Camilo Quintero es un hombre arrogante, que no tiene reparos en hacer sentir mal a los demás. No cree en el amor y se niega rotundamente a casarse. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando su abuelo lo destituye del cargo de CEO, le quita todas las tarjetas de crédito, su dinero y le da un año para que consiga un trabajo digno y cambie su forma de ser.
En medio de su nueva realidad, Camilo conoce a Lucía Fernández, una joven humilde, sencilla y amorosa, todo lo contrario a él. Por circunstancias del destino, terminan conviviendo juntos y, poco a poco, se enamoran. Sin embargo, la familia de Lucía no lo acepta, convencida de que su hija merece a alguien mejor y no a un “bueno para nada” como Camilo.
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CAPITULO 10
A la mañana siguiente, el sol apenas se asomaba por las cortinas remendadas del cuarto de Lucía. Los pájaros cantaban con ese entusiasmo exagerado de los que no saben lo que es tener una abuela que grita de madrugada por un pastel perdido y una moral traicionada.
Lucía se revolvía en la cama, deseando que la noche anterior hubiera sido solo un sueño. Pero al abrir los ojos y ver el pequeño plato con restos de pastel en su mesita de noche, suspiró.
—Definitivamente, fue real...
Tocaron la puerta con tres golpecitos suaves.
—¡Lucía! —La voz cantarina y teatral de Angie la sobresaltó—. ¡Traigo té de boldo y noticias matrimoniales!
Lucía se tapó con la almohada.
—Abuela, son las siete de la mañana , es domingo y mi día de descanso. ¡Déjame dormir!
—¡Dormir es para los que no han sido sorprendidos besuqueándose en la cocina con un galán de poca fe! —Angie empujó la puerta y entró sin pedir permiso, como buena abuela metiche—. ¡Y además, traigo un rosario bendito por el padre Clemente y una lista de requisitos para una boda decente!
Lucía se sentó, despeinada y con cara de asombro y como si fuera a ir a la guerra.
—¿Tú hablaste con el padre Clemente?
—¡Claro que sí! —respondió orgullosa—. Le dije que era urgente, que mi nieta había sido seducida por un hombre de ojos encantadores pero con intenciones dudosas. Me dijo que nos recibiría hoy a las seis de la tarde.
—¡¿Hoy?! —Lucía gritó—. ¡Abuela, yo no me voy a casar hoy! ¡Ni siquiera me ha pedido matrimonio!
—¿Ah, no? —Angie alzó una ceja—. Entonces, supongo que el anillo que encontré en el bolsillo de Camilo cuando me tropecé “accidentalmente” con su chaqueta es solo un accesorio de feria…
Lucía se quedó helada.
—¿Camilo tiene un anillo?
Angie sonrió con complicidad.
—Tiene uno, sí. Y no es feo, es bonito pero. No es elegante. Barato, sí es. Pero tiene su encanto señorita así que a levantarse.
Lucía no supo qué decir. ¿Era cierto? ¿Camilo pensaba proponerle matrimonio?
Camilo, mientras tanto, estaba en la cocina otra vez, revolviendo café con más nervios que azúcar. Le temblaban las manos. No solo por lo de anoche, sino porque Angie, con una mirada fulminante y una amenaza de bastonazo, ya le había advertido que ese día “o se arrodillaba o rodaba”.
—Tengo que hacerlo bien —se dijo a sí mismo—. Nada de improvisar , Camilo esto es muy importante, nada de... ¡Ay, rayos, se me quema la leche!
En medio de su caos personal, apareció Lucía, vestida con una blusa blanca y jeans ajustados. Simple, pero se veía preciosa como siempre. Camilo se quedó mudo al verla.
—¿Ibas a pedirme matrimonio y no me lo dijiste? —preguntó directo al grano, cruzándose de brazos.
Camilo tragó saliva.
—Iba a hacerlo... pero no exactamente después de que tu abuela me llamara pecador de microondas.
Lucía se mordió el labio, intentando no reír.
—¿Y entonces?
Camilo se acercó, esta vez más serio, más decidido. Sacó el pequeño anillo que Angie le había quitado y luego lo dejó encima de la mesa, convenientemente visible para la vista de ella.
—Lucía, no planeé enamorarme de ti en esta pensión con goteras, puertas que chirrían y una abuela que espía detrás de las puertas y cortinas. Pero aquí estamos al final tú y yo , a pesar del caos, de los gritos y los pasteles desaparecidos... te amo.
Lucía sintió cómo el corazón le latía fuerte, muy fuerte.
—¿Y eso es una propuesta? —susurró.
—No aún —dijo él, y se arrodilló—. Ahora sí: ¿Quieres casarte conmigo y comer pastel robado por las noches y por el resto de nuestras vidas?
