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Enamorada En Las Venturas Del Magnate

Enamorada En Las Venturas Del Magnate

Status: En proceso
Genre:CEO / Aventura de una noche / Posesivo / Mafia / Maltrato Emocional / La mimada del jefe
Popularitas:644
Nilai: 5
nombre de autor: Damadeamores

Viajes, estafas, strippers. Carl Johnson solo conoce ese estilo de vida. Una ambición sin medida entre el brillo de los casinos y la adrenalina de golpes magistrales, desde el robo de diamantes hasta la infiltración en bóvedas de alta seguridad.

Eso es hasta que aparece una mujer de curvas tentadoras; pero de ojos que creen ciegamente en el amor. Una creencia tan pura que puede resultar peligrosa.

¿Cuánto tienes que matar y conocer para saber que el atraco más arriesgado y traicionero podría ser el de tu propio corazón?

OBRA ORIGINAL © Damadeamores
No es anime.

NovelToon tiene autorización de Damadeamores para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 2

La castaña, con el corazón desbocado y la adrenalina corriendo por sus venas, forsajeó con todas sus fuerzas para poder abrir la puerta.

Él se distrajo al verla. En ella, tener los cabellos enmarañados y desordenados era sinónimo de estar hermosa.

— Entonces... —la miró de reojo— ¿Cómo te llamas?

— ¡¿Te importa?! —le vociferó, torciendo su cuello como exorcista hasta cruzar la mirada con él— ¡No entiendo en qué estaba pensando al subir al auto contigo! ¡Estás ebrio!

— No lo estoy. —frunció el ceño a sus gestos alocados de la chica a su lado— Hazme una prueba, si quieres.

Ella lo escaneó con la mirada, desistiendo de abrir la puerta después de tantos intentos fallidos. El auto se detuvo en un semáforo, en luz roja. Era el único coche en aquellas cuatro esquinas.

Exhaló, volviendo a tomar el control de sus gestos y llevó su dedo índice en línea recta a él.

— Toca la punta.

Él lo hizo sin dudarlo, provocando sorpresa en los ojos avellanas de ella.

— No es posible... bebiste demasiado para estar tan lúcido.

La sonrisa se le escurrió al mulato por las comisuras de los labios y miró al frente, cabeceando. Volvió a acelar y ella se asustó, sintiendo la presión de su espalda contra el asiento.

— ¡EY! ¿QUÉ DIABLOS HACES?

— ¿Tan mal conduzco?

Pasó dos semáforos en rojo.

— ¡Estás demente!

El disgusto se le corrió a los nervios y se colocó el cinturón. Lo vio, él no lo llevaba puesto.

— ¡Baja la velocidad, por favor!

— ¿No te gustan las carreras?

— ¡No llevas cinturón!

— Me gusta ser libre.

— ¡Desacelera! —se aferró al asiento, su voz tembló en las últimas sílabas— ¡¿Quieres matarnos o qué?!

CJ sintió el miedo querer salirse por el pecho sofocado de la chica. Redució la velocidad, patidifuso. "No es como las otras", pensó.

— De acuerdo....

La vigiló en caso de que se desmayara. A ella le volvió la cólera a sus mejillas rojas.

— ¡MIRA AL FRENTE! —le volteó la cara.

El ademán de una sonrisa casi se le escapó, de no ser porque la sintió fulminándolo y decidió tragársela.

En el camino, lo único que marcó diferencia fue el descenso de la fatiga de ella. Se calmó, disfrutó del paisaje de Las Venturas iluminada hasta indicarle por donde vivía. Un barrio tranquilo, pequeño, de casas en planta baja.

Sin darle tiempo a quitarse el cinturón, él se bajó y corrió a abrirle la puerta.

Con timidez, aceptó su caballerosidad. Claro, tenía un precio, y era tener la oportunidad perfecta para acorralarla y rozar cada una de sus curvas.

Se sobresaltó, más no lo rechazó. La frialdad de la noche resecó sus labios.

— Mi nombre es Carl.

La voz ronca le dio confianza, una de sonreír de oreja a oreja cuando se apartó sin que ella se lo pidiera.

— Soy Abby.... —suspiró en alivio—. Creo que es hora de que entre.

Señaló la casa a las espaldas de él, quien le dejó paso libre.

Abby podía jurar que los ojos de él estaban brillosos. La luz de la luna, quizás. Eran realmente hermosos junto a sus rasgos físicos.

Él llevó una de sus manos a sus bolsillos, admirándola de igual forma. Estaba cayendo, solo faltaba un poco más de inocencia a mostrar. Sin prestarle atención a que ella se encaminó hacia la puerta sin mirar atrás; apachurró su rostro, mirando el cielo. Sabía que lo miraría.

