"Embarazada De Un Magnate"

Habían pasado dos semanas desde aquella noche que cambió por completo la vida de Alana. Aunque no lo decía en voz alta, todavía tenía ese nudo en el pecho cada vez que recordaba lo que ocurrió. Sin embargo, se aferraba a su rutina diaria para mantenerse en pie. Había retomado sus responsabilidades en la empresa de su padre y, para sorpresa de muchos, se hizo muy cercana a Valeria, que había resultado ser simpática y sincera. A menudo salía con ella y con Sofía, quien, a pesar de no trabajar en la empresa, era su apoyo constante.

Una mañana cualquiera, mientras revisaba unos documentos en su oficina, Alana fue interrumpida por la tímida presencia de Lorena. La joven se veía nerviosa, cargando una culpa en los ojos que le pesaba demasiado.

—Alana, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó en voz baja.

Alana alzó la mirada y asintió. —Claro, dime.

Lorena entró y cerró la puerta. Se acercó con pasos dudosos y se sentó frente a ella.

—Quería decirte algo importante Aquella noche en el bar Camila fue quien lo planeó todo.

- La escuché decir que tenía una sorpresa para ti, algo que te haría "bajar de esa nube". Pero me equivoqué de suite... y terminé siendo yo la que sufrió.

—Su voz se quebró un poco. Desde entonces, Camila y Rebeca no me hablan. En la empresa se divulgó todo... me ven como una cazafortunas que se acuesta con viejos por dinero, cuando en realidad… fui ultrajada.

Alana la observó con compasión y sintió un poco de pena y dolor.

—Lo siento mucho, Lorena. Nadie merece pasar por algo así. Pero también tienes que tener cuidado con quién te rodeas. Camila nunca fue tu amiga, solo te usó.

—Lo sé —murmuró ella—. Me di cuenta muy tarde. Pero necesitaba contártelo. Para que sepas la verdad.

—Lorena se levantó y salió con los ojos llenos de lágrimas, agradecida de haber sido escuchada. Pero muy triste a la vez.

Mientras tanto, en otro rincón de la empresa, Rebeca se acercaba con paso apresurado a Camila. Llevaba el celular en mano y los ojos brillaban de satisfacción.

—¡Mira esto! —le dijo mientras le mostraba una imagen.

_Me la acaba de enviar una amiga la cual esa noche vio a alana dirigirse con un hombre a una suite y dice que no los vio salir más.

Camila observó la fotografía con detenimiento. Era una imagen borrosa de la noche del bar. Mostraba a Alana, visiblemente desorientada, siendo cargada por un hombre de espaldas mientras se dirigían a una de las suites. Aunque el rostro del hombre no se veía, el de Alana sí.

—¡Perfecto! —exclamó Camila con una sonrisa retorcida—. Esta es la prueba que necesitábamos. Si la subo al foro de la empresa todos pensarán que se estaba divirtiendo con cualquiera. ¡Y Nick jamás pensará en volver con ella!

Rebeca dudó por un segundo, pero no dijo nada. La malicia en los ojos de Camila la detuvo por un momento, pero luego simplemente asintió.

Mientras

En lo alto de la torre central de Salvatore Corp, Dante Salvatore se encontraba recostado en su silla ejecutiva, girando lentamente un vaso con whisky entre sus dedos. La ciudad brillaba bajo el cristal del ventanal, pero sus pensamientos estaban en otra parte. O mejor dicho, en alguien más.

Dos semanas habían pasado desde aquella noche en Eclipse. Dos semanas desde que despertó solo, con una nota escrita a mano como único rastro de la mujer que lo había trastornado por completo. No sabía su nombre, no conocía su historia. Solo tenía su rostro grabado a fuego en la memoria. Para él, seguía siendo “señorita equivocación”.

—Lucas —llamó con tono grave.

El aludido apareció con la eficiencia de siempre, una carpeta en la mano y el rostro tenso.

—¿Alguna novedad?

—Ya casi, señor —respondió Lucas con seguridad—. Usamos la imagen que recuperamos de las cámaras del bar. Con su rostro claro, estamos ampliando la búsqueda por todos nuestros sistemas. Ya di instrucciones precisas. En breve sabremos quién es.

Dante dejó el vaso sobre el escritorio sin beberlo.

—No quiero que sepa nada. Ni un movimiento en falso. Quiero encontrarla yo, no asustarla.

—Entiendo. Además… ya estamos manejando lo del camarero.

Dante entrecerró los ojos, interesado.

—¿Y?

—Confesó que recibió dinero para agregarle algo a su bebida y seguir instrucciones específicas. No dio muchos nombres, pero ya nos estamos acercando. Por ahora lo tenemos… aislado, en una bodega segura, hasta que sepamos quién está detrás.

Dante frunció el ceño. Algo dentro de él se revolvía con ira.

—Sigo pensando que esto no fue un accidente —murmuró—. Ella no parecía alguien que hiciera algo así por voluntad propia. Había miedo en sus ojos… desconcierto.

Lucas asintió, con el profesionalismo de quien ha visto demasiado.

—Usted cree que alguien quiso que ustedes dos terminaran juntos esa noche.

—No lo creo, creo que querían hacerle daño. Lo sé —respondió Dante, firme—. Solo no sé por qué. Ni quién. Pero lo averiguaré.

Guardó silencio un momento, contemplando el informe de una de sus sucursales.

—Iré personalmente a ver a valeria en unos días más. Quiero saber cómo va todo allá. No me vendría mal despejarme un poco… aunque con la cabeza llena de la señorita equivocación, dudo que eso ocurra.

—¿Cree que ella podría estar Cerca?

—No lo sé. Y honestamente, no me importa dónde esté. La voy a encontrar.

Lucas, sin perder el aplomo, sonrió apenas.

—Con la imagen que tenemos, es solo cuestión de tiempo.

Dante no lo miró. Solo asintió con los ojos puestos en el ventanal.

El destino se había tomado demasiadas libertades. Era hora de que él tomara el control.