Matrimonio de conveniencia: Engañarme durante tres meses
Aitana Reyes creyó que el amor de su vida sería su refugio, pero terminó siendo su tormenta. Casada con Ezra Montiel, un empresario millonario y emocionalmente ausente, su matrimonio no fue más que un contrato frío, sellado por intereses familiares y promesas rotas. Durante tres largos meses, Aitana vivió entre desprecios, infidelidades y silencios que gritaban más que cualquier palabra.
Ahora, el juego ha cambiado. Aitana no está dispuesta a seguir siendo la víctima. Con un vestido rojo, una mirada desafiante y una nueva fuerza en el corazón, se enfrenta a su esposo, a su amante, y a todo aquel que se atreva a subestimarla. Entre la humillación, el deseo, la venganza y un pasado que regresa con nombre propio —Elías—, comienza una guerra emocional donde cada movimiento puede destruir... o liberar.
NovelToon tiene autorización de Santiago López P para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 4 – Parte 1: El beso fingido, el deseo real
Capítulo 4 – Parte 1: El beso fingido, el deseo real
La luna colgaba alta, como una testigo muda de todo lo que no se decía dentro de la mansión Montiel. Los candelabros resplandecían con discreta elegancia, lanzando reflejos dorados sobre los cristales de las copas aún a medio llenar. Pero el vino ya no sabía a celebración. Tenía el gusto metálico de la rabia, del miedo… del desamor.
Aitana Reyes regresó con paso firme al comedor. Su vestido rojo se ceñía a sus curvas con una sensualidad inesperada, contrastando con la frialdad en su mirada. Don Armando Montiel hablaba animadamente con su esposa, y no notó el leve temblor en la copa de vino que sostenía su nuera. La señora Montiel sí. Pero no dijo nada.
Ezra Montiel, desde la otra punta del salón, la observaba como si fuera una desconocida. Había algo en Aitana que se le escapaba. Un brillo en los ojos, un filo nuevo en su voz, como si ya no le temiera. Como si pudiera devorarlo con una sola palabra.
Fue entonces cuando lo hizo.
Aitana se acercó a Ezra con paso lento, delicado, mientras todos conversaban. Colocó una mano suave sobre el pecho de su esposo. Él frunció el ceño.
—¿Qué haces? —susurró él con tono bajo, molesto.
—Lo que tú deberías hacer desde hace tiempo —respondió Aitana, y sin darle opción, lo besó.
Fue un beso directo, decidido. De labios cerrados al principio. Solo una escena. Una máscara para el público. Pero Ezra no esperaba lo que vino después: la lengua cálida de Aitana abriéndose paso en su boca.
Por un segundo, uno solo, él sintió el fuego que alguna vez creyó extinguido. Por un segundo, deseó responder.
Pero no lo hizo. Porque el control aún era más fuerte que el deseo. O eso pensaba.
—Estos jóvenes… dejen la pasión para la noche —bromeó la señora Montiel al verlos, rompiendo el momento con una carcajada cómplice.
Aitana se separó de Ezra y bajó la mirada, avergonzada. No por el beso, sino por la debilidad que sintió en su pecho cuando lo hizo. Ezra seguía en silencio, confundido, como si no supiera si había sido manipulado… o tentado.
La señora Montiel se levantó y tomó su copa.
—Voy a dejar que resuelvan… lo que sea que estén resolviendo —dijo con tono casual y un guiño a Aitana—. Me llevo esto al estudio. Ustedes, disfruten su matrimonio.
Se marchó con elegancia, dejándolos solos.
—¿Lo que me haces hacer? —bufó Ezra en voz baja, con ese sarcasmo frío que tanto odiaba Aitana—. Necesito que te comportes.
Aitana levantó el rostro, ofendida.
—¡No me hables así!
Y sin esperar su respuesta, se giró y se alejó hacia donde estaban sus suegros.
Ezra la observó irse con la frustración en la garganta. El sabor del beso aún ardía en su boca. Un beso que, supuestamente, era solo una actuación.
Pero había algo en ese contacto que lo había hecho dudar.
¿Y si el deseo aún estaba ahí?
¿Y si lo fingido había sido él… todo este tiempo?