La joven volteó, sintiendo el pesar en su conciencia. Maquinó que solo habían tenido un mal comienzo y se afligió al verlo de hombros bajos. Por alguna extraña razón, sintió empatía hacia él. Conocía a borrachos peores.

— Tienes dónde ir, ¿cierto?

Él la miró, ocultando su sonrisa bajo un rostro serio. Oh, espera, dejar caer los párpados en tristeza le daba más credibilidad.

— ¿Me vas a invitar?

— Solo quiero saber, ser amable contigo.

Sí tenía propiedades en las Venturas, de hecho, su suite principal no estaba muy lejos; pero cómo desperdiciar la oportunidad de llevársela a la cama de la forma más fácil posible. ¿Quién deja a un extraño quedarse en su casa? Solo los manipulables.

— No. —contestó— Soy de Los Santos, iré por la carretera de las afueras, es un camino largo, pero más tranquilo.

Ella miró a sus lados y vio su reloj. Eran casi las dos de la madrugada y tanto la carretera como la autopista eran peligrosas a esas horas. A sus oídos llegó que habían muchos asaltantes.

— Puedes quedarte e irte en la mañana.

Él no lo demoró tanto y cerró la puerta del auto, activando la alarma.

– Claro que sí.

Se acercó y ella lo detuvo con las manos a la altura de su abdomen.

— ¿No trajiste maletas ni nada?

Él mira a sus espaldas, rascándose la nuca.

— Es que... era un viaje de negocio. No pensé que se iba a demorar todo el día.

— Está bien.

Abrió y lo dejó entrar. La casa era linda. Tapizada de blanco, elegante. De buen gusto humilde. Aunque eso no importaba si la tenía a ella moviendo sus caderas delante de él. De un lado a otro, paso a paso. ¿Lo estaba provocando? ¿No era tan inocente como se mostraba?

— Dormirás ahí —le señaló la primera habitación, la de invitados.

— Bien.

Entró, la observó y miró al pasillo sin que ella se percatara. La habitación restante debía ser la suya.

Volvió a verla, estaba de espaldas a él; inclinada en el armario. El ángulo perfecto... su pose preferida.

Sacó unas sabanas del armario y lo dejó sobre la cama, viéndolo. Él disimuló estar apreciando el papel tapiz de las paredes.

— Si necesitas algo más....

Sí, a ella.

— Eso está bien —contestó, controlando sus ganas.

— Buenas noches, Carl.

— Hasta mañana, chica bonita.

Cerró la puerta en su cara y él quedó sentado en la cama. ¿No le había mandado señales? ¿Por qué no se le ofreció como las otras?

No parecía que iba a haber nada. Tampoco tenía planes de ir a por la fuerza, no era esa clase de hombre.

Se acostó, sin pensar más. Miró el techo, inquieto, hasta que la bebida dejó su última secuela y lo durmió.

A la mañana siguiente, antes de que cantara el gallo, la sonrisa dormida de Abby fue el amanecer del mulato. La castaña, centellada por la claridad colada por la ventana, sintió en su entrepierna algo duro. Algo que entraba y salía con lentitud, pero que se sentía muy bien.

Lo reconoció.

— ¡Carl! ¡¿Qué diablos haces?!

— Tenía ganas del mañanero...

Se mordió los labios, aferrándose a las caderas de ella. Ya había rasgado todas sus prendas.

— ¡No jodas conmigo!

Intentó levantarse, pero no pudo. Tampoco hizo mucha fuerza, el placer estaba bajando por su clitoris haciéndolo irresistible.

— ¿Cual es el problema? —lo sacó y lo tomó en sus manos, pasando la punta por todo su clitoris y labios, bien hidratados— Te gusta, no lo niegues.

Tocó su punto, una vez más, y ella no pudo evitarlo. Mojó sábanas. ¿Cómo negar que sí estaba soñando con él en el mismo acto? Lo que no sabía es que se volvería real tan pronto.

— Carl... —ladeó la cabeza, cerrando sus ojos ante el placer— no hagas eso.

Él se abalanzó sobre su cuerpo, mordiendo su cuello. Ella no sabía por donde tocarlo, por donde aferrarse a las tensiones de sus muslos y se decidió por las sábanas. Las agarró fuerte en lo que la cabecera golpeaba la pared con cada emboscada.

Lo vio y cerró sus ojos, mordió sus labios para no gritar hasta que él hizo varios movimientos de cintura que la hicieron gemir.

— ¿Te gusta, perra?

Lamió uno de sus pezones, lo único a lo que alcanzaba con la arqueada que le causó.

— No... —jadeó a mitad de una sonrisa— No me gusta...

