El Doctor Nerd, pero Genio

Endah se daba cuenta perfectamente de que Rendra era reacio a aceptar su oferta. A decir verdad, llevar la etiqueta de ser una trabajadora sexual no era algo fácil para ella.

—¿Seguramente dudas en ser mi amigo, verdad? Porque soy una trabajadora sexual. Claramente mi estatus está muy por debajo del tuyo, que pronto serás médico —concluyó Endah. Bajó las manos con rostro decepcionado.

—No es eso, señorita. Solo que no estoy acostumbrado a socializar. Hasta ahora ni siquiera tengo amigos —Rendra habló de inmediato.

—Por eso quiero ayudarte. Sinceramente, eres inteligente, ¡pero tu actitud es como la de un perdedor! —dijo Endah con franqueza.

—¿Per-perdedor? —Rendra no podía creer que Endah lo llamara perdedor.

—Sí. Solo con ver tu apariencia puedo juzgar. Más aún sabiendo lo superfría y torpe que es tu actitud —replicó Endah.

—¡Cierto! Estoy de acuerdo en que es así de grave —llegó Vanya, y se unió de inmediato a Rendra y Endah en la mesa del comedor.

Rendra frunció el ceño. Él respondió:

—Antes de burlarse de la gente, ¿no deberían mirarse primero en el espejo?

De repente, Vanya y Endah se quedaron calladas. Por supuesto, sabían a dónde apuntaban las palabras de Rendra.

—¡Sí, lo sabemos! Somos muy despreciables a tus ojos, ¿verdad? —dijo Vanya mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.

—Así somos, Ren. Pero, ¿acaso personas como nosotras no merecen ser tus amigas? ¿Es eso? —respondió Endah.

—Por supuesto que pueden. Ya les dije que no soy bueno socializando —respondió Rendra. Como alguien que frecuentaba burdeles, él ciertamente conocía el otro lado de las trabajadoras sexuales.

Endah y Vanya rieron entre dientes intercambiando miradas. Ambas estaban ocupadas disfrutando los fideos hechos por Rendra.

—Ya no tienes que preocuparte. Ahora tienes amigas. Si tienes algún problema, puedes contárnoslo —dijo Endah.

Rendra sonrió con amargura mientras asentía. Todavía se sentía dudoso, porque era reacio incluso a contarle sus quejas a su madre, mucho menos a Endah y Vanya, que todavía se sentían como extrañas.

Después de terminar los fideos, Rendra tomó la iniciativa de recoger los platos sucios para lavarlos. Pero Endah rápidamente le quitó los platos sucios a Rendra.

—Ya cocinaste para nosotras. Deja que yo lave los platos —dijo Endah mientras se dirigía al fregadero.

—Entonces, voy a mi cuarto —dijo Rendra.

—¡Ve! Estoy segura de que debes estar cansado por la desgracia que acaba de ocurrir —respondió Vanya. Hablaba mientras estaba ocupada con su teléfono.

—¡Descansa! —dijo Endah.

Rendra entonces salió de la cocina. Caminó hacia su habitación. Pero los pasos de Rendra se detuvieron cuando sus oídos escucharon gemidos en la habitación por la que pasaba.

A Rendra se le puso la piel de gallina en un instante. Por supuesto, podía adivinar lo que estaba sucediendo en esa habitación, recordando que ahora estaba en un burdel.

La habitación, que ahora era ruidosa con gemidos, tenía escrito el número 12. Por lo que Rendra sabía, su ocupante era una mujer llamada Lilly.

Esos gemidos sonaban tan sensuales y muy tentadores, hasta el punto de que Rendra, inconscientemente, se quedó inmóvil escuchando.

—¡Basta! ¡No escuches! Luego te darán ganas otra vez —lo reprendió Vanya, que de repente estaba a su lado. La aparición de la mujer sobresaltó tanto a Rendra que se llevó la mano al pecho.

—Señorita Vanya, qué susto me ha dado —protestó Rendra.

Vanya sonrió con picardía.

—¿No tienes curiosidad por lo que pasa ahí dentro? —lo provocó. Lentamente, Vanya se apretó contra Rendra. Levantó las cejas dos veces.