido y ese inútil se había largado.

Su respuesta nos deja a todos en silencio. Esa no era una situación común; alguien había decidido lanzarnos a su miembro más débil y con un valor excepcional como carnada fresca.

Solo había dos razones para hacer algo tan sucio como eso. Una era el espionaje a través del niño y la segunda era armar una guerra de poder entre ambos clanes armando un escándalo como el secuestro a la línea sucesora de los Nakamura.

Medito la situación, encontrándola entretenida. Así que a esto se refería Aubrie Konan al resaltar la fragilidad de nuestro compromiso de esa forma.

Ahora que la Durga había tomado la cabeza de los Konan era una presa aún más codiciada, y tras observar mis métodos para hacerme a ese poder, han comenzado a mover sus fichas con desesperación.

Volteo para ver a Laila, quien está disfrutando esta situación al igual que yo, después de todo, no éramos personas fáciles de intimidar. Rápidamente, ordeno a Brais que lleve al joven Nakamura a una habitación cómoda mientras nos hacíamos cargo de la situación, a lo que obedientemente hace caso, guiándole adentro de la mansión.

Los hombres presentes se despiden con una reverencia y continúan con su turno de guardia, “ignorando” la situación a la expectativa de mis decisiones como nuevo jefe de los Miwra.

–Ese clan es bastante entretenido.

Se carcajea Laila, relajando a Ethan y arrancándole una sonrisa a Iker, quienes esperaban expectantes por nuestra decisión.

–Parece que no saben cómo aumentar su poder de una forma más astuta – Expreso, dejando escapar un suspiro. Finalmente, después de tanto tiempo podía disfrutar de su presencia.

–¿Cómo pretenden evitar una guerra entre clanes?

Pregunta Ethan, enfadado por nuestra actitud relajada.

–La información es un arma de doble filo y para nuestra buena suerte, tenemos el poder de manipularla. Siempre y cuando estas personas crean tener ventaja, podemos atacarles.

–Por el momento debemos estar preparados ante cualquier ataque. No han hecho todo este alboroto por nada.

Ordena Laila, dirigiéndose a los hombres que antes habían detenido al menor, dejándome a solas con Iker, pues su fiel perro guardián no perdía el tiempo.

–A ese hombre le gusta nuestra Durga, ¿no es así?

Pregunta, provocándome a sabiendas de que mi actitud hacia su guardaespaldas no había sido buena desde el comienzo, y aun peor, que no podía apartarlo tan fácilmente de su lado, pues como bien había dicho, ellos dos se tenían confianza.

–No le durará mucho tiempo – Contrarresto, centrando mi atención en Iker. – Te necesito.

Suelto de la nada, dejándole perplejo. Inmediatamente, se burla de mis palabras, pues hasta para mí fueron demasiado cursis. Esa risa estrepitosa que tanto le caracterizaba me transportan a una sensación nostálgica; el último atisbo de felicidad que tuve en mi adolescencia.

Dejo escapar mi risa a la par de Iker, golpeándole con el puño en el hombro en un intento de que parase.

–Déjate de estupideces – Le ordeno, intentando contenerme ante su pegajosa risa – En verdad necesito tu ayuda ahora mismo. Es algo de lo cual nadie se puede enterar.