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CONTRATO CON EL CEO: PROHIBIDO ENAMORARSE

CONTRATO CON EL CEO: PROHIBIDO ENAMORARSE

Status: Terminada
Genre:CEO / Novia sustituta / Matrimonio arreglado / Venderse para pagar una deuda / La mimada del jefe / Casada con el millonario / Completas
Popularitas:453.3k
Nilai: 4.9
nombre de autor: Yazz García

Ella necesita dinero desesperadamente. Él necesita una esposa falsa para cerrar un trato millonario.
El contrato es claro: sin sentimientos, sin preguntas, sin tocarse fuera de cámaras.
Pero cuando las cámaras se apagan, las reglas empiezan a romperse.

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

No era parte del trato

...💎...

...CAPÍTULO 6...

...----------------...

...EMMA RÍOS ...

Llegué a la mansión sintiendo que el corazón me saltaba. La noche prometía ser larga: cena con inversionistas, fotos, sonrisas de catálogo y, según la agenda, mi actuación más convincente hasta ahora. Pero había un asunto pendiente con Sofía que no podía desaparecer entre lujos y dinero. Tenía que hablar con Leonardo antes de convertirme oficialmente en su marioneta de etiqueta.

Subí por el pasillo con paso decidido —o al menos eso intenté aparentar— y, sin pensarlo demasiado, abrí la puerta de su habitación. No toqué. No pedí permiso.

Cometí un error. Uno del que me arrepiento.

La escena en el balcón me congeló la respiración como si alguien hubiera bajado el termostato de golpe: Leonardo tenía a Bianca contra la baranda, sus cuerpos fundidos en una coreografía que no dejaba lugar a dudas. Descarada, urgente, sin disfraces. Ella arqueada hacia él, las piernas rodeándole la cintura, la falda recogida un poco hasta la cintura. Él la sostenía por las caderas, empujando con una cadencia que hablaba de su deseo acumulado, de noches sin tregua.

Sus bocas se buscaban entre jadeos, pero no hablaban. No había palabras, solo sonidos húmedos, el golpeteo rítmico de piel contra piel, el crujido del metal bajo el peso del encuentro. Bianca gemía bajo la garganta, como si intentara contenerse y no pudiera. Leonardo tenía los ojos cerrados, la mandíbula tensa, como si estuviera en trance.

No se detuvieron al verme. No se inmutaron. Yo era invisible, una sombra que se había colado en un momento que no debía presenciar. Yo tuve que dar media vuelta porque mi estómago se negó a procesarlo y, de puro automatismo, salí de la habitación con la sensación de haber entrado en un set equivocado. La sangre me bombeaba en las sienes.

Cerré la puerta con cuidado, como si el ruido pudiera delatarnos a todos. Caminé hacia mi habitación en modo zombi. El vestido para la cena descansaba en el perchero de la habitación: perfecto, esperado. La idea de calzarme tacones y sonreír frente a inversionistas que podían decidir el destino de un montón de vidas me parecía repulsiva y necesaria a la vez.

No me parecía justo. Él se podía acostar con quien le diera la gana; yo no podía ver a Martín, no podía decirle que lo estaba dejando por un contrato que puede salvar a mi hermana. ¿Por qué la regla era solo para una parte? Respiré hondo, dejé el vestido intacto, y me quité la ropa quedando solo en la bata. El agua caliente llamaba mi nombre con promesas de que, por quince minutos, todo se disolvería.

Todavía no había puesto un pie en la ducha cuando la puerta se abrió de golpe.

Leonardo, con el pelo despeinado y solo con sus pantalones (los jeans perfectamente puestos que, por desgracia, todavía le quedaban impecables), me encaró como si yo fuera la que hubiese invadido su privacidad. La furia le ardía en la voz.

—¿¡Por qué putas no tocas la maldita puerta antes de entrar?! —dijo, cada palabra una pequeña descarga eléctrica.

Mi primera respuesta fue una carcajada corta, amarga. ¿En serio? ¿El que no tenía el menor problema en liarse con su ex en el balcón me regañaba por no respetar su puerta? Respiré, clavé mis ojos en los suyos y le contesté firme, directa, sin adornos.

—Porque tú haces lo que se te da la gana. Así que yo también puedo hacerlo. ¿Equidad, querido? Hoy por hoy, la regla es recíproca.

Su mandíbula se tensó como si quisiera escupir palabras más afiladas, pero se contuvo. Me miró de arriba abajo, notando la bata, el cabello desordenado, la rabia que se me notaba en cara poro.

—¿Estás enojada por lo que viste? —preguntó entonces, más seco—. Espero que recuerdes que esto es un negocio. Y, según las cláusulas… espero que no te estés enamorando de mí.

Yo lo miré con una calma que me intimidaba a mí misma. Nunca me había sentido tan pequeña y al mismo tiempo tan gigante.

—¿Enamorándome de usted? —repetí con sorna, dejando que mi voz cortara la atmósfera—. Señor Blake, si me permite ser franca: no se crea la gran cosa. ¿Realmente cree que de verdad me gusta una persona tan arrogante y vacía como usted? ¿O piensa que porque pagó, también compró mis sentimientos?

Sus ojos se endurecieron, pero yo no terminé. Había calentado mi rabia y ahora se tenía que aguantar.

