Angélica, una mujer fuerte y determinada de 40 años, ha enfrentado la adversidad con valentía. Pero cuando siente que ha perdido su motivación y las ganas de seguir luchando por salir adelante, un inesperado encuentro con un apuesto hombre llega para cambiar su destino.
Axel es mucho más joven que ella, pero aunque es arrogante y poderoso, a sus 25 años su pasión y devoción la hacen sentir viva de nuevo.
¿Podrá Angélica dejar atrás sus cicatrices y creer en el amor nuevamente?
Descubre esta historia de amor, desamor y mucha pasión, donde la edad no es un obstáculo para encontrar la felicidad.
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Capítulo Cuatro
Apenas se fueron los ineptos policías y fue notificada por Zoila del desalojo, Angelica salió lo más rápido de la pensión rumbo a su segundo trabajo. Iba cogida, pero no como esta mañana, sino cogida de la tarde. Así que se dijo: «que sea lo que Dios quiera»
Entró al restaurante donde labora como auxiliar de cocina y es el trabajo donde más tiempo lleva, pero donde más maltrato recibe. Llega al vestier y, al abrir su casillero, este no tiene candado.
—¿Qué diablos pasó aquí? —Angelica exclama en voz alta—. Malditas ratas, ¿no me digan que acá también me robaron?
—¿Buscas esto? —Una voz se escuchó detrás de ella y Angelica ya sabía que se trataba del morboso de su jefe.
Este estaba parado en la puerta, con todo lo que había adentro del casillero de Angelica en una caja.
—Don Calixto, ¿y por qué tiene mis cosas en esa caja? —Ángelica ya se lo imaginaba, pero se hacía la tonta.
—Porque usted, señora Sosa, ya no trabaja en este prestigioso restaurante. Le había advertido que otra llegada tarde y usted: patitas pa' la calle. —Dicho esto, el hombre le entregó la caja de sopetón y le señaló la puerta para que se fuera.
Salió de ese lugar ante la mirada de lástima e incredulidad de sus compañeros y algunos clientes.
Angelica caminó por la acera con su caja en manos y pensando qué va a ser de su vida ahora que se quedó sin su trabajo más antiguo. Debe conseguir una habitación para fin de mes y ya estaban a veinte y, además, debe de iniciar de cero para conseguir su dinero para pagar el semestre en la Complutense. Ya es junio, y las clases inician en agosto.
Llegó hasta un parque y se sentó en una de las bancas mirando a la nada mientras pensaba.
«Estoy más salada que botón de body. ¡Ni que hubiera matado a un cura!»
Luego recuerda cuando se fue de casa antes de cumplir los quince años, donde un padrastro borrachín le pegaba a su madre casi a diario y a ella por ahí derecho por defenderla. Pero la tonta de su madre, el día que él no le daba su cuota de golpes, decía que si no le pegaba era porque tenía otra.
Harta de esas escenas, se fue a vivir con el primer zurumbático que se le cruzó en el camino. El Paco era el chacho del barrio, diez años mayor que ella y la enamoro para que fuera su sirvienta personal y de paso le criara a la Belén, una mocosa de cinco años más mala que el putas. Era tan fastidiosa la culisucia que ni la propia madre se la aguantaba y por eso se la engrampó al papá.
Angélica se sintió en la gloria, pues allí no había abusos físicos ni verbales, pero lo que no sabía es que hay otros tipos de abusos.
Obligada a trabajar por su marido, debió de terminar sus estudios en la nocturna y eso a duras penas, pues había días que el paco la manipulaba para que no fuera a clases. Aun así, terminó su bachillerato y el resto de su vida fue trabajar y cuidar a una desagradecida que ni siquiera es su hija.
La vida se le fue en un parpadeo, y aunque al principio deseaba ser mamá, el día que se atrevió a proponérselo al Paco, le salió con que él se había hecho la vasectomía, pues no quería que lo encartaran con más muchachitos. Angelica se resignó a tener una vida así, trabajando, ayudando a su marido a pagar la casa y cuidar a una hija que no era suya.
Las horas meditando en el parque fueron pasando y Angelica tenía hambre. Así que se dirigió al puesto de comidas rápidas “Las Pollitas" donde trabajaban sus amigas las hermanas Cruz: Mary y Lissy, para comer algo y dirigirse a su trabajo nocturno.
—¿Cómo así, amiga que la echaron del trabajo? Maldito Calixto, como nunca te pudo llevar a la cama, se está vengando —le decía su amiga Mary—. Y para colmo, la morrongolia de la Zoila se hace la ofendida y te echa de su mugrosa pensión.
—¿Y cómo así que la Belén te robó? Esa muchachita es un grano en el cu.. —Lissy fue interrumpida rápidamente por su jefa Sandra.
—¡Lissy, mal hablada! ¿Cuándo vas a aprender a ser una muchacha con un léxico adecuado? —Sandra la regaña.
—Perdón, misia Sandra. Es que me indigna todo lo que le pasa a Angelica. ¿Cuándo será que la pobre pueda vivir una vida tranquila, como una reina, sin problemas, sin penurias, como se lo merece? —Todas asentían mirando tristes a la pobrecita Angélica.
—Sí, es que ya se volvió vieja y sola. Ni el gato que tenía se le amañó. Ese michín Botero se le fue con el Paco y la Belén —Mary le recordó a Angelica el ingrato del gato.
Pero Angelica solo pensaba que vieja y todo, se echó a la muela un colágeno más bueno que levantarse tarde.
Después de comer, se despidió de sus amigas y se fue a su trabajo en el emporio Darko Luxure.
Milagrosamente llegó quince minutos más temprano de su hora de entrada; fue también un milagro que el lector de huellas emitió su sonido de pase sin tener que batallar con él. Pero no fue un milagro encontrarse de frente con la cucha Ramona.
—Sosa, deme su carnet. —Ramona estiró la mano pidiendo su carnet y ni siquiera la dejó entrar al vestier de las empleadas.
—Buenas noches, doña Ramona. ¿Y eso para qué quiere mi carnet, lo van a renovar? —pregunta con fingida inocencia, pero la verdad es que sospecha que le contaron de su polvo de esta mañana.
—No se haga Sosa, usted sabe de qué le hablo. Le di una oportunidad para no echarla. —Sí, la Ramona lo sabe. ¿Qué más da mentir?
—¿Lo dice por el polvo? Déjeme explicarle... —La ofuscada supervisora ni la dejó hablar.
—Sarah, la secretaria de presidencia, me lo contó. —Angelica pensaba: «maldita chismosa. Ganas de que el polvo fuera para ella y me lo dieron a mí»
—¡Envidiosa! —Angelica habló en voz alta lo que pensó.
—¿Qué? ¿Por qué la señorita Sarah va a ser una envidiosa? ¿Porque me informó que usted no limpió la oficina de presidencia? Manifestó que la alfombra estaba manchada y el escritorio sucio, eso indica que usted no entró ahí a limpiar, ¡por eso está despedida! —Esto último la Ramona lo dijo alzando la voz.
—Uff, qué alivio, pensé que me echaban por otra cosa. —Esta afirmación desconcertó a Ramona; no entendió lo que Angelica quiso decir.
Angélica entregó su carnet y se fue con la frente en alto y dando gracias a los dioses ibéricos de que no la echaron por lujuriosa y fornicadora. Porque es verdad, ella con la faena que se dio con el jefe, no limpió la oficina y antes por el contrario la dejó más sucia de lo que estaba. Así que su despido fue justificado.
Hoy ha sido un día de miércoles; si no fuera por el mañanero y la clase con la maestra Estelita, sería un día perdido.