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EN OTRO TIEMPO

EN OTRO TIEMPO

Status: En proceso
Genre:Romance / La Vida Después del Adiós / Reencuentro / Cambio de Imagen / Viaje a un mundo de fantasía / Mundo de fantasía
Popularitas:870
Nilai: 5
nombre de autor: Cecilia Ruiz Diaz

Cinco años después de la desaparición de su hermana Valentina, Anastasia se obsesiona en su búsqueda, sin descansar, ignorando todo lo que los demás decían, así llega hasta sumergirse en un viaje más allá de la realidad y lo imposible

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Capitulo 5: "EL REENCUENTRO"

Anastasia trataba de abrir los ojos, pero sus párpados le pesaban. Cuando lo logró, no podía razonar bien. Vio que junto a ella había una ventana con las persianas cerradas… ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?

—¿Dormiste bien? —preguntó una voz a su lado.

Giró la cabeza, aún se sentía aturdida. Ahí vio a su hermana, sentada en una mesita ratonera, tomándole la mano. Se dio cuenta de que estaba recostada en un sofá.

—¿Val?... Val, tuve un extraño sueño... habías desaparecido y yo viajaba a los años 80 para buscarte... —dijo, pero se percató de que el peinado de su hermana era diferente. Ya no lo llevaba largo y liso.

Aunque aún era rubia, ahora su cabello era corto y abultado, con un broche color flúor en un lateral, aros haciendo juego, una chaqueta de jeans y una blusa con líneas del mismo color que el broche y los pendientes.

—Tengo que explicarte... —empezó Valentina, pero Ana quiso cerrar nuevamente los ojos.

—No, no. Abrí los ojos… abrí... —dijo, dándole pequeños golpecitos en la cara.

—No puedo creer que… que realmente viajé... No entiendo qué pasó —respondió Ana, confundida—. Ayudame a enderezarme...

Y su hermana la ayudó a sentarse en el sofá. Se quedaron viendo por un momento, pero se volcaron en un abrazo largo y emotivo.

—Te busqué tanto... —dijo Ana con la voz quebrada.

—Me sentí tan sola… Te extrañé tanto, pequeña... —respondió Val.

—Pero, no entiendo… ¿Cómo llegaste acá? ¿Qué pasó? —preguntó Ana, alejándola un poco para mirarla a la cara.

—Te voy a contar todo… pero mientras tomamos un café, ¿querés? —respondió Val, y Ana asintió—. ¿Te ayudo a levantarte así nos sentamos a la mesa?

Unos minutos después, ambas estaban sentadas a la mesa, ubicada en la cocina, muy pegada a la mesada y a poca distancia del sofá donde Ana había estado recostada. Dio un vistazo corto a su alrededor, pero no había mucho por recorrer.

Su hermana se sentó con el café y la miró. Ana le tomó la mano.

—Contame, ¿qué pasó? ¿Cómo llegaste acá? —preguntó.

—Es una larga historia… —respondió Val.

—Creo que tenemos tiempo… ¿verdad?

—Está bien...

—¿Qué tiene que ver Rogelio? —preguntó, y su hermana la miró desorbitada.

—¿Cómo sabés que Rogelio tiene algo que ver?

—Encontré un cuaderno suyo entre tus cosas y… no importa. Solo contame qué pasó —insistió Ana.

—Bueno... ese día fui a buscarlo para almorzar. ¿Recordás que te dije?

—Entonces sí llegaste... —respondió Ana.

—Claro que sí.

—Pero Rogelio me dijo que nunca llegaste.

—Sí que lo hice. Lo fui a buscar a su laboratorio —afirmó su hermana.

—Maldito mentiroso... —murmuró Anastasia.

—Él se encontraba algo ansioso, excitado —en el buen sentido—. Yo no entendía, pero se avecinaba una tormenta eléctrica y quería subir al techo del edificio a hacer algo... no sé qué...

—Quería capturar un rayo... —la interrumpió Ana.

—Tiene sentido, porque subimos al techo con muchas cosas. La tormenta estaba sobre nosotros. Yo recuerdo que estaba asustada e insistía en regresar, pero Rogelio se negaba. Entonces fue cuando... —Val se detuvo.