Lucía se tapó la boca con ambas manos. Sus ojos brillaban de felicidad , no se imagino enamorarse de un hombre como Camilo tierno, especial pero todo alrededor de él , grita caos completo.
—Sí —susurró primero Lucia—. ¡Sí! ¡Aunque mi abuela nos case con una escoba y a la fuerza!
Justo en ese momento, desde el pasillo se oyó:
—¡Oigan! ¿Ya se arrodilló ese pecador? ¿Aceptó Lucia mi nieta casarse con el inútil ? ¿Puedo sacar las copas de vidrio que me regaló Doña Margarita en 1973?
Lucía rió a carcajadas mientras abrazaba a Camilo.
Camilo acarició con ternura la mejilla de Lucía, sus dedos recorrieron su piel como si fuese de seda. La miró con esa intensidad que siempre lograba desarmarla, esa mirada que le hablaba más que mil palabras.
—Eres tan hermosa por dentro y por fuera, Lucía… —susurró con una sonrisa que derretía el corazón de ella —. Y a partir de esta tarde, serás mi princesa y mi esposa. Te prometo hacerte la mujer más feliz de este mundo. Llenarte de amor cada día… hasta cuando te enojes y no me hables.
Lucía soltó una risita emocionada, con los ojos llenos de lágrimas contenidas. Se acercó lentamente y unió sus labios a los de él con dulzura.
—Te amo, Camilo —murmuró entre caricias.
—Yo te amo también —respondió él en medio del beso, respirando el mismo aire, el mismo amor que Lucia le brindaba lleno de sinceridad.
Se separaron apenas por la falta de oxígeno, aún con los ojos cerrados, como si no quisieran que ese momento se terminara. Luego se miraron con ternura y Camilo la abrazó, apretándola contra su pecho como si quisiera memorizar el latido de su corazón.
Así se quedaron por un rato en medio de la cocina, con el aroma del café aún en el aire y la luz del sol colándose por la ventana.
—Lucía —dijo él rompiendo el silencio con voz suave—, voy a invitar a un amigo a nuestra boda… Es un poco… especial, pero te prometo que es buena gente. Solo que… bueno, habla con si fuera un loro y canta rancheras cuando se pone nervioso.
—¿Qué? ¿habla como un loro? —preguntó Lucía soltando una carcajada.
—Sí…Él se llama Octavio, pero todos le dicen "Tavo, el loro".
Lucía se llevó una mano a la boca para contener la risa, pero no lo logró.
—Esto va a ser muy bueno… —dijo entre carcajadas.
—Voy a salir un rato —continuó Camilo—, y nos vemos en la pequeña iglesia del barrio más tarde, ¿sí?
—Nos vemos en la iglesia, mi amor —respondió Lucía, dándole un beso casto en los labios, aunque sus ojos aún brillaban de risa por lo de su amigo.
En ese momento, como si el destino supiera que todo iba demasiado perfecto, entró Angie a la cocina con una bata de baño, una toalla enredada en la cabeza como un turbante, y una mascarilla verde en la cara.
—¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?! —gritó teatralmente— ¿Acaso este es el episodio final de una telenovela y nadie me avisó?
Camilo alzó las cejas, sorprendido.
—Abuela, por favor… —dijo Lucía riendo—. Estamos teniendo un momento romántico.
—¿Romántico? ¡Y yo aquí parezco Shrek en versión spa! ¿No podían avisar que iban a grabar la escena del beso épico?
Camilo se echó a reír.
—Hanna, esta invitada a la boda también, pero mi querida abuela trata de llegar sin mascarilla, por favor.
—¿Qué? ¿Y ahora también me van a poner condiciones? ¡Esto es discriminación estética! —dijo Angie cruzándose de brazos, aunque una sonrisa asomaba bajo la mascarilla.
Lucía la abrazó, aún entre risas.
—Te quiero así, con o sin mascarilla.
—Y yo los quiero a ustedes, aunque estén derritiéndose como bombones —dijo Angie, tomando una manzana de la mesa—. Pero me voy antes de que se besen de nuevo, porque me da diabetes ver tanto amor.
Camilo y Lucía se rieron a carcajadas mientras Angie se iba de la cocina con paso exagerado, moviendo la bata como si fuera una capa de superhéroe.
Cuando todo se calmó, Camilo volvió a mirar a Lucía con ternura, le dio un último beso en la mejilla y salió por la puerta.
—Nos vemos en el altar, princesa —dijo antes de irse.
Lucía suspiró con una sonrisa boba en los labios, mientras se quedaba sola en la cocina, sabiendo que su vida estaba a punto de cambiar para siempre...
Continuara...
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