La Cuarentona Divorciada Y El Arrogante CEO

Francesco y Alessandra llegan rápidamente al colegio; él se imagina que Alessia puede ser la amiga de su hijo, doble motivo para solucionar este problema.

Bajan del auto casi al segundo de que estacionan y van directo a la oficina del director.

Alessandra ni siquiera se acerca a la secretaria; simplemente entra a la oficina del director. Su hija está abrazada a Franco y, al verla, corre a abrazarla.

“Mamita, yo no hice nada, no sé qué está sucediendo”. Alessandra trata de calmar a Alessia mientras Francesco saluda a su hijo con la mirada y se acerca al director.

“¿Qué está ocurriendo aquí y cuál es el motivo de expulsión?”, pregunta con una voz casi de ultratumba Francesco; detesta ver a Alessia así y a Alessandra preocupada.

“Lo siento, señor Barbieri, pero este asunto no le compete a usted”, dice, reconsiderando meter a Franco en el problema de Alessia.

“Se equivoca, director, la señora Alessandra es mi prometida, eso convierte a Alessia en mi problema. Ahora lo escucho”. El director tiembla. Francesco Barbieri da tres veces más miedo que Roberto Fiorucci. La familia Barbieri es casi la suela de Milán y por eso no piensa echarse a esa familia encima.

“Llegaron a mis oídos rumores de que la menor se está viendo con un joven de preparatoria; eso es una falta de respeto a nuestra institución”. Francesco le levanta una ceja.

“Usted está expulsando y humillando a una niña por un rumor, no haga que vuelva esta institución polvo, señor director”.

“El único joven con quien se le ha visto es conmigo porque la protejo. Ella ha venido a quejarse sobre el acoso de su hermana y su grupo y usted no ha hecho nada”. Franco habla erguido y molesto; padre e hijo son una misma estampa.

“Mamá, yo no he hecho nada malo, lo prometo”. Alessandra la abraza.

“Lo sé, bebé, tú no eres así. Espérame afuera un momento, ¿sí?” La niña asiente y sale y Franco se va detrás de ella...

En la oficina solo quedan Francesco, Alessandra y el director.

“Escúcheme bien, no voy a permitir que le dé a mi hija por capricho de quién sabe quién, esto es un atropello, mi hija es una niña, por Dios”. Francesco toma la mano de Alessandra para calmarla.

“Quiere a Alessia fuera de este plantel, pues perfecto, ni ella ni mi hijo estarán en un lugar como este y le aseguro que no serán los únicos en irse”. El director se pone nervioso.

“Señor Barbieri, esto al parecer ha sido un malentendido, se puede arreglar”, dice el hombre mayor.

“¿Y la humillación de la niña, qué? Me llevaré a mis hijos de aquí ahora mismo y usted limpie muy bien sus nombres o le juro que cuando termine, para usted limpiará baños en otro país”

Francesco está muy molesto.

La puerta se abre de repente y detrás entra la secretaria; no pudo detener a Roberto.

“¿Ya hiciste lo que te pedí?” La cara de Alessandra se gira hacia su ex y, sin pensar, se le va encima cuando se da cuenta de quién está detrás de todo esto y le pega una cachetada dejándolo frío.

“Métete conmigo todo lo que quieras, me corriste del club, me cerraste puertas de trabajo, has hecho que la gente deje de hablarme y no me importa, pero no te metas con mis hijos, desgraciado”. Francesco la toma de la mano y la coloca en su espalda para enfrentarse a una batalla de miradas con Roberto.

“Estás loca, ¿por qué me golpeas?” Francesco le regala una mirada de muerte.

“Un solo insulto más para mi mujer y te parto la cara”. La tensión se puede cortar con un cuchillo de lo densa que está la situación.

“No me amaneces, no te permito”, comienza Roberto, pero es interrumpido.

“El que no te permite que te metas con Alessandra y los suyos soy yo, ahora son míos y no los tocas mientras yo esté aquí”. Lo empuja haciéndolo perder el equilibrio y toma la mano de Alessandra para salir, pero antes observa al director.

“Me llevo a mis hijos, pero usted deseará no haberlos conocido nunca”. Salen de la oficina y buscan a sus hijos; no están donde los dejaron, salen al patio y allí están. Alessia tiene la cabeza recostada en el hombro de Franco; ellos se acercan y ella abraza a su madre.

“Mami, me expulsarán”, pregunta la pequeña y Francesco responde por ella.

“Sí, pequeña, ambos dejarán este lugar de corrupción e irán a una institución mejor, no te preocupes”. Ella sonríe y lo abraza justo en el momento en que Roberto sale y los ve. Ver a su hija y a su mujer con otro le hierve la sangre en su cabeza; aún son de él, pero están lejos de serlo. Él mismo provocó todo.

Los cuatro se retiran del colegio; necesitan respirar un momento, sobre todo Alessia, que no puede creer lo que pasó. Ella escuchó lo que dijo su padre y aún no le cabe en la cabeza que fuese capaz de hacerle eso a ella, su propia hija.

“¿Te sientes bien, bebé?” Alessia niega con su cabeza cuando su madre le pregunta.

"No, mamá, ¿por qué no me dijiste todo lo que papá te ha hecho?" Alessandra abre sus ojos con sorpresa.

“No es nada, bebé, sí, salimos adelante; él solo está molesto”, dice sonriendo Alessandra.

“Deja de tratarme como una niña y comienza a decirme las cosas”. Ella le alborota el cabello.

“Eres una niña, amor, solo debes estar tranquila. Ahora vamos a casa”. Alessandra observa a Franco; va en la parte de adelante con Francesco...

“Franco, así que conoces a mi hija, bueno, eso es algo muy bueno”. Alessia frunce el ceño.

“Lo conoces”, Alessandra se ríe.

“Franco es hijo de Francesco, Alessia”. Ella se sorprende.

“Tú... Ustedes... Qué día de locos”. Franco asiente sonriendo.

“Ahora podré ver más seguido a mi angelito”, dice el joven.

“Era ella, mi bebé, es tu amiga. Bueno, me alegro de que se lleven bien. Ahora tienes a dos hombres que te ayudarán mucho, Luca y Franco”, dice Alessia y Francesco replica.

“Tres, ahora tiene a tres hombres que la cuiden”. Alessandra lo mira por el espejo retrovisor.

"Sí, cariño, son tres ahora.