—¿Cuándo? —preguntó Anastasia.

—Cuando me hizo tomar algo parecido a una vara de metal… Me dijo que la levantara mientras él miraba su computadora. De repente, vi una luz estridente y desperté desmayada en un hospital.

—Todo fue su culpa... Aunque hay algo que no entiendo… Yo desperté en California, en 1987, porque ahí me encontraba cuando me chocó el rayo. Pero vos…

—Sí, te cuento. Desperté en un hospital, en 1982. No entendía nada, no conocía a nadie. Ahí me atendieron, decían que había perdido la memoria, pero yo sabía que no era así. Traté de amoldarme y conocí al hermano de mi doctor. Estaba separado y se mudó aquí con su madre, así que vine con él —explicó Val—. Es ingeniero.

—Nunca un carpintero o un albañil, vos… —bromeó Anastasia—. Todavía no razono bien, pero creo que voy entendiendo. ¿Vivís acá sola?

—Sí. Él vive con su mamá. Se llama Esteban… vamos a ver cómo le explico esto… —comentó su hermana.

—¿Por qué?

—Por nada...

—Entonces trabajás, ¿verdad?

—Soy diseñadora. Ahora me contrataron para el vestuario de una película de vaqueros. Como que está de moda.

—Ah, creí que estaban más de moda las peleas de karate, ya sabés, por Karate Kid.

—Y los viajes en el tiempo —respondió su hermana—. Volver al futuro...

Ambas se miraron.

—Algo imposible en la vida real... —bromeó Anastasia, y ambas rieron.

—También hubo un rayo de por medio —continuaron riendo, hasta que se relajaron. De verdad necesitaban descargar energías.

Cuando terminaron de reír, Valentina la miró con ternura y apoyó dulcemente la mano en la mejilla de su hermana.

—¿Y vos? ¿Qué pasó en estos años? —preguntó.

Anastasia suspiró y cambió su semblante. Tomó la mano de Valentina y procedió a hablar.

—Soy una de las mentes más jóvenes y brillantes que existen —respondió, y su hermana comenzó a reír nuevamente. Al ver que Ana no lo hacía, se puso seria.

—¿De verdad?

—Cuando desapareciste y encontré el cuaderno de Rogelio entre tus cosas, me obsesioné con encontrarte... Me interioricé en el tema de física cuántica, así fue muy fácil entrar a la universidad. En este momento, con 21 años, soy una física reconocida —dijo con firmeza.

Valentina quedó sin habla, pálida, evidentemente muy afectada. Anastasia no sabía qué pensar.

—Ayudada por Gusty y Matilde. Ellos me apoyaron en todo —continuó, y su hermana sonrió.

—Qué lindo que sigas unida a ellos... —respondió Val, tomando su mano otra vez.

Anastasia la miró seria.

—¡Soy una terrible amiga! —exclamó Ana, angustiada, apoyando sus manos sobre la mesa y, sobre ellas, la cabeza.

—¿Pero por qué decís eso? —preguntó Val, acariciándole el cabello.

—Ellos abandonaron sus vidas por mí... —dijo llorando.

—Pero esa fue su decisión… porque te quieren —la consoló su hermana.

—Pero antes de… de lo del rayo, me enojé porque Gusty quería comenzar a estudiar diseño. Él te admira mucho...

—Bueno... quizás puedas pedirle disculpas...

—¿Cuándo? Si estoy acá...

—Debe de haber una manera de regresar... ¿No decís que sos una de las mentes más brillantes que existen? —preguntó Val, y Ana asintió—. Vas a encontrar la manera de regresar...

—¿Regresarás conmigo? —preguntó, pero Val no respondió—. ¿Val?

Se quedaron viendo un segundo en silencio.

—Ani, yo... —quiso decir Val, sin soltarle las manos a su hermana.

En ese momento, la puerta se abrió. Un hombre de unos treinta y tantos, quizás cuarenta, las miró desde el umbral.

—¿Hola? —preguntó con una voz entre curiosa y cautelosa.

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