Él sonrió, dando su último asalto hasta que ella se vino y, antes de venirse él, se alejó.

Se arrodilló al lado de la cabeza de Abby y le metió más de la punta en la boca. Ella lo obedeció como si de estar sedada se tratase. Le gustaba, mas no era lo adecuado. Era su cuerpo contra su mente.

Lo chupó. Carl se agarró de la cabecera y, en la primera oportunidad, lo metió todo hasta el fondo de su garganta.

Ella asqueó, pero supo controlar su lengua una vez el líquido se desató. Era grande y eso no le impidió saborear hasta la última gota.

No se lo había hecho a muchos hombres, solo a uno, su ex, y según lo que le decía, ella no era muy buena. Con eso en mente, dio lo mejor de sí y dejó al mulato sin fuerzas, tirado a su lado.

– Fueron involuntarios... —aclaró ella sin soltarse de las sábanas.

— No lo niegues más. —se acomodó, relajándose, y miró el techo— Estás atraída por mi.

— Te crees mucho, ¿no?

— Lo soy.

La chica soltó las sábanas, sitiendo el leve adormecimiento en sus dedos.

Carl se le quedó mirando, por fin había logrado su objetivo. Aunque no sentía que fuera suficiente.

Ella se levantó, cubriéndose con las telas color crema y apresuró el paso al baño, sin decirle nada más.

— No necesitas cubrirte, digo... ya lo vi.

— No soy una puta, Carl.

La puerta del baño se cerró. Él se acercó, dudoso. La voz de ella se escuchó quebrada.

— ¿Todo bien?

Tardó, pero contestó, aclarando su voz.

 — Sí, bien.

CJ escuchó la ducha abrirse y comprobó la cerradura, estaba con llave. ¡Cómo no adivinarlo!

De todos modos, se fue a su habitación dando el bailecito de victoria. Al llegar, vio que también tenía baño y entró. Sonrió cuando cayó en cuenta que era el mismo para ambas habitaciones.

Abrió la cortina. Ella lo sintió, tensó sus hombros y aguantó la respiración. Volteó, cubriendo sus pechos.

Él se arrimó, formando parte de la cortina de agua.

— ¿Qué acaba de pasar?

Abby rompió el silencio. Él se acercó a su rostro, mirándola a los ojos. Era hermosa, de pestañas largas y onduladas, ojos rasgados, iris color avellana y unos labios carnosos que componían perfecto su belleza de rostro redondo.

— Bañarse juntos no es de desconocidos.

Volvió a decir y él echó garra al jabón rosa que había en la esquina, junto con otros pomos de shampoo.

— No somos desconocidos. Eres Abby.

Se empezó a enjabonar, viondola entre los chorros de agua fino. Ella no pudo evitar su sensual mirada.

— Sabes bien a lo que me refiero.

— Solo estoy ahorrando agua y tiempo. —le cedió el jabón, ella lo aceptó, pasándolo por sus hombros— Colaboro con el medio ambiente.

El mulato se enjuagó primero, pasando las manos por sus rizos. Ella se le quedó viendo de lejos. Su cuerpo. Su abdomen bien marcado. El ancho de sus hombros y trapecios. Tenía brazos enormes. Se sorprendió al verlo tan parejo de musculatura.

Por curiosa, llevó sus dedos a la V de él. Disfrutó el hecho de exaltarlo, sin mirarlo; a pesar de saber que él sí lo hacia.

Algo la marcó y es que en ningún momento le dio un beso, ni uno solo. Lo miró, miró sus labios. Tenía un rostro bien perfilado, bien cuidado.

Sus dedos subieron a la mandíbula de él, a sus mejillas. Se atrevió a verlo y se alegró porque no la alejó, al contrario. Pudo sentir una de sus manos rozando sus caderas.

Se paró de puntillas, casi para besarlo, cuando un teléfono comenzó a sonar. Ella se sobresaltó, alejándose. Él tensó la mandíbula y se envolvió en una toalla. Salió del baño, dándole el perfecto desfile desde la más chica de la espalda hasta la caída natural de sus hombros y trapecios a la mujer asomada tras la cortina.

— ¿Sí?

Contestó y ella lo escuchó. Salió del baño, entrando a la habitación de huéspedes en camisón, dejando el rastro de agua con sus cabellos húmedos.

Él la miró, casi exhalando por la boca, sin dejar de escuchar la voz de César del otro lado de la línea.

— Carl, tenemos información que un mensajero de San Fierro viene cargado de dinero al banco. Es en menos de treinta mimutos. ¿Vas a traer tu trasero aquí?

CJ cerró su boca y Abby siguió para su habitación.

— Voy en camino. —dejó dicho y colgó.

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