—Y ya que estamos en plan de sinceridades —continué, clavando la mirada en la suya—, no me haga perder más el tiempo. Tengo una cena a la que debo ir para salvar su pellejo, no para ser la actriz consentida de sus humores. Si quiere que sea convincente, haga lo suyo: compórtese como el hombre público que pretende ser. Y yo haré el resto sin que mis entrañas se dediquen a amargarse por la incongruencia ajena.

Fue un golpe seco de realidad entre los dos. Nada de drama teatral ni de hipocresía de último minuto. Solo dos personas que negociaban su dignidad por razones distintas. Él, por la fachada; yo, por la necesidad.

Leonardo parpadeó, sorprendido por mi contundencia. Había esperado pleitesía, o al menos sumisión. Yo le regalé atrevimiento y verdad. Quizá no era la mejor estrategia si quería mantener el contrato intacto, pero la rabia tenía sus propios planes.

—¿Así que ahora me responsabilizas por tu… decisión? —murmuró, con la voz más baja, como si se esforzara por controlar el temblor.

—La responsabilidad de este acuerdo sigue siendo de los dos —respondí—Pero si le sirve de consuelo, no estoy enojada por lo que vi, ni siquiera es que me importe usted con cuantas se acuesta. Solo le aviso: no me hostigue con reglas que no aplican para usted.

Él apretó los labios, y por un segundo, el orgullo se enfrentó con algo como pena. Se acercó, sin invadir todavía mi espacio, con la mirada que usa cuando está midiendo riesgos.

—No mezcles las cosas —dijo—. Esto es un trato y yo soy tu jefe, Emma. Un trato que te da seis meses para arreglar tu vida y pagar lo que tienes pendiente. No estoy aquí para juegos.

—Entonces no juegue con los demás si no quiere que los demás jueguen con usted —repuse, fría como el mármol de la entrada.

Me di la vuelta con la intención de darme un baño, de ponerme la máscara y bajar a salvar su imagen. Pero justo cuando mi mano rozó la tela del vestido, su voz me alcanzó una última vez, ya sin ira, más seria.

—Si esto se convierte en un espectáculo por tu culpa… habrá consecuencias. —No fue amenaza abierta, pero sonó como una promesa. No de protección, ni de cariño. Una promesa de que nada sería gratis.

Asentí, sin mirar atrás. Mi piel ardía y mis pensamientos eran un revoltijo: injusticia, rabia, miedo y un hilo —más fino de lo que quisiera admitir— que me ataba a su mirada. Realmente me tomé mi tiempo, me di una ducha fría, salí, me arreglé el cabello, me maquillé y agarré el vestido en el perchero, para tirarlo en la cesta, saque uno de los vestidos que había comprado esta tarde con Gisela, y finalmente me lo puse, cerré la cremallera, y salí de la habitación.

Bajé las escaleras como si no llevara nada en la cabeza. La mansión respiraba lujo, y la noche, afuera, era brillante. Mientras cruzaba el hall, escuché el eco de su voz, apenas un murmullo que se perdió entre los candelabros. Estaba conversando con sus socios.

Camine hacia el salón principal.

Algo me dijo que esa cena no sería solo una prueba para salvar su trato: sería la primera vez que las consecuencias del contrato se me revelarían de verdad. Y yo, por primera vez, no estaba segura de si quería seguir siendo la actriz perfecta.

Abrí la puerta y entre a enfrentar la noche.

1
Sorany Quintero Bernal
que buena novela no me parece que juegue con Martín porque emma ya cuente algo por leonard
yelitza peña
Excelente novela me encantó 😊❤️🇻🇪
Stella Maris Piray
Hermosa historia gracias escritora por compartirla 💯% recomendable ♥️🥰♥️🥰♥️🥰
Valery Venezuela
No me parece lo que está haciendo con Martin, debería dejarlo en paz mientras está con el contrato
Valery Venezuela
No me parece lo que está haciendo con Martin, debería dejarlo en paz mientras está con el contrato
Candy
Así es solo tu culpa era tuya y ahí vas de bragueta suelta y pito loco la cagaste y feo
Sofia Gamboa
es fuerte pero así hay madres 😭pero todo se supera con el debido apoyo
Candy
A dónde vaya que te valga, o mejor que te importa osea pides una cita pero horas antes pasas la tarde con tu e te la coges y para rematar la llevas a la cita y te dejas besuquear de tu ex delantr de medio mundo osea aérea un pendejo
Miriam Marquez
me encanta Emma... y creo que el CEO no sabe en que lío se mete 🤭
Miriam Marquez
me encanta Emma... y creo que el CEO no sabe en que lío se mete 🤭
Linilda Tibisay Aguilera Romero
las personas pueden cambiar y se merecen una segunda oportunidad ojalá pueda limar asperezas con .arti. al fin son hermanos y ninguno tiene la culpa de la equivocacion de sus padres
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me gustó este capitulo
Angy Ibarra
excelente historia gracias gracias gracias escritora
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me gusta como a cambiado Leo
Alma Delia González Ortega
exelente felicidades 👏
Linilda Tibisay Aguilera Romero
hay que aprender a sanar las heridas y seguir aselantey
Linilda Tibisay Aguilera Romero
hay Sofi como. as a beber
Linilda Tibisay Aguilera Romero
no es tu culpa la decidieron se salir escapada fue de ella
Linilda Tibisay Aguilera Romero
ahora sí estás embarazada de Leo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
te pegaste mucho Leo y hiciste mucho